/ domingo 14 de noviembre de 2021

Aquí Querétaro | Aniversario de “La Bruja”

El día de ayer, 13 de noviembre, la gran maestra Guillermina Bravo, punta de lanza de la danza contemporánea en nuestro país, habría cumplido años; concretamente 101, si tomamos en consideración que vio la luz primera en Chacaltianguis, en 1920. Pero como la maestra, según me lo confío uno de sus más allegados, siempre solía quitarle un año a su edad (no dos, ni cinco, ni tres, sino uno), diremos, para darle gusto, que ayer cumplió un siglo de vida.

De recio carácter, de disciplina férrea y de capacidad creadora evidente, Guillermina incursionó en el mundo de la danza y se convirtió, en poco tiempo, en una maestra de la escena. Bailarina del Ballet de Bellas Artes, en la capital del país, fue una de las fundadoras de la Academia de la Danza Mexicana, y posteriormente del mítico y revolucionario Ballet Nacional de México.

Fue con esta trascendente agrupación que recorrió el mundo y viajó lo mismo a China que a Cuba, que a Estados Unidos o a quince diferentes países en Europa. De ideas sólidas de izquierda, se hizo partícipe de innumerables movimientos sociales y artísticos, y también recorrió zonas indígenas, investigando las muchas formas de danza que en nuestro país existen.

Dedicada a la formación de bailarines, asumió a finales de la década de los cincuenta, y principios de los sesenta, del siglo anterior, la técnica proveniente de la escuela de Martha Graham en Nueva York, y fue la primera representante de la danza, y la primera mujer también, en recibir el Premio Nacional de Artes, además de convertirse en Creadora Emérita del Sistema Nacional de Creadores.

De entre sus muchas decisiones de vida, dos fueron fundamentales: el traslado del Ballet Nacional de México a Querétaro, donde conformó el Centro Nacional de Danza Contemporánea, y la extinción del propio Ballet, en el 2006, bajo el argumento de que esa agrupación, en esos tiempos, ya no tenía nada que decir sobre el escenario.

Su voz ronca y su espíritu indomable le merecieron el cariñoso apodo de “La Bruja”, que paseó sin tapujos durante toda su existencia, la que se extinguió aquí en Querétaro, donde llevaba más de dos décadas viviendo, un seis de noviembre, cuando contaba con 92, o mejor dicho: 91 años.

La gran Guillermina Bravo ha cumplido un año más y sigue viva a través de su invaluable legado. Su lucha, su tesón, su mirada de la vida, sigue estando aquí, y lo seguirá estando mientras sus discípulos la honren con su trabajo artístico, comprometido y eterno. Feliz cumpleaños a “La Bruja”, sin cuya existencia la danza no sería lo que hoy es.

El día de ayer, 13 de noviembre, la gran maestra Guillermina Bravo, punta de lanza de la danza contemporánea en nuestro país, habría cumplido años; concretamente 101, si tomamos en consideración que vio la luz primera en Chacaltianguis, en 1920. Pero como la maestra, según me lo confío uno de sus más allegados, siempre solía quitarle un año a su edad (no dos, ni cinco, ni tres, sino uno), diremos, para darle gusto, que ayer cumplió un siglo de vida.

De recio carácter, de disciplina férrea y de capacidad creadora evidente, Guillermina incursionó en el mundo de la danza y se convirtió, en poco tiempo, en una maestra de la escena. Bailarina del Ballet de Bellas Artes, en la capital del país, fue una de las fundadoras de la Academia de la Danza Mexicana, y posteriormente del mítico y revolucionario Ballet Nacional de México.

Fue con esta trascendente agrupación que recorrió el mundo y viajó lo mismo a China que a Cuba, que a Estados Unidos o a quince diferentes países en Europa. De ideas sólidas de izquierda, se hizo partícipe de innumerables movimientos sociales y artísticos, y también recorrió zonas indígenas, investigando las muchas formas de danza que en nuestro país existen.

Dedicada a la formación de bailarines, asumió a finales de la década de los cincuenta, y principios de los sesenta, del siglo anterior, la técnica proveniente de la escuela de Martha Graham en Nueva York, y fue la primera representante de la danza, y la primera mujer también, en recibir el Premio Nacional de Artes, además de convertirse en Creadora Emérita del Sistema Nacional de Creadores.

De entre sus muchas decisiones de vida, dos fueron fundamentales: el traslado del Ballet Nacional de México a Querétaro, donde conformó el Centro Nacional de Danza Contemporánea, y la extinción del propio Ballet, en el 2006, bajo el argumento de que esa agrupación, en esos tiempos, ya no tenía nada que decir sobre el escenario.

Su voz ronca y su espíritu indomable le merecieron el cariñoso apodo de “La Bruja”, que paseó sin tapujos durante toda su existencia, la que se extinguió aquí en Querétaro, donde llevaba más de dos décadas viviendo, un seis de noviembre, cuando contaba con 92, o mejor dicho: 91 años.

La gran Guillermina Bravo ha cumplido un año más y sigue viva a través de su invaluable legado. Su lucha, su tesón, su mirada de la vida, sigue estando aquí, y lo seguirá estando mientras sus discípulos la honren con su trabajo artístico, comprometido y eterno. Feliz cumpleaños a “La Bruja”, sin cuya existencia la danza no sería lo que hoy es.