/ viernes 25 de marzo de 2022

Contraluz | Batallón de San Patricio

Cuando nace Estados Unidos, más de dos terceras partes de su territorio actual pertenecía a España. Durante los primeros años de existencia, coincidiendo con una época convulsa en España, el nuevo país consiguió multiplicar sus dominios, gracias a la victoria en diversos conflictos, así como a pactos con otros estados, como el Tratado de Adams-Onís mediante el cual el joven país consiguió integrar a sus dominios Florida y Oregon.

Con el Tratado de París de 1783, las trece colonias fundadoras se independizaron de Reino Unido formando los Estados Unidos de América: Massachusetts, New Hampshire, Rhode Island, Connecticut,

Nueva York, Pensilvania, New Jersey, Delaware, Maryland, Virginia, Carolina del Norte, Carolina del Sur y Georgia (territorios actuales de Massachusetts, Maine, New Hampshire, Rhode Island, Connecticut, Nueva York, Vermont, New Jersey, Pensilvania, Delaware, Maryland, Virginia, Kentuchy, Virginia Occidental, Carolina del Norte, Tennesse, Carolina del Sur, Georgia, Alabama y Mississippi).

Los estadounidenses obtuvieron más de lo que imaginaban cuando en 1803 Napoleón Bonaparte se ofreció a venderles todo el Territorio de Luisiana de 828 mil millas cuadradas que España le había regresado a través de un pacto secreto. El Tratado de Cesión del 30 de abril de 1803 dio a los Estados Unidos todo el Territorio de Luisiana… por 15 millones de dólares.

El Tratado Adams-Onís fue firmado el 22 de febrero de 1819 y ratificado en 1821; por parte de España lo suscribió Luis de Onís, ministro plenipotenciario de España en Washington, y por parte de Estado Unidos John Quincy Adams, secretario de Estado y, años más tarde sexto presidente de dicha nación.

A través de ese pacto, España recibió la “plena soberanía” de Texas a cambio de ceder Florida y Oregón (cuya importancia percibía escasa debido a su situación remota). Fue así como Estados Unidos consiguió llegar a la costa oeste gracias al dominio que adquirió de Oregón… además de que nunca pagó los cinco millones de dólares prometidos por Florida.

Tras la independencia de México de España en 1821, este mismo acuerdo sirvió para fijar las fronteras entre el estado naciente y Estados Unidos.

Vinieron entonces la Junta Provisional de Gobierno y luego el Imperio de Agustín de Iturbide en medio de divisiones, cobros de facturas militares y atonía en el Congreso Constituyente que no atinaba a trabajar en la Carta Magna de la nueva nación, que era su encargo principal.

Fue en medio de ese tiempo confuso y de gobierno en bancarrota que apareció en Veracruz el 18 de octubre de 1822 un personaje misterioso que fue atendido espléndidamente por don Antonio López de Santa Ana quien lo provee de escolta para llegar a la Ciudad de México donde sin ninguna representación formal se entrevista con el emperador Agustín de Iturbide ante quien esboza torvas intenciones de anexión; así como con diputados, embajadores, clérigos y comerciantes ante quienes propone abiertamente la opción de una república federal –como Estados Unidos-. Bajo la manga guarda su interés en bajar primero la línea limítrofe entre ambas naciones, del Río Nueces al Río Bravo; y de plano la expansión de su país a costa de todo el territorio de Texas. Juan Francisco Azcárate quien dialogó con él a solicitud de Iturbide explicó: “Percibí que la idea era absorberse toda la Provincia de Texas y parte del Reino de León… tomarse la mayor parte de la provincia de Coahuila, la Sonora y California Baja, toda la Alta y Nuevo México”. Poco antes de la visita de Joel N. Poinsset, el 17 de enero de 1821, el norteamericano Moisés Austin, con el argumento de ayudar a familias irlandesas, obtuvo del gobernador de las provincias internas de oriente, general Joaquín Arredondo la concesión de 300 mil acres de tierra –un acre = 4,047 m2- para establecer a 300 familias de esa nacionalidad, obviamente católica, en la provincia de Texas, perteneciente a la Nueva España, próxima a consumar su Independencia. Moisés Austin falleció el 1 de junio de 1821, heredando la concesión su hijo Esteban, a quien se la ratificó el gobierno de Agustín de Iturbide en 1822 y al año siguiente el Congreso mexicano que ejerció funciones administrativas. La segunda colonia, autorizada a Esteban Austin, se pobló efectivamente con irlandeses llamándola San Patricio por el patrono de su país, en la orilla norte del río Nueces, que marcaba el límite entre Texas y Tamaulipas, antiguo Nuevo Santander a 335 kilómetros de la villa de Matamoros, antes Congregación del Refugio.

Los colonos de San Patricio desde el momento que se establecieron en territorio mexicano, se mostraron muy agradecidos y ligados a nuestra república trabajando la tierra con tesón y organizando su comunidad en el derecho y la libertad. Pero no duró mucho tiempo este bienestar puesto que los demás extranjeros introducidos sin control a la provincia de Texas eran norteamericanos protestantes, con las consignas de exigir leyes federalistas –que en la coyuntura convenían más a la ambición de Estados Unidos- contrarias a las que regían en la nación mexicana, exigiendo además libertad de cultos.

Fueron ellos, secundados por mercenarios, también estadunidenses, quienes se sublevaron muy pronto originando la guerra de Texas hasta que esa provincia declaró su independencia el 2 de marzo de 1836, convirtiéndose en república autónoma hasta 1845, en que fue anexada a Estados Unidos significando este hecho el inicio de la agresión estadunidense a nuestra patria, misma que culminó con el despojo de las de la mitad del territorio nacional mediante el Tratado de Guadalupe Hidalgo el 2 de febrero de 1948, cumpliéndose al pie de la letra el sueño del “republicano” Joel N. Poinsett.

Fue en este deleznable trance cuando emergió la gesta de la Compañía de San Patricio, irlandeses radicados en Texas, llamados a tropa para la invasión a México comandada por Zacarías Taylor, quienes tras la ocupación de Matamoros, liderados por John O´Reilly –que había luchado en su patria contra la presión inglesa-, se cambiaron al campo mexicano considerando injusta la invasión.

El Batallón de San Patricio combatió con las fuerzas mexicanas en Monterrey, Angostura, Padierna y Churubusco, donde sus integrantes se batieron con reconocida valentía.

La mayoría de los integrantes del Batallón de San Patricio falleció en combates. O´Reilly se salvó de ser ahorcado pero fue marcado con hierro en el rostro. Él decidió quedarse a vivir en México donde se casó y tuvo familia.

Muchos de los integrantes del batallón fueron hechos prisioneros en la Hacienda de Portales tras los combates de Padierna y Churubusco. La corte marcial norteamericana reunida en Tacubaya en 8 de septiembre de 1847 sentenció a 16 a ser ahorcados en la Plaza de San Jacinto en San Ángel; cuatro más fueron ejecutados en Mixcoac. Y alrededor de 50 recibieron 200 azotes cada uno, fueron marcados con una “D” de desertor en una mejilla; asimismo, asignados a trabajos forzados y torturados brutalmente mientras concluía el conflicto en el que México perdió más de la mitad de su territorio.

La gesta de los irlandeses de llamado Batallón de San Patricio, que con gran valor y corriendo todos los riesgos cambiaron de bando ante la injusta invasión y lucharon por México, es un episodio nacional que habla de honor y que debiera ser más conocido y enseñado en las escuelas como ejemplo de humanismo, heroicidad y dignidad.

Cuando nace Estados Unidos, más de dos terceras partes de su territorio actual pertenecía a España. Durante los primeros años de existencia, coincidiendo con una época convulsa en España, el nuevo país consiguió multiplicar sus dominios, gracias a la victoria en diversos conflictos, así como a pactos con otros estados, como el Tratado de Adams-Onís mediante el cual el joven país consiguió integrar a sus dominios Florida y Oregon.

Con el Tratado de París de 1783, las trece colonias fundadoras se independizaron de Reino Unido formando los Estados Unidos de América: Massachusetts, New Hampshire, Rhode Island, Connecticut,

Nueva York, Pensilvania, New Jersey, Delaware, Maryland, Virginia, Carolina del Norte, Carolina del Sur y Georgia (territorios actuales de Massachusetts, Maine, New Hampshire, Rhode Island, Connecticut, Nueva York, Vermont, New Jersey, Pensilvania, Delaware, Maryland, Virginia, Kentuchy, Virginia Occidental, Carolina del Norte, Tennesse, Carolina del Sur, Georgia, Alabama y Mississippi).

Los estadounidenses obtuvieron más de lo que imaginaban cuando en 1803 Napoleón Bonaparte se ofreció a venderles todo el Territorio de Luisiana de 828 mil millas cuadradas que España le había regresado a través de un pacto secreto. El Tratado de Cesión del 30 de abril de 1803 dio a los Estados Unidos todo el Territorio de Luisiana… por 15 millones de dólares.

El Tratado Adams-Onís fue firmado el 22 de febrero de 1819 y ratificado en 1821; por parte de España lo suscribió Luis de Onís, ministro plenipotenciario de España en Washington, y por parte de Estado Unidos John Quincy Adams, secretario de Estado y, años más tarde sexto presidente de dicha nación.

A través de ese pacto, España recibió la “plena soberanía” de Texas a cambio de ceder Florida y Oregón (cuya importancia percibía escasa debido a su situación remota). Fue así como Estados Unidos consiguió llegar a la costa oeste gracias al dominio que adquirió de Oregón… además de que nunca pagó los cinco millones de dólares prometidos por Florida.

Tras la independencia de México de España en 1821, este mismo acuerdo sirvió para fijar las fronteras entre el estado naciente y Estados Unidos.

Vinieron entonces la Junta Provisional de Gobierno y luego el Imperio de Agustín de Iturbide en medio de divisiones, cobros de facturas militares y atonía en el Congreso Constituyente que no atinaba a trabajar en la Carta Magna de la nueva nación, que era su encargo principal.

Fue en medio de ese tiempo confuso y de gobierno en bancarrota que apareció en Veracruz el 18 de octubre de 1822 un personaje misterioso que fue atendido espléndidamente por don Antonio López de Santa Ana quien lo provee de escolta para llegar a la Ciudad de México donde sin ninguna representación formal se entrevista con el emperador Agustín de Iturbide ante quien esboza torvas intenciones de anexión; así como con diputados, embajadores, clérigos y comerciantes ante quienes propone abiertamente la opción de una república federal –como Estados Unidos-. Bajo la manga guarda su interés en bajar primero la línea limítrofe entre ambas naciones, del Río Nueces al Río Bravo; y de plano la expansión de su país a costa de todo el territorio de Texas. Juan Francisco Azcárate quien dialogó con él a solicitud de Iturbide explicó: “Percibí que la idea era absorberse toda la Provincia de Texas y parte del Reino de León… tomarse la mayor parte de la provincia de Coahuila, la Sonora y California Baja, toda la Alta y Nuevo México”. Poco antes de la visita de Joel N. Poinsset, el 17 de enero de 1821, el norteamericano Moisés Austin, con el argumento de ayudar a familias irlandesas, obtuvo del gobernador de las provincias internas de oriente, general Joaquín Arredondo la concesión de 300 mil acres de tierra –un acre = 4,047 m2- para establecer a 300 familias de esa nacionalidad, obviamente católica, en la provincia de Texas, perteneciente a la Nueva España, próxima a consumar su Independencia. Moisés Austin falleció el 1 de junio de 1821, heredando la concesión su hijo Esteban, a quien se la ratificó el gobierno de Agustín de Iturbide en 1822 y al año siguiente el Congreso mexicano que ejerció funciones administrativas. La segunda colonia, autorizada a Esteban Austin, se pobló efectivamente con irlandeses llamándola San Patricio por el patrono de su país, en la orilla norte del río Nueces, que marcaba el límite entre Texas y Tamaulipas, antiguo Nuevo Santander a 335 kilómetros de la villa de Matamoros, antes Congregación del Refugio.

Los colonos de San Patricio desde el momento que se establecieron en territorio mexicano, se mostraron muy agradecidos y ligados a nuestra república trabajando la tierra con tesón y organizando su comunidad en el derecho y la libertad. Pero no duró mucho tiempo este bienestar puesto que los demás extranjeros introducidos sin control a la provincia de Texas eran norteamericanos protestantes, con las consignas de exigir leyes federalistas –que en la coyuntura convenían más a la ambición de Estados Unidos- contrarias a las que regían en la nación mexicana, exigiendo además libertad de cultos.

Fueron ellos, secundados por mercenarios, también estadunidenses, quienes se sublevaron muy pronto originando la guerra de Texas hasta que esa provincia declaró su independencia el 2 de marzo de 1836, convirtiéndose en república autónoma hasta 1845, en que fue anexada a Estados Unidos significando este hecho el inicio de la agresión estadunidense a nuestra patria, misma que culminó con el despojo de las de la mitad del territorio nacional mediante el Tratado de Guadalupe Hidalgo el 2 de febrero de 1948, cumpliéndose al pie de la letra el sueño del “republicano” Joel N. Poinsett.

Fue en este deleznable trance cuando emergió la gesta de la Compañía de San Patricio, irlandeses radicados en Texas, llamados a tropa para la invasión a México comandada por Zacarías Taylor, quienes tras la ocupación de Matamoros, liderados por John O´Reilly –que había luchado en su patria contra la presión inglesa-, se cambiaron al campo mexicano considerando injusta la invasión.

El Batallón de San Patricio combatió con las fuerzas mexicanas en Monterrey, Angostura, Padierna y Churubusco, donde sus integrantes se batieron con reconocida valentía.

La mayoría de los integrantes del Batallón de San Patricio falleció en combates. O´Reilly se salvó de ser ahorcado pero fue marcado con hierro en el rostro. Él decidió quedarse a vivir en México donde se casó y tuvo familia.

Muchos de los integrantes del batallón fueron hechos prisioneros en la Hacienda de Portales tras los combates de Padierna y Churubusco. La corte marcial norteamericana reunida en Tacubaya en 8 de septiembre de 1847 sentenció a 16 a ser ahorcados en la Plaza de San Jacinto en San Ángel; cuatro más fueron ejecutados en Mixcoac. Y alrededor de 50 recibieron 200 azotes cada uno, fueron marcados con una “D” de desertor en una mejilla; asimismo, asignados a trabajos forzados y torturados brutalmente mientras concluía el conflicto en el que México perdió más de la mitad de su territorio.

La gesta de los irlandeses de llamado Batallón de San Patricio, que con gran valor y corriendo todos los riesgos cambiaron de bando ante la injusta invasión y lucharon por México, es un episodio nacional que habla de honor y que debiera ser más conocido y enseñado en las escuelas como ejemplo de humanismo, heroicidad y dignidad.