/ domingo 11 de julio de 2021

Aquí Querétaro|Gato montés

Hace un par de años, Querétaro vivió una nueva noticia que habría de alimentar las famosas lenguas de la región, que suelen magnificar sucesos y hasta inventar historias, gracias a una profundamente arraigada cultura de la leyenda. El hecho ahora quizá fue verídico, pero como tantas otras anécdotas de nuestro acontecer, quedó desvanecido al paso de los días, de las semanas, los meses, y por supuesto, los años.

Se dijo con insistencia que en la zona de Juriquilla había aparecido, de la nada, un jaguar, que el animal había atacado a dos indefensos perritos, que resultaron mal heridos, y que después había desaparecido, al parecer para siempre. Muchas conjeturas se hicieron entonces: que la policía lo estaba buscando, que en realidad no había certeza de que se tratara de un jaguar, aunque quizá si fuera un gato montés; que era propiedad de algún prominente empresario que por allá vivía, que había bajado de los cerros en busca de comida o agua, o que sólo era un invento para distraer la atención de una ya de por sí bastante distraída población.

El caso es que el jaguar, o el minino salvaje, que, decían, había aparecido en Juriquilla, nunca nadie lo vio, y nunca más volvió a aparecer.

Me parece curioso que este inusual hecho, al más puro estilo del mítico Chupacabras, se diera en Juriquilla, pues justo ahí, a principios de mayo de 1892 también apareció un animal de estas características para sembrar el terror, aunque a éste si lo identificaron plenamente.

Se trató de un gato montés que bajó de los cerros, entonces no poblados como ahora, buscando su sustento, y se adentró en las instalaciones de la mismísima hacienda, donde ahora está ubicado un hotel. Se coló hasta la casa de la hacienda, sorprendiendo a los empleados que ahí se encontraban, descansando de una jornada más de trabajo, o tomándose un pulquito para la ocasión.

El gato salvaje sembró el caos, arremetiendo contra los asustados humanos, que entre rasguños lograron salvarse de alguna herida mayor, salvo un ciego que ahí se encontraba, que no vio venir al animal y que resultó seriamente lesionado.

A palos, varios hombres dominaron al intrépido felino, persiguiéndolo incluso fuera de las instalaciones de la hacienda, y finalmente, le dieron muerte, para confirmar con su cuerpo lo que había acontecido, y que la aventura no se tomara como una leyenda más de las que por los contornos de Querétaro abundaban, y siguen abundando.

Así que de jaguares y gatos monteses, Juriquilla tiene ya una historia bien ganada.

ACOTACIÓN AL MARGEN

De impresionante inteligencia, de agradable trato y sonrisa franca, Jorge Laing dejará, sin lugar a dudas, su eterna impronta entre los que lo conocieron.

Dice la leyenda que su capacidad intelectual era tanta que acostumbraba hacer los exámenes de sus compañeros menos lúcidos en el Tec de Monterrey, y que hasta tenía la capacidad de saber errar lo suficiente como para que a los maestros no les entrara la duda.

Lo que no es leyenda, sino realidad contundente, es que Jorge, ya como profesionista, solidificó una brillantísima carrera, basada en sus conocimientos y en esa inteligencia mucho más allá del promedio.

Un para cardiaco lo sorprendió hace unos días y le arrebató la vida. Jorge Laing es uno de esos seres humanos que siempre, eternamente, harán falta.

Hace un par de años, Querétaro vivió una nueva noticia que habría de alimentar las famosas lenguas de la región, que suelen magnificar sucesos y hasta inventar historias, gracias a una profundamente arraigada cultura de la leyenda. El hecho ahora quizá fue verídico, pero como tantas otras anécdotas de nuestro acontecer, quedó desvanecido al paso de los días, de las semanas, los meses, y por supuesto, los años.

Se dijo con insistencia que en la zona de Juriquilla había aparecido, de la nada, un jaguar, que el animal había atacado a dos indefensos perritos, que resultaron mal heridos, y que después había desaparecido, al parecer para siempre. Muchas conjeturas se hicieron entonces: que la policía lo estaba buscando, que en realidad no había certeza de que se tratara de un jaguar, aunque quizá si fuera un gato montés; que era propiedad de algún prominente empresario que por allá vivía, que había bajado de los cerros en busca de comida o agua, o que sólo era un invento para distraer la atención de una ya de por sí bastante distraída población.

El caso es que el jaguar, o el minino salvaje, que, decían, había aparecido en Juriquilla, nunca nadie lo vio, y nunca más volvió a aparecer.

Me parece curioso que este inusual hecho, al más puro estilo del mítico Chupacabras, se diera en Juriquilla, pues justo ahí, a principios de mayo de 1892 también apareció un animal de estas características para sembrar el terror, aunque a éste si lo identificaron plenamente.

Se trató de un gato montés que bajó de los cerros, entonces no poblados como ahora, buscando su sustento, y se adentró en las instalaciones de la mismísima hacienda, donde ahora está ubicado un hotel. Se coló hasta la casa de la hacienda, sorprendiendo a los empleados que ahí se encontraban, descansando de una jornada más de trabajo, o tomándose un pulquito para la ocasión.

El gato salvaje sembró el caos, arremetiendo contra los asustados humanos, que entre rasguños lograron salvarse de alguna herida mayor, salvo un ciego que ahí se encontraba, que no vio venir al animal y que resultó seriamente lesionado.

A palos, varios hombres dominaron al intrépido felino, persiguiéndolo incluso fuera de las instalaciones de la hacienda, y finalmente, le dieron muerte, para confirmar con su cuerpo lo que había acontecido, y que la aventura no se tomara como una leyenda más de las que por los contornos de Querétaro abundaban, y siguen abundando.

Así que de jaguares y gatos monteses, Juriquilla tiene ya una historia bien ganada.

ACOTACIÓN AL MARGEN

De impresionante inteligencia, de agradable trato y sonrisa franca, Jorge Laing dejará, sin lugar a dudas, su eterna impronta entre los que lo conocieron.

Dice la leyenda que su capacidad intelectual era tanta que acostumbraba hacer los exámenes de sus compañeros menos lúcidos en el Tec de Monterrey, y que hasta tenía la capacidad de saber errar lo suficiente como para que a los maestros no les entrara la duda.

Lo que no es leyenda, sino realidad contundente, es que Jorge, ya como profesionista, solidificó una brillantísima carrera, basada en sus conocimientos y en esa inteligencia mucho más allá del promedio.

Un para cardiaco lo sorprendió hace unos días y le arrebató la vida. Jorge Laing es uno de esos seres humanos que siempre, eternamente, harán falta.