/ viernes 19 de noviembre de 2021

Contraluz | Ángel y Froylán

Llegamos a la Plaza de Toros Santa María con bastante tiempo de anticipación. Por economía, nuestro lugar preferido era la andanada de sombra y por ello había que llegar lo más temprano posible para tener un buen lugar, pues en ese entonces la plaza se llenaba – alguien escribió en ese entonces de mediados de la década de los años 70 del siglo pasado que la Santa María era la Catedral del Toreo en México pues la Plaza México estaba cerrada-.

Luego de subir por las escalerillas alcanzamos nuestra “barrera de primera fila” en las alturas.

Bajo el brazo llevaba yo el último número de Proceso revista política nacida del golpe a Excesior que Julio Scherer y varios de sus colaboradores habían fundado para continuar ejerciendo un periodismo crítico, objetivo y de avanzada.

Empecé a leer un artículo de Froylán López Narváez, periodista crítico, conciso y con gran sentido del humor, para llenar el tiempo, en tanto que la plaza se vestía poco a poco de crecientes voces y brillantes colores mientras el coso era regado y monosabios barrían y emparejaban bordes en tanto en el patio de cuadrillas se preparaban los protagonistas del festejo luego de orar en la capilla tomando sus capotes de paseo, en tanto banderilleros y picadores preparaban capotes, banderillas, varas y puyas.

De pronto alguien de la fila de atrás me tocó el hombro y me tendió una bota de vino -Un trago compañero. ¡Salud!-. Giré la cabeza y no reconocí al hombre: boina ladeada, puro en la mano derecha, sonrisa abierta que sólo me dijo –Lo felicito porque es lector-. Atiné a sonreír y a simular un gesto afirmativo. “Es Froylán López Narváez” musitó a su lado, cubriéndose la boca, otro desconocido… Bebí de aquella bota y agradecí el gesto.

Con el tiempo lo seguí leyendo en Proceso y después en la Ciudad de México escuchándolo en programas de radio y TV, especialmente en el Canal 22. Polémico y controvertido, lo recordé hace días pues leí que Froylán López Narváez, maestro de periodistas, escritor agudo y crítico, bailador, taurino, promotor cultural y lector permanente falleció el sábado 6 de este mes a los 81 años de edad.

Apenas el domingo 24 de octubre, había fallecido Ángel Trinidad

Ferreira, otro periodista non quien también vivió la aventura de Excelsior con Julio Shcerer y quien conoció como pocos las redes del poder, la importancia de la verdad, como única técnica del periodismo, y la disposición generosa siempre de alentar a quienes sin narcisismo y protagonismo empezaban o buscaban una oportunidad en el medio. A Ángel lo conocí en andanzas en la Ciudad de México pues fue él junto con Luis Amieva Pérez quienes me abrieron la oportunidad de laborar en el Sol de México y la Organización Editorial Mexicana (OEM) como reportero, columnista, Jefe de Información y Jefe de Redacción.

Ángel tenía el enorme don de la claridad, con un manejo del lenguaje preciso y sencillo, sin ampulosidad, directo; sin barroquismos ni recovecos. Fue reportero y después, como columnista, continuó siéndolo. Dominaba la entrevista, pero jamás abandonó el campo, la calle, la academia, es decir el ser testigo, reporter…

Con el tiempo me invitó a colaborar con Pilar Ferreira en el Canal 13, entonces Imevisión, durante dos años en los programas El Suelo que Pisamos y Detrás de… que fueron un constante abrevar de su sabiduría, sencillez y don de gentes.

Nos volvimos a ver aquí en Querétaro a donde acudió como

Presidente del Jurado –que integraban también Araceli Ardón y Fernando Romero- del Premio Estatal de Periodismo en 1994, mismo que obtuvo el periodista sanjuanense Armando Velazco Nieto (q.e.p.d.) de El Sol de San Juan de quien en su momento destacó: “es un reportero que va al lugar de los hechos; que no espera el boletín ni la declaración oficiosa; él va, es testigo. Sea de día o de noche, en la ciudad, en la carretera o en el campo, él va testifica, recoge rigurosamente los elementos sustantivos y escribe. Expone la verdad, no juzga, no especula, se acota a su papel diáfano de testigo y así sirve a sus lectores y a su comunidad…”

Elogió también en aquel entonces el trabajo de Gilberto Ledezma de Noticias por su reportaje sobre la fiesta patronal de Tolimán y el drama popular por la caída del tradicional Chimal que era levantado en el atrio del templo parroquial.

Froylán López Narváez y Ángel Trinidad Ferreira fueron periodistas que hicieron de la perseverancia y la disciplina, norma de su vida profesional; pertenecieron a una generación de periodistas estudiosos que se formó casi autodidacta a golpe de trabajo arduo tras los avatares de la Revolución. Y que luego de un largo período de casi total sometimiento, supo romper, teniendo como ariete el periódico Excelsior dirigido por Julio Sherer, décadas de atonía y conformismo.

Ambos periodistas, sufrieron el golpe de 1976 y ambos supieron discernir y continuar con la lucha por el ejercicio pleno de la libertad de expresión en distintos medios que con el tiempo cristalizó en frutos nítidos, pese a insuficiencias y a retos ante nuevas e intensas formas de comunicación.


Froylán López Narváez.


Ángel Trinidad Ferreira.

Llegamos a la Plaza de Toros Santa María con bastante tiempo de anticipación. Por economía, nuestro lugar preferido era la andanada de sombra y por ello había que llegar lo más temprano posible para tener un buen lugar, pues en ese entonces la plaza se llenaba – alguien escribió en ese entonces de mediados de la década de los años 70 del siglo pasado que la Santa María era la Catedral del Toreo en México pues la Plaza México estaba cerrada-.

Luego de subir por las escalerillas alcanzamos nuestra “barrera de primera fila” en las alturas.

Bajo el brazo llevaba yo el último número de Proceso revista política nacida del golpe a Excesior que Julio Scherer y varios de sus colaboradores habían fundado para continuar ejerciendo un periodismo crítico, objetivo y de avanzada.

Empecé a leer un artículo de Froylán López Narváez, periodista crítico, conciso y con gran sentido del humor, para llenar el tiempo, en tanto que la plaza se vestía poco a poco de crecientes voces y brillantes colores mientras el coso era regado y monosabios barrían y emparejaban bordes en tanto en el patio de cuadrillas se preparaban los protagonistas del festejo luego de orar en la capilla tomando sus capotes de paseo, en tanto banderilleros y picadores preparaban capotes, banderillas, varas y puyas.

De pronto alguien de la fila de atrás me tocó el hombro y me tendió una bota de vino -Un trago compañero. ¡Salud!-. Giré la cabeza y no reconocí al hombre: boina ladeada, puro en la mano derecha, sonrisa abierta que sólo me dijo –Lo felicito porque es lector-. Atiné a sonreír y a simular un gesto afirmativo. “Es Froylán López Narváez” musitó a su lado, cubriéndose la boca, otro desconocido… Bebí de aquella bota y agradecí el gesto.

Con el tiempo lo seguí leyendo en Proceso y después en la Ciudad de México escuchándolo en programas de radio y TV, especialmente en el Canal 22. Polémico y controvertido, lo recordé hace días pues leí que Froylán López Narváez, maestro de periodistas, escritor agudo y crítico, bailador, taurino, promotor cultural y lector permanente falleció el sábado 6 de este mes a los 81 años de edad.

Apenas el domingo 24 de octubre, había fallecido Ángel Trinidad

Ferreira, otro periodista non quien también vivió la aventura de Excelsior con Julio Shcerer y quien conoció como pocos las redes del poder, la importancia de la verdad, como única técnica del periodismo, y la disposición generosa siempre de alentar a quienes sin narcisismo y protagonismo empezaban o buscaban una oportunidad en el medio. A Ángel lo conocí en andanzas en la Ciudad de México pues fue él junto con Luis Amieva Pérez quienes me abrieron la oportunidad de laborar en el Sol de México y la Organización Editorial Mexicana (OEM) como reportero, columnista, Jefe de Información y Jefe de Redacción.

Ángel tenía el enorme don de la claridad, con un manejo del lenguaje preciso y sencillo, sin ampulosidad, directo; sin barroquismos ni recovecos. Fue reportero y después, como columnista, continuó siéndolo. Dominaba la entrevista, pero jamás abandonó el campo, la calle, la academia, es decir el ser testigo, reporter…

Con el tiempo me invitó a colaborar con Pilar Ferreira en el Canal 13, entonces Imevisión, durante dos años en los programas El Suelo que Pisamos y Detrás de… que fueron un constante abrevar de su sabiduría, sencillez y don de gentes.

Nos volvimos a ver aquí en Querétaro a donde acudió como

Presidente del Jurado –que integraban también Araceli Ardón y Fernando Romero- del Premio Estatal de Periodismo en 1994, mismo que obtuvo el periodista sanjuanense Armando Velazco Nieto (q.e.p.d.) de El Sol de San Juan de quien en su momento destacó: “es un reportero que va al lugar de los hechos; que no espera el boletín ni la declaración oficiosa; él va, es testigo. Sea de día o de noche, en la ciudad, en la carretera o en el campo, él va testifica, recoge rigurosamente los elementos sustantivos y escribe. Expone la verdad, no juzga, no especula, se acota a su papel diáfano de testigo y así sirve a sus lectores y a su comunidad…”

Elogió también en aquel entonces el trabajo de Gilberto Ledezma de Noticias por su reportaje sobre la fiesta patronal de Tolimán y el drama popular por la caída del tradicional Chimal que era levantado en el atrio del templo parroquial.

Froylán López Narváez y Ángel Trinidad Ferreira fueron periodistas que hicieron de la perseverancia y la disciplina, norma de su vida profesional; pertenecieron a una generación de periodistas estudiosos que se formó casi autodidacta a golpe de trabajo arduo tras los avatares de la Revolución. Y que luego de un largo período de casi total sometimiento, supo romper, teniendo como ariete el periódico Excelsior dirigido por Julio Sherer, décadas de atonía y conformismo.

Ambos periodistas, sufrieron el golpe de 1976 y ambos supieron discernir y continuar con la lucha por el ejercicio pleno de la libertad de expresión en distintos medios que con el tiempo cristalizó en frutos nítidos, pese a insuficiencias y a retos ante nuevas e intensas formas de comunicación.


Froylán López Narváez.


Ángel Trinidad Ferreira.