/ domingo 15 de mayo de 2022

Aquí Querétaro | Influencer

En tiempos reinados por la inmediatez, en momentos donde lo fácil, lo práctico y lo rápido dominan el ambiente, donde los raciocinios son perseguidos y los silencios asesinados, es muy complicado existir, al menos para aquellos que vivimos en plenitud momentos donde todo parecía ser más complejo y costar más trabajo.

Hoy todo mundo, en una carrera que parece bastante boba e ineludible, quiere se “influencer”, contar con miles de “seguidores”, lograr ventas y éxitos con un solo movimiento de dedo. Hoy todos quieren hacerse ricos de la noche a la mañana, como antaño quizá, pero, como no sucedía antes, ahora, en un descuido, el anhelo puede hacerse realidad.

Pareciera que el darse un tiempo para pensar, para leer, para reflexionar, es cosa del pasado, a decir de las letras de las canciones de los cantantes emergentes y de la efectividad de las redes sociales, donde lo breve, lo fácil, lo efímero, le han quitado cualquier asomo de protagonismo a textos largos y profundos, imágenes con contenido, reflexiones más allá de lo meramente elemental y cotidiano.

Ya ni siquiera las imágenes, dueñas de los medios actuales de comunicación, permiten atisbar a los detalles o apelar a la contemplación, pues se presentan con tal vértigo que acaban por esfumarse antes de asimilarlas. Se trata de una lucha inacabable por alcanzar la rapidez de la luz, sin saber a cuenta de qué llevamos tanta prisa.

Para quienes vivimos épocas donde leíamos el periódico mientras tomábamos un café, donde buscábamos el anuncio, o nos comunicábamos por carta o por correo electrónico (magia de los tiempos también ya superada), resulta realmente difícil asimilar los atropellados tiempos que vivimos, descifrar sus misterios, alcanzar sus pretensiones. Para los que tuvimos otros tiempos más sosegados y sufridos, el éxito no caía del cielo o aparecía en un número en pantalla. Entonces, creo (y quizá me equivoque), no aspirábamos, como ahora, a lo rudimentario, a lo vulgar o lo basto.

Reflexioné en ello quizá porque recordé al maestro Francisco Cervantes y su etapa de publicista (¿qué hubiese hecho el poeta en las redes sociales actuales?), cuando se inventó aquello de “si las cosas que valen la pena fueran fáciles, cualquiera las haría”. Hoy cualquiera puede hacer cosas que parecen fáciles, aunque dudo que valgan la pena.

A propósito: ¿alguno de mis lectores sabe de un buen curso para convertirme, de inmediato, en “influencer”? Sueño con ganarme la vida en la agotadora tarea de tomándome fotos.

En tiempos reinados por la inmediatez, en momentos donde lo fácil, lo práctico y lo rápido dominan el ambiente, donde los raciocinios son perseguidos y los silencios asesinados, es muy complicado existir, al menos para aquellos que vivimos en plenitud momentos donde todo parecía ser más complejo y costar más trabajo.

Hoy todo mundo, en una carrera que parece bastante boba e ineludible, quiere se “influencer”, contar con miles de “seguidores”, lograr ventas y éxitos con un solo movimiento de dedo. Hoy todos quieren hacerse ricos de la noche a la mañana, como antaño quizá, pero, como no sucedía antes, ahora, en un descuido, el anhelo puede hacerse realidad.

Pareciera que el darse un tiempo para pensar, para leer, para reflexionar, es cosa del pasado, a decir de las letras de las canciones de los cantantes emergentes y de la efectividad de las redes sociales, donde lo breve, lo fácil, lo efímero, le han quitado cualquier asomo de protagonismo a textos largos y profundos, imágenes con contenido, reflexiones más allá de lo meramente elemental y cotidiano.

Ya ni siquiera las imágenes, dueñas de los medios actuales de comunicación, permiten atisbar a los detalles o apelar a la contemplación, pues se presentan con tal vértigo que acaban por esfumarse antes de asimilarlas. Se trata de una lucha inacabable por alcanzar la rapidez de la luz, sin saber a cuenta de qué llevamos tanta prisa.

Para quienes vivimos épocas donde leíamos el periódico mientras tomábamos un café, donde buscábamos el anuncio, o nos comunicábamos por carta o por correo electrónico (magia de los tiempos también ya superada), resulta realmente difícil asimilar los atropellados tiempos que vivimos, descifrar sus misterios, alcanzar sus pretensiones. Para los que tuvimos otros tiempos más sosegados y sufridos, el éxito no caía del cielo o aparecía en un número en pantalla. Entonces, creo (y quizá me equivoque), no aspirábamos, como ahora, a lo rudimentario, a lo vulgar o lo basto.

Reflexioné en ello quizá porque recordé al maestro Francisco Cervantes y su etapa de publicista (¿qué hubiese hecho el poeta en las redes sociales actuales?), cuando se inventó aquello de “si las cosas que valen la pena fueran fáciles, cualquiera las haría”. Hoy cualquiera puede hacer cosas que parecen fáciles, aunque dudo que valgan la pena.

A propósito: ¿alguno de mis lectores sabe de un buen curso para convertirme, de inmediato, en “influencer”? Sueño con ganarme la vida en la agotadora tarea de tomándome fotos.