/ viernes 12 de agosto de 2022

Contraluz | El sino de María Grever


Hay cantos y música que se extienden por los tiempos en oleajes de eternidad. Son los cantos y música que se conservan impávidos en la memoria de la especie pese a los cambios tecnológicos, al bombardeo incesante y creciente de nuevas ofertas, a la dispersión y multiplicación de técnicas y estilos, a la imposición de constantes cambios por modas…

En ese tenor se encuentran muchos cantos y música de María Grever –María Joaquina de la Portilla Torres (1885)-, enorme compositora mexicana quien fallecida hace más de 70 años (1951) vive y pervive mediante su obra en hondas emociones que provocan su palabra y su canto casi siempre sufriente y atormentado.

Era una niña prodigio, tanto que su padre la llevó muy joven con Claude Debussy y posteriormente con Franz Lehár para que estudiara piano y composición cuando apenas era adolescente.

María Joaquina había nacido en León, Guanajuato hija de un exitoso comerciante andaluz, Francisco de la Portilla y de la tapatía Julia Torres Hernández, el 14 de septiembre de 1885.

Su padre trasladó a la familia a Sevilla cuando ella tendría apenas cuatro años. Allá, junto con sus tres hermanitos mayores, Francisco, José y Mercedes, inició estudios particulares de inglés, francés, piano y canto.

María Joaquina descolló pronto en el ámbito musical. A los nueve años compuso un villancico que se cantó en la Navidad del Colegio del Sagrado Corazón donde estudiaba, motivo por el cual se encuentra una placa alusiva en dicha institución.

Entre 1899 y 1900 viajó con su padre a París con el deseo de entrevistarse con Claude Debussy, quien junto con Maurice Ravel llenaba el momento impresionista musical francés, quien fue su maestro por breve tiempo; poco después lo fue el compositor austriaco Franz

Lehár quien fue decisivo en su formación musical:: “Él influyó mucho en mi carrera artística. Recuerdo, confesaría ya adulta, que siempre me aconsejó que no me sujetara a la técnica musical, que fuera espontánea y sincera. Toda mi música tiene ese sello, la sentía y la escribía casi sin pensar, nunca fui rebuscada ni perfeccionista y en gran parte se lo debo a Lehár”.

A los dieciocho años publica su primera canción “A una ola” de la que vendió miles de copias.

Retornó a México, se casó a los 22 años con José Augusto Grever, y se fue a vivir a Jalpa, Veracruz; ahí conoció el amor materno, pero también la tristeza al perder a su hija pequeña de seis meses misma que le inspira “Te quiero, dijiste”, también conocida como “Muñequita linda”. En el período álgido de la Revolución, en 1917, con su familia se fue a vivir a Nueva York. De su esposo de quien tomó el apellido, no se sabe más.

María Grever y el tenor José Mojica se conocieron en 1914, cuando éste último fue a Nueva York a los 19 años en busca de fortuna, María Grever lo convenció a él, a Ángel Esquivel, barítono, y a Carmen García Cornejo, soprano, de hacer un cuarteto de grandes voces al que acompañaría el pianista Julio Peimbert para hacer giras por toda la Unión Americana… pero no consiguieron ningún contrato.

Inició entonces un tiempo de lucha y trabajo en el que se le advierte activa, entusiasta promotora, estudiosa y componiendo canciones para las que busca intérpretes buenos, siendo ella una destacada mezzosoprano.

Es unos años después cuando en la voz inconmensurable de José Mojica la canción “Júrame” –que ya había grabado Pilar Arcos-, se vuelve un gran éxito internacional, y que refleja el sentimiento del alma de una mujer atormentada por el sufrimiento.

Cuando Mojica bordea los 30 años, María Grever lo vuelve a buscar y lo encuentra en Chicago donde le confiesa, al ofrecerle su “variado y bello” repertorio: “Mi inspiración entera la debo al amor frustrado. Tengo canciones de nostalgia, de desesperación, de celos, de ilusión y hasta alguna de despecho como ésta -¡mire!- que se llama “Ni de día ni de noche”. (Yo Pecador, Editorial Jus segunda edición 1957).

Su economía no es precisamente solvente; sufre, batalla se esmera, oferta sus creaciones y si bien es aceptada, las regalías y derechos de autor son magros.

Por ello busca y obtiene un contrato de la Paramount para musicalizar películas. Y luego la Metro y la Fox, sin dejar de lado la inspiración para componer temas como “Por si no te vuelvo a ver”, “Volverás”, “Alma mía”, “Tipi tipitin”, “Lamento gitano”, “Cuando vuelva a tu lado”…

“Tiempo después de que musicalicé las películas, tuvimos una racha de mala suerte y tuve que hacer muchas cosas para ayudar a sostener a mi familia. […] Ya entonces algunas de mis composiciones eran un éxito, pero las regalías no dejaban lo suficiente para vivir. Había algunas piezas que todos cantaban, como por ejemplo Júrame […], Bésame, Tipi tipitin, Lamento gitano, México canta y muchas más. Cada vez era más famosa y más pobre. […] En un principio bordé pañuelos, pero mi habilidad con la aguja y mi rapidez no eran tan notorias como mi capacidad para escribir canciones y finalmente terminé por vender mi piano que era mi tesoro”, diría en entrevista a Laura Martí.

Años después, en 1949 cuando se le rindió un gran homenaje en el Teatro Esperanza Iris, María hablaría de su atormentado sino: “yo no sé por qué he nacido, ni crecido junto al llanto…”

María Grever falleció en 1951; no era rica, pero alcanzó a saber un poco de su éxito como eximia compositora.

Entre sus muchos intérpretes se encuentran Enrico Caruso, Nat King Cole, Frank Sinatra, Bing Crosby, Gloria Estefan, José Mojica, Alfonso Ortiz Tirado, Pedro Vargas, Plácido Domingo, Luciano Pavaroti, Alfredo Kraus, Andrea Bocelli, Francisco Araiza, Areta Franklin, Barry Manilow, Diana Ross, Dinah Washington, Libertad Lamarque, Nicolás Urcelay, Hugo Avendaño, Alberto Ángel “El Cuervo”, Vicente Fernández, Javier Solís, Fernando de la Mora, Aída Cuevas, Gigliola Cinquetti, Guadalupe Pineda, José Carreras, Ramón Vargas, Rolando Villazón, Javier Camarena, Juan Diego Flórez, Juan Arvizu, Los Panchos, Luis Miguel,

Natalia Lafourcade y muchos más incluidos varios grupos de Jazz. El canto de María Grever –palabra y música- es oleaje de eternidad que cimbra emociones por su fuerza, por su encanto, por su transparencia y por su verdad.



Hay cantos y música que se extienden por los tiempos en oleajes de eternidad. Son los cantos y música que se conservan impávidos en la memoria de la especie pese a los cambios tecnológicos, al bombardeo incesante y creciente de nuevas ofertas, a la dispersión y multiplicación de técnicas y estilos, a la imposición de constantes cambios por modas…

En ese tenor se encuentran muchos cantos y música de María Grever –María Joaquina de la Portilla Torres (1885)-, enorme compositora mexicana quien fallecida hace más de 70 años (1951) vive y pervive mediante su obra en hondas emociones que provocan su palabra y su canto casi siempre sufriente y atormentado.

Era una niña prodigio, tanto que su padre la llevó muy joven con Claude Debussy y posteriormente con Franz Lehár para que estudiara piano y composición cuando apenas era adolescente.

María Joaquina había nacido en León, Guanajuato hija de un exitoso comerciante andaluz, Francisco de la Portilla y de la tapatía Julia Torres Hernández, el 14 de septiembre de 1885.

Su padre trasladó a la familia a Sevilla cuando ella tendría apenas cuatro años. Allá, junto con sus tres hermanitos mayores, Francisco, José y Mercedes, inició estudios particulares de inglés, francés, piano y canto.

María Joaquina descolló pronto en el ámbito musical. A los nueve años compuso un villancico que se cantó en la Navidad del Colegio del Sagrado Corazón donde estudiaba, motivo por el cual se encuentra una placa alusiva en dicha institución.

Entre 1899 y 1900 viajó con su padre a París con el deseo de entrevistarse con Claude Debussy, quien junto con Maurice Ravel llenaba el momento impresionista musical francés, quien fue su maestro por breve tiempo; poco después lo fue el compositor austriaco Franz

Lehár quien fue decisivo en su formación musical:: “Él influyó mucho en mi carrera artística. Recuerdo, confesaría ya adulta, que siempre me aconsejó que no me sujetara a la técnica musical, que fuera espontánea y sincera. Toda mi música tiene ese sello, la sentía y la escribía casi sin pensar, nunca fui rebuscada ni perfeccionista y en gran parte se lo debo a Lehár”.

A los dieciocho años publica su primera canción “A una ola” de la que vendió miles de copias.

Retornó a México, se casó a los 22 años con José Augusto Grever, y se fue a vivir a Jalpa, Veracruz; ahí conoció el amor materno, pero también la tristeza al perder a su hija pequeña de seis meses misma que le inspira “Te quiero, dijiste”, también conocida como “Muñequita linda”. En el período álgido de la Revolución, en 1917, con su familia se fue a vivir a Nueva York. De su esposo de quien tomó el apellido, no se sabe más.

María Grever y el tenor José Mojica se conocieron en 1914, cuando éste último fue a Nueva York a los 19 años en busca de fortuna, María Grever lo convenció a él, a Ángel Esquivel, barítono, y a Carmen García Cornejo, soprano, de hacer un cuarteto de grandes voces al que acompañaría el pianista Julio Peimbert para hacer giras por toda la Unión Americana… pero no consiguieron ningún contrato.

Inició entonces un tiempo de lucha y trabajo en el que se le advierte activa, entusiasta promotora, estudiosa y componiendo canciones para las que busca intérpretes buenos, siendo ella una destacada mezzosoprano.

Es unos años después cuando en la voz inconmensurable de José Mojica la canción “Júrame” –que ya había grabado Pilar Arcos-, se vuelve un gran éxito internacional, y que refleja el sentimiento del alma de una mujer atormentada por el sufrimiento.

Cuando Mojica bordea los 30 años, María Grever lo vuelve a buscar y lo encuentra en Chicago donde le confiesa, al ofrecerle su “variado y bello” repertorio: “Mi inspiración entera la debo al amor frustrado. Tengo canciones de nostalgia, de desesperación, de celos, de ilusión y hasta alguna de despecho como ésta -¡mire!- que se llama “Ni de día ni de noche”. (Yo Pecador, Editorial Jus segunda edición 1957).

Su economía no es precisamente solvente; sufre, batalla se esmera, oferta sus creaciones y si bien es aceptada, las regalías y derechos de autor son magros.

Por ello busca y obtiene un contrato de la Paramount para musicalizar películas. Y luego la Metro y la Fox, sin dejar de lado la inspiración para componer temas como “Por si no te vuelvo a ver”, “Volverás”, “Alma mía”, “Tipi tipitin”, “Lamento gitano”, “Cuando vuelva a tu lado”…

“Tiempo después de que musicalicé las películas, tuvimos una racha de mala suerte y tuve que hacer muchas cosas para ayudar a sostener a mi familia. […] Ya entonces algunas de mis composiciones eran un éxito, pero las regalías no dejaban lo suficiente para vivir. Había algunas piezas que todos cantaban, como por ejemplo Júrame […], Bésame, Tipi tipitin, Lamento gitano, México canta y muchas más. Cada vez era más famosa y más pobre. […] En un principio bordé pañuelos, pero mi habilidad con la aguja y mi rapidez no eran tan notorias como mi capacidad para escribir canciones y finalmente terminé por vender mi piano que era mi tesoro”, diría en entrevista a Laura Martí.

Años después, en 1949 cuando se le rindió un gran homenaje en el Teatro Esperanza Iris, María hablaría de su atormentado sino: “yo no sé por qué he nacido, ni crecido junto al llanto…”

María Grever falleció en 1951; no era rica, pero alcanzó a saber un poco de su éxito como eximia compositora.

Entre sus muchos intérpretes se encuentran Enrico Caruso, Nat King Cole, Frank Sinatra, Bing Crosby, Gloria Estefan, José Mojica, Alfonso Ortiz Tirado, Pedro Vargas, Plácido Domingo, Luciano Pavaroti, Alfredo Kraus, Andrea Bocelli, Francisco Araiza, Areta Franklin, Barry Manilow, Diana Ross, Dinah Washington, Libertad Lamarque, Nicolás Urcelay, Hugo Avendaño, Alberto Ángel “El Cuervo”, Vicente Fernández, Javier Solís, Fernando de la Mora, Aída Cuevas, Gigliola Cinquetti, Guadalupe Pineda, José Carreras, Ramón Vargas, Rolando Villazón, Javier Camarena, Juan Diego Flórez, Juan Arvizu, Los Panchos, Luis Miguel,

Natalia Lafourcade y muchos más incluidos varios grupos de Jazz. El canto de María Grever –palabra y música- es oleaje de eternidad que cimbra emociones por su fuerza, por su encanto, por su transparencia y por su verdad.