/ domingo 18 de julio de 2021

Aquí Querétaro

La inesperada muerte de Andrés Garrido del Toral me trajo a la memoria los entrañables cronistas que esta ciudad ha tenido. Me refiero a los más cercanos en el tiempo, a los que conocí y respeté, y que han sido descendientes de otros que hicieron de la crónica de Querétaro su pasión, y entre los que destaca don Valentín Frías.

José Guadalupe Ramírez Álvarez era un profundo conocedor de nuestra historia, un abogado brillante y un orador excepcional, que tuvo en la crónica de su tierra una de las vertientes más destacadas de su quehacer cotidiano. El maestro Ramírez, mentor de muchas generaciones de estudiantes de la hoy Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma de Querétaro, institución de la que fue rector, fue también un destacado periodista que sufrió los embates del poder y ejerció con seriedad y compromiso la que consideraba Gabriel García Márquez “la mejor profesión del mundo”.

Las crónicas de Ramírez Álvarez sobre Querétaro, sobre sus historias y sus leyendas, constituyen un legado imprescindible para quien quiera conocer esta tierra, porque además de sus abundantes conocimientos, era un maestro de la pluma y de la oratoria.

El Prof. Eduardo Loarca Castillo, por su parte, provenía del mundo de la música, que nunca abandonó, a pesar de dedicar buena parte de su tiempo también a la crónica citadina. Director de instituciones como el Museo Regional de Querétaro o el Conservatorio de Música “J. Guadalupe Velázquez”, desde sus trincheras y con su buen humor y pluma, plasmó también el acontecer de esa ciudad que le tocó vivir y de la que tenía abundante información.

Luego vendría el periodo al frente de la oficina de la crónica municipal del licenciado Roberto Servín Muñoz, abogado de profesión y apasionado practicante del teatro, tanto como actor como director de escena. Su trabajo de crónica fue meticuloso, serio y dedicado, haciendo honor a su herencia paterna en la materia. Servín se jubiló, pero su interés por el tema debe permanecer incólume.

El Dr. Andrés Garrido del Toral vino a ocupar ese puesto fundamental de nuestra ciudad, proponiendo cambios interesantes y utilizando los medios electrónicos y de comunicación con los que no contaron sus antecesores. Poseedor de un sentido del humor a flor de piel, bohemio de corazón, de memoria privilegiada y conocimientos abundantes, Garrido del Toral dejó su impronta en la especialidad de contar la historia de la ciudad y del estado, con múltiples charlas y conferencias, y sobre todo, con la publicación de variados, y muy ricos en información, libros y colaboraciones periodísticas.

Maestro en la Facultad de Derecho, ganador del mítico concurso televisivo del premio de los 64 mil pesos, integrante de la estudiantina universitaria, conocedor y divulgador del tango, amante de la trova, de Mérida y de Bernal, donde tenía una casa, poseía un lenguaje que acercaba acontecimientos a la población en general y que también, de vez en vez, podía ruborizar a más de alguno.

Inesperadamente, Andrés se nos fue la semana que concluye. Deja un hueco impresionante, por su estilo y su forma de comunicarse, siempre risueña, siempre cargada de recuerdos, de anécdotas y de humor. Aunque quedan, eso sí, los muchísimos libros que dejó para la posteridad. Es una pena su partida apenas a los cincuenta y siete años de vida.

ACOTACIÓN AL MARGEN

Hablando de la crónica, personalmente creo que Eduardo Rabell es la persona ideal para ocupar el cargo de cronista municipal. Tiene conocimientos bastos sobre nuestra ciudad, es un estudioso irredento de nuestra historia, nuestros lugares y nuestros personajes, y ha trabajado por muchos años apoyando la labor de la crónica citadina. Esa tarea imprescindible estaría en muy buenas manos con él.

La inesperada muerte de Andrés Garrido del Toral me trajo a la memoria los entrañables cronistas que esta ciudad ha tenido. Me refiero a los más cercanos en el tiempo, a los que conocí y respeté, y que han sido descendientes de otros que hicieron de la crónica de Querétaro su pasión, y entre los que destaca don Valentín Frías.

José Guadalupe Ramírez Álvarez era un profundo conocedor de nuestra historia, un abogado brillante y un orador excepcional, que tuvo en la crónica de su tierra una de las vertientes más destacadas de su quehacer cotidiano. El maestro Ramírez, mentor de muchas generaciones de estudiantes de la hoy Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma de Querétaro, institución de la que fue rector, fue también un destacado periodista que sufrió los embates del poder y ejerció con seriedad y compromiso la que consideraba Gabriel García Márquez “la mejor profesión del mundo”.

Las crónicas de Ramírez Álvarez sobre Querétaro, sobre sus historias y sus leyendas, constituyen un legado imprescindible para quien quiera conocer esta tierra, porque además de sus abundantes conocimientos, era un maestro de la pluma y de la oratoria.

El Prof. Eduardo Loarca Castillo, por su parte, provenía del mundo de la música, que nunca abandonó, a pesar de dedicar buena parte de su tiempo también a la crónica citadina. Director de instituciones como el Museo Regional de Querétaro o el Conservatorio de Música “J. Guadalupe Velázquez”, desde sus trincheras y con su buen humor y pluma, plasmó también el acontecer de esa ciudad que le tocó vivir y de la que tenía abundante información.

Luego vendría el periodo al frente de la oficina de la crónica municipal del licenciado Roberto Servín Muñoz, abogado de profesión y apasionado practicante del teatro, tanto como actor como director de escena. Su trabajo de crónica fue meticuloso, serio y dedicado, haciendo honor a su herencia paterna en la materia. Servín se jubiló, pero su interés por el tema debe permanecer incólume.

El Dr. Andrés Garrido del Toral vino a ocupar ese puesto fundamental de nuestra ciudad, proponiendo cambios interesantes y utilizando los medios electrónicos y de comunicación con los que no contaron sus antecesores. Poseedor de un sentido del humor a flor de piel, bohemio de corazón, de memoria privilegiada y conocimientos abundantes, Garrido del Toral dejó su impronta en la especialidad de contar la historia de la ciudad y del estado, con múltiples charlas y conferencias, y sobre todo, con la publicación de variados, y muy ricos en información, libros y colaboraciones periodísticas.

Maestro en la Facultad de Derecho, ganador del mítico concurso televisivo del premio de los 64 mil pesos, integrante de la estudiantina universitaria, conocedor y divulgador del tango, amante de la trova, de Mérida y de Bernal, donde tenía una casa, poseía un lenguaje que acercaba acontecimientos a la población en general y que también, de vez en vez, podía ruborizar a más de alguno.

Inesperadamente, Andrés se nos fue la semana que concluye. Deja un hueco impresionante, por su estilo y su forma de comunicarse, siempre risueña, siempre cargada de recuerdos, de anécdotas y de humor. Aunque quedan, eso sí, los muchísimos libros que dejó para la posteridad. Es una pena su partida apenas a los cincuenta y siete años de vida.

ACOTACIÓN AL MARGEN

Hablando de la crónica, personalmente creo que Eduardo Rabell es la persona ideal para ocupar el cargo de cronista municipal. Tiene conocimientos bastos sobre nuestra ciudad, es un estudioso irredento de nuestra historia, nuestros lugares y nuestros personajes, y ha trabajado por muchos años apoyando la labor de la crónica citadina. Esa tarea imprescindible estaría en muy buenas manos con él.