/ domingo 27 de septiembre de 2020

Aquí Querétaro

Cuando era niño, en aquel tranquilo Querétaro de los sesentas, tres eran los principales bancos que la ciudad tenía, y los tres estaban instalados frente al céntrico Jardín Obregón: El Banco de Comercio, el Banco Nacional de México y el Banco de Londres y México. Luego vendrían otras opciones de instituciones de crédito con el Banco del Atlántico o el Internacional.

Lo recordé ahora que los bancos ya no se llaman como se llamaban, merced las contemporáneas formas de asociación y transformación de las que gozan. Hoy, el de Comercio es ya BBV, el Nacional de México es City Banamex, y el de Londres y México, Santander.

Aquellos viejos bancos, incluso más viejos de los que conocí en mi niñez, son ahora tan solo motivo para románticas páginas de nuestra historia local, aunque algunas de sus edificaciones mantienen su vocación.

El Banco de Querétaro, por ejemplo, que había inaugurado sus operaciones en el número trece de la antigua Primera Calle de San Antonio, frente al templo de ese mismo nombre, pero que, al tiempo, había iniciado la construcción de una nueva edificación en un predio previamente demolido, precisamente en una de las esquinas del hoy Jardín Zenea, cuando todavía no existía la parte poniente de la calle 16 de Septiembre. En esa esquina, inició operaciones, cuando aún la parte superior estaba en obras, en marzo de 1904, teniendo como su gerente al alemán Carlos Cofhal, quien duraría en el cargo algo así como un sexenio, para darle paso después a Francisco Sánchez.

Décadas después, y muy tristemente, ese edificio sería también destruido para levantar en el sitio una nueva y “moderna” construcción, nada acorde con la arquitectura tradicional de la ciudad, que todavía hoy alberga a City Banamex, en la esquina de 16 de Septiembre y Juárez.

Pero el edificio que realmente llamó la atención por su elegancia y por su consistencia con las tendencias constructivas de la época, fue el que sirvió de casa al entonces llamado Banco de Londres y México. El inmueble, construido bajo la dirección del ingeniero Salvador Álvarez, estaba ya en operaciones al inicio de 1908, y aunque con los años se destinó a otras funciones, como pudo ser la agencia de petróleos “El Águila” o la Comisión Local de Turismo, regresó a su vocación y a ser sede del mismo banco. Hoy está ahí la sucursal del Centro Histórico de Santander, en 16 de Septiembre, frente al Zenea.

El inicial Banco Nacional de México, por su parte, se instaló por algunos años en la impresionante casona de los Condes de Regla, popularmente conocida hoy como “de los Cinco Patios”, en la antigua Calle del Biombo, renombrada como 5 de Mayo. Ahí fueron gerentes Alberto Molina, cuando el siglo veinte apenas comenzaba, y Carlos Ruiz Olloqui un poco después. El inmueble recibió, décadas más tarde, a las instalaciones del popular y queretanísimo comercio de “La Luz del Día”.

En fin, hoy existen tantas sucursales bancarias que sería casi imposible enumerarlas, pero algunos edificios parecen estar destinados, eternamente, a esos menesteres. Así lo demuestran, por supuesto, las construcciones ubicadas frente al céntrico Jardín Zenea. Esas que ya no se llaman como antaño, pero que siguen ahí, viendo correr el tiempo en el corazón mismo de Querétaro.

Cuando era niño, en aquel tranquilo Querétaro de los sesentas, tres eran los principales bancos que la ciudad tenía, y los tres estaban instalados frente al céntrico Jardín Obregón: El Banco de Comercio, el Banco Nacional de México y el Banco de Londres y México. Luego vendrían otras opciones de instituciones de crédito con el Banco del Atlántico o el Internacional.

Lo recordé ahora que los bancos ya no se llaman como se llamaban, merced las contemporáneas formas de asociación y transformación de las que gozan. Hoy, el de Comercio es ya BBV, el Nacional de México es City Banamex, y el de Londres y México, Santander.

Aquellos viejos bancos, incluso más viejos de los que conocí en mi niñez, son ahora tan solo motivo para románticas páginas de nuestra historia local, aunque algunas de sus edificaciones mantienen su vocación.

El Banco de Querétaro, por ejemplo, que había inaugurado sus operaciones en el número trece de la antigua Primera Calle de San Antonio, frente al templo de ese mismo nombre, pero que, al tiempo, había iniciado la construcción de una nueva edificación en un predio previamente demolido, precisamente en una de las esquinas del hoy Jardín Zenea, cuando todavía no existía la parte poniente de la calle 16 de Septiembre. En esa esquina, inició operaciones, cuando aún la parte superior estaba en obras, en marzo de 1904, teniendo como su gerente al alemán Carlos Cofhal, quien duraría en el cargo algo así como un sexenio, para darle paso después a Francisco Sánchez.

Décadas después, y muy tristemente, ese edificio sería también destruido para levantar en el sitio una nueva y “moderna” construcción, nada acorde con la arquitectura tradicional de la ciudad, que todavía hoy alberga a City Banamex, en la esquina de 16 de Septiembre y Juárez.

Pero el edificio que realmente llamó la atención por su elegancia y por su consistencia con las tendencias constructivas de la época, fue el que sirvió de casa al entonces llamado Banco de Londres y México. El inmueble, construido bajo la dirección del ingeniero Salvador Álvarez, estaba ya en operaciones al inicio de 1908, y aunque con los años se destinó a otras funciones, como pudo ser la agencia de petróleos “El Águila” o la Comisión Local de Turismo, regresó a su vocación y a ser sede del mismo banco. Hoy está ahí la sucursal del Centro Histórico de Santander, en 16 de Septiembre, frente al Zenea.

El inicial Banco Nacional de México, por su parte, se instaló por algunos años en la impresionante casona de los Condes de Regla, popularmente conocida hoy como “de los Cinco Patios”, en la antigua Calle del Biombo, renombrada como 5 de Mayo. Ahí fueron gerentes Alberto Molina, cuando el siglo veinte apenas comenzaba, y Carlos Ruiz Olloqui un poco después. El inmueble recibió, décadas más tarde, a las instalaciones del popular y queretanísimo comercio de “La Luz del Día”.

En fin, hoy existen tantas sucursales bancarias que sería casi imposible enumerarlas, pero algunos edificios parecen estar destinados, eternamente, a esos menesteres. Así lo demuestran, por supuesto, las construcciones ubicadas frente al céntrico Jardín Zenea. Esas que ya no se llaman como antaño, pero que siguen ahí, viendo correr el tiempo en el corazón mismo de Querétaro.