/ domingo 7 de noviembre de 2021

Aquí Querétaro

Los mercados han sido siempre el reflejo de la vida cotidiana de los pueblos, y más allá del espacio para vender y comprar productos, el lugar para descubrir los sabores, los olores y los colores de toda una sociedad. Entre frutas, fritangas, carnes y plantas aromáticas, los mercados nos marcan la identidad, y en muchas ocasiones, nos remontan a pasajes idos y añorados.

De los actuales, el mercado con más antigüedad es el Escobedo, si tomamos en cuenta su antecedente en la hoy Plaza de la Constitución, algún día llamada “de los escombros”. En realidad, el antiguo mercado se llamaba “Dr. Pedro Escobedo”, en honor al destacado galeno queretano, pero con su cambio a su ubicación actual, entre Zaragoza y Constituyentes, se le trocó por el del general Mariano Escobedo. Al fin, los dos Escobedos.

Aquel viejo mercado, con sus características muy porfirianas, fue inaugurada por el casi eterno gobernador de la época, don Francisco González de Cosío, en 1895, y su cambio, con la demolición correspondiente del anterior, fue ordenada por uno de sus descendientes: don Manuel González de Cosío, cuando la década de los sesenta del siglo XX aún era joven.

Aquel mercado, de características circulares en su interior, contaba con una rotonda y fuente central, donde solían instalarse músicos para tocar serenatas habituales, y llegó a hacerse costumbre que fueran los miércoles cuando se dieran las tradicionales audiciones musicales, buena cantidad de las cuales estuvieron a cargo de la orquesta del profesor Agustín Arce, cuando el nuevo siglo XX iniciaba.

Posterior en su construcción fue el que tradicionalmente se conoce como “de La Cruz”, precisamente en la plaza de ese nombre, en la cumbre del Sangremal. También fue construido en la época porfiriana e igualmente demolido mucho tiempo después, durante la administración municipal de Mariano Palacios, quien construyó sus instalaciones actuales, ya muy cerca del río Querétaro.

Fue en 1902 cuando, durante las fiestas de independencia, fueron inauguradas aquellas rústicas instalaciones a las que nombraron en honor a doña Josefa Ortiz de Domínguez, nombre oficial que aún perdura, pese al tiempo y a la insistencia popular de llamarlo “de La Cruz”.

Habría que señalar que el mes de septiembre, y concretamente el día quince, día previo a la conmemoración del inicio de la guerra independentista, pero sobre todo, día del cumpleaños de don Porfirio Díaz, fue siempre la fecha predilecta en aquellos tiempos para inaugurar obras. En esa fecha se inauguró el mercado “Josefa Ortiz de Domínguez”, y también el mercado “Dr. Pedro Escobedo”.

Antes, en 1897 y en la mismísima fecha, habría de inaugurarse el Mercado del Carmen, con el antecedente del que hubiese en el atrio del templo del mismo nombre, pero ya con techo de fierro laminado y pavimentos de concreto, para hacerlo, como sostiene don José Rodríguez Familiar en sus “Efemérides Queretanas”, “elegante y cómodo”.

No me parece que los mercados queretanos, entre los que también podemos enlistar el Hidalgo y el del Tepetate entre los más añejos, sean “elegantes y cómodos”; son mercado, y como tales reflejan lo más profundo del sentir de un pueblo, entre cargadores, marchantes, mercancías desbordantes, olores intensos, colores diversos y sabores auténticos.


Los mercados han sido siempre el reflejo de la vida cotidiana de los pueblos, y más allá del espacio para vender y comprar productos, el lugar para descubrir los sabores, los olores y los colores de toda una sociedad. Entre frutas, fritangas, carnes y plantas aromáticas, los mercados nos marcan la identidad, y en muchas ocasiones, nos remontan a pasajes idos y añorados.

De los actuales, el mercado con más antigüedad es el Escobedo, si tomamos en cuenta su antecedente en la hoy Plaza de la Constitución, algún día llamada “de los escombros”. En realidad, el antiguo mercado se llamaba “Dr. Pedro Escobedo”, en honor al destacado galeno queretano, pero con su cambio a su ubicación actual, entre Zaragoza y Constituyentes, se le trocó por el del general Mariano Escobedo. Al fin, los dos Escobedos.

Aquel viejo mercado, con sus características muy porfirianas, fue inaugurada por el casi eterno gobernador de la época, don Francisco González de Cosío, en 1895, y su cambio, con la demolición correspondiente del anterior, fue ordenada por uno de sus descendientes: don Manuel González de Cosío, cuando la década de los sesenta del siglo XX aún era joven.

Aquel mercado, de características circulares en su interior, contaba con una rotonda y fuente central, donde solían instalarse músicos para tocar serenatas habituales, y llegó a hacerse costumbre que fueran los miércoles cuando se dieran las tradicionales audiciones musicales, buena cantidad de las cuales estuvieron a cargo de la orquesta del profesor Agustín Arce, cuando el nuevo siglo XX iniciaba.

Posterior en su construcción fue el que tradicionalmente se conoce como “de La Cruz”, precisamente en la plaza de ese nombre, en la cumbre del Sangremal. También fue construido en la época porfiriana e igualmente demolido mucho tiempo después, durante la administración municipal de Mariano Palacios, quien construyó sus instalaciones actuales, ya muy cerca del río Querétaro.

Fue en 1902 cuando, durante las fiestas de independencia, fueron inauguradas aquellas rústicas instalaciones a las que nombraron en honor a doña Josefa Ortiz de Domínguez, nombre oficial que aún perdura, pese al tiempo y a la insistencia popular de llamarlo “de La Cruz”.

Habría que señalar que el mes de septiembre, y concretamente el día quince, día previo a la conmemoración del inicio de la guerra independentista, pero sobre todo, día del cumpleaños de don Porfirio Díaz, fue siempre la fecha predilecta en aquellos tiempos para inaugurar obras. En esa fecha se inauguró el mercado “Josefa Ortiz de Domínguez”, y también el mercado “Dr. Pedro Escobedo”.

Antes, en 1897 y en la mismísima fecha, habría de inaugurarse el Mercado del Carmen, con el antecedente del que hubiese en el atrio del templo del mismo nombre, pero ya con techo de fierro laminado y pavimentos de concreto, para hacerlo, como sostiene don José Rodríguez Familiar en sus “Efemérides Queretanas”, “elegante y cómodo”.

No me parece que los mercados queretanos, entre los que también podemos enlistar el Hidalgo y el del Tepetate entre los más añejos, sean “elegantes y cómodos”; son mercado, y como tales reflejan lo más profundo del sentir de un pueblo, entre cargadores, marchantes, mercancías desbordantes, olores intensos, colores diversos y sabores auténticos.