/ miércoles 30 de diciembre de 2020

Contraluz | Año Nuevo


Estamos a punto de dejar el Año Viejo, año de dificultades, pandemia, depresión económica, confinamiento, cuestionamientos bioéticos, reflexión trascendente e inmanente; año de lecciones olvidadas, de políticas zigzagueantes, de caminos bifurcados, de elecciones individuales y colectivas inciertas, pero también de esperanzas vivas, de innovación y de cambio.

Cruzamos recientemente por la Navidad, que celebra la unión entre Dios hecho hombre y el mundo real; y estamos ahora ante otra celebración que festeja la secuencia temporal, la noción del cambio constante, el deseo y el amor, la renovación cíclica del universo, la vegetación y la vida.

Y sobre todo la revitalización del deseo de plenitud, es decir, de unión con lo que nos falta. El ritual de Año Nuevo celebra cada Nochevieja la verdad de lo eterno y la nimiedad del tiempo.

Ese que es sólo una magnitud física con que se mide la duración o separación de acontecimientos. Ese que permite ordenar los sucesos en secuencias, estableciendo un pasado, un futuro y un presente cambiante, móvil que pretendemos atrapar en certezas; ese que nació hace unos 15 mil millones de años con un fenómeno cósmico llamado

Big Bang o "gran estallido" que dio origen, en ese preciso instante, al Universo: materia, energía, espacio y… tiempo.

En ello pensaba cuando el lunes, precisamente el día 28, nos llegó la noticia del fallecimiento del compositor e intérprete Armando Manzanero pilar del bolero y en general de la música romántica del México moderno.

Músico y cantor de cepa, líder, además de autores y compositores de México, Armando Manzanero supo plasmar el sentimiento romántico – amor y desamor- gracias a su inspiración musical genuina y sin par, y al uso de un lenguaje sencillo, claro y accesible a todos que trascendió fronteras.

Yucateco a mucha honra, Armando Manzanero se dedicó desde la infancia a la música, constituyéndose en heredero capital de la vasta y espléndida tradición de la canción yucateca, encarnada en Ricardo

Palmerín, Guty Cárdenas, Pepe Domínguez, Pastor Cervera, Luis Demetrio y muchos más.

Víctima del Covid 19, Armando Manzanero falleció a los 85 años de edad luego de recibir reconocimientos internacionales como el Billboard y nacionales como el Museo que lleva su nombre, en su tierra natal, Mérida.

Inspirado autor y compositor, trabajó desde los ocho años en que se inició en estudios de guitarra, en el ámbito musical como pianista, arreglista, productor y líder sindical.

Arribó pasados los 20 años al entonces Distrito Federal con un bagaje de sueños e ilusiones que poco a poco se fueron transformando en realidades: acompañó a Angélica María en diversos covers –“Eddy Eddy” el más conocido- y a su paisano Luis Demetrio que popularizó “Voy a apagar la luz”. Entonces sus composiciones empezaron a ser conocidas, apreciadas y cantadas en México, Puerto Rico y Brasil. Cumplidos los 30 años, una suplencia por indisposición de Vic Dana –

“Rosas Rojas para una dama triste”- a quien acompañaba al piano en un centro nocturno del DF, lo lanzó como intérprete a la fama internacional.

Vinieron entonces sus grandes éxitos internacionales en Puerto Rico con Boby Cappó; en Brasil, con Roberto Carlos y Elis Regina; en Estados Unidos con Elvis Presley, Tony Bennet, Perry Como y Vicky Carr, y en prácticamente todo el mundo.

Decenas de cantantes y lo siguieron desde entonces con producciones que lograron enorme éxito: Carlos Lico, Angélica María, Marco Antonio Muñiz, Tania Libertad, Juan Gabriel, José José, Olga

Guillot, Carmela y Rafael, María Medina, Luis Miguel, Bronco… Sencillo de trato, modesto y siempre trabajador, la muerte lo alcanzó en un recodo del camino marcado por el Covid.

Para él, que conocía de acordes y secuencias complejas que resolvía con sentido y habilidad diáfanos, más que el tiempo, existían los sentimientos y las emociones: “Adoro”, “No”, “Contigo aprendí”, “No se tú”, “Todavía”, “Nada personal”, “Somos novios”, “Esta tarde vi llover” y decenas de cantos más, constatan su fina inspiración y romanticismo con que inundó innumerables espacios en presentaciones, grabaciones, cine, radio y televisión.

Hoy que ha fallecido vale anotar su deseo de que fuese despedido con el dúo con Paulina Aguirre del tema “Cuando me vaya de aquí”. Así, el Añoviejo nos ha dejado duelos, penas e incertidumbres; y la reflexión y lección profunda de volver un poco a la humildad, a reconocer nuestros límites, a reaprender la importancia de lo trascendente, a reordenar nuestro espacio, a diferenciar el triunfo del éxito, a valorar con presteza la salud, la belleza, la verdad y el amor.

El Año Nuevo, deseamos todos, será mejor.


Estamos a punto de dejar el Año Viejo, año de dificultades, pandemia, depresión económica, confinamiento, cuestionamientos bioéticos, reflexión trascendente e inmanente; año de lecciones olvidadas, de políticas zigzagueantes, de caminos bifurcados, de elecciones individuales y colectivas inciertas, pero también de esperanzas vivas, de innovación y de cambio.

Cruzamos recientemente por la Navidad, que celebra la unión entre Dios hecho hombre y el mundo real; y estamos ahora ante otra celebración que festeja la secuencia temporal, la noción del cambio constante, el deseo y el amor, la renovación cíclica del universo, la vegetación y la vida.

Y sobre todo la revitalización del deseo de plenitud, es decir, de unión con lo que nos falta. El ritual de Año Nuevo celebra cada Nochevieja la verdad de lo eterno y la nimiedad del tiempo.

Ese que es sólo una magnitud física con que se mide la duración o separación de acontecimientos. Ese que permite ordenar los sucesos en secuencias, estableciendo un pasado, un futuro y un presente cambiante, móvil que pretendemos atrapar en certezas; ese que nació hace unos 15 mil millones de años con un fenómeno cósmico llamado

Big Bang o "gran estallido" que dio origen, en ese preciso instante, al Universo: materia, energía, espacio y… tiempo.

En ello pensaba cuando el lunes, precisamente el día 28, nos llegó la noticia del fallecimiento del compositor e intérprete Armando Manzanero pilar del bolero y en general de la música romántica del México moderno.

Músico y cantor de cepa, líder, además de autores y compositores de México, Armando Manzanero supo plasmar el sentimiento romántico – amor y desamor- gracias a su inspiración musical genuina y sin par, y al uso de un lenguaje sencillo, claro y accesible a todos que trascendió fronteras.

Yucateco a mucha honra, Armando Manzanero se dedicó desde la infancia a la música, constituyéndose en heredero capital de la vasta y espléndida tradición de la canción yucateca, encarnada en Ricardo

Palmerín, Guty Cárdenas, Pepe Domínguez, Pastor Cervera, Luis Demetrio y muchos más.

Víctima del Covid 19, Armando Manzanero falleció a los 85 años de edad luego de recibir reconocimientos internacionales como el Billboard y nacionales como el Museo que lleva su nombre, en su tierra natal, Mérida.

Inspirado autor y compositor, trabajó desde los ocho años en que se inició en estudios de guitarra, en el ámbito musical como pianista, arreglista, productor y líder sindical.

Arribó pasados los 20 años al entonces Distrito Federal con un bagaje de sueños e ilusiones que poco a poco se fueron transformando en realidades: acompañó a Angélica María en diversos covers –“Eddy Eddy” el más conocido- y a su paisano Luis Demetrio que popularizó “Voy a apagar la luz”. Entonces sus composiciones empezaron a ser conocidas, apreciadas y cantadas en México, Puerto Rico y Brasil. Cumplidos los 30 años, una suplencia por indisposición de Vic Dana –

“Rosas Rojas para una dama triste”- a quien acompañaba al piano en un centro nocturno del DF, lo lanzó como intérprete a la fama internacional.

Vinieron entonces sus grandes éxitos internacionales en Puerto Rico con Boby Cappó; en Brasil, con Roberto Carlos y Elis Regina; en Estados Unidos con Elvis Presley, Tony Bennet, Perry Como y Vicky Carr, y en prácticamente todo el mundo.

Decenas de cantantes y lo siguieron desde entonces con producciones que lograron enorme éxito: Carlos Lico, Angélica María, Marco Antonio Muñiz, Tania Libertad, Juan Gabriel, José José, Olga

Guillot, Carmela y Rafael, María Medina, Luis Miguel, Bronco… Sencillo de trato, modesto y siempre trabajador, la muerte lo alcanzó en un recodo del camino marcado por el Covid.

Para él, que conocía de acordes y secuencias complejas que resolvía con sentido y habilidad diáfanos, más que el tiempo, existían los sentimientos y las emociones: “Adoro”, “No”, “Contigo aprendí”, “No se tú”, “Todavía”, “Nada personal”, “Somos novios”, “Esta tarde vi llover” y decenas de cantos más, constatan su fina inspiración y romanticismo con que inundó innumerables espacios en presentaciones, grabaciones, cine, radio y televisión.

Hoy que ha fallecido vale anotar su deseo de que fuese despedido con el dúo con Paulina Aguirre del tema “Cuando me vaya de aquí”. Así, el Añoviejo nos ha dejado duelos, penas e incertidumbres; y la reflexión y lección profunda de volver un poco a la humildad, a reconocer nuestros límites, a reaprender la importancia de lo trascendente, a reordenar nuestro espacio, a diferenciar el triunfo del éxito, a valorar con presteza la salud, la belleza, la verdad y el amor.

El Año Nuevo, deseamos todos, será mejor.