/ viernes 10 de diciembre de 2021

Contraluz | Patrimonio Cultural

En su vigésima reunión anual, el Comité del Patrimonio Mundial de la Unesco reunido en Mérida, Yucatán, en diciembre de 1996 acordó declarar el Acueducto y el centro histórico de la ciudad de Querétaro, Patrimonio de la Humanidad.

Culminaba así una serie de esforzados trabajos en búsqueda del reconocimiento formal a una realidad cultural, histórica, arquitectónica y social que fructificara en nuevo aliento al desarrollo, a la vez que planteaba la responsabilidad de conservación.

Se habían conjuntado por esas fechas los esfuerzos estatales y municipales, acompañados por la Federación, que coronaban con éxito la labor permanente de décadas en que nuestra ciudad se había levantado de la maltrecha situación en la que quedó tras las guerras de Independencia, de invasión extranjera y de Revolución. Destacaba la Unesco en su declaratoria que la Zona de Monumentos del Centro Histórico de Querétaro “es inusual por haber conservado el plano geométrico de las calles de los conquistadores españoles al lado de los callejones retorcidos de los barrios indios. Los otomíes, los tarascos, los chichimecas y los españoles convivían juntos en la ciudad, que es notable por los muchos monumentos barrocos civiles y religiosos ornamentados, con un horizonte que se ha definido desde el siglo XVI”.

Así, la tarde del 7 de diciembre de 1996 el gobernador Enrique Burgos

García, junto al alcalde Jesús Rodríguez Hernández, presidió la reunión de información a todos los sectores de la sociedad, celebrada en el Salón de la Historia del Archivo Histórico.

Ahí planteó que la declaración “debe llenar de orgullo a los queretanos, porque con ello se entra en una nueva vertiente, integrándose la ciudad de Querétaro a una pertenencia mundial, misma que significa también un compromiso para los queretanos en el sentido de conservar nuestra joya colonial”.

El presidente municipal Jesús Rodríguez señaló que la declaratoria “es resultado de la solicitud y conformación de documentos desde 1942 cuando bajo la administración de Noradino Rubio se publicó la primera declaratoria como “Típica Monumental” a la ciudad de Querétaro”. Asentó entonces el alcalde que el reconocimiento tenía que ver con los trabajos permanentes de restauración y mantenimiento del patrimonio de la ciudad y a la participación de la sociedad civil que a lo largo de los años había sabido, además, mantener cultura y tradiciones.

En Mérida el historiador, delegado del Centro Histórico, y promotor de la declaratoria, Carlos Arvizu, había destacado las políticas públicas de las últimas décadas del siglo XX encaminadas a rescatar la calidad del centro histórico tradicional y de las principales obras patrimoniales, así como aliviar presiones por la vía de la descentralización generando vías vehiculares para comunicar mejor la ciudad especialmente de norte a sur, articular el sistema de comunicación por medio de un conjunto de distribuidores urbanos que permitieran el tráfico expedito y “expulsar el tráfico pesado interurbano; impulsar la creación de dos nuevos centros urbanos: sur y norte para reorganizar las actividades de la mancha urbana en torno a tres centros: el tradicional, el sur y el norte”.

“De esta forma, sostuvo, se pretende hacer de Querétaro una ciudad moderna, capaz de responder a los retos de la sociedad globalizadora contemporánea, respetando, al mismo tiempo, el patrimonio cultural celosamente guardado por los queretanos a lo largo de los siglos como parte inherente de su identidad”.

El patrimonio arquitectónico considerado por la Unesco para el nombramiento, incluye el monumental Acueducto erigido en el siglo XVIII por Juan Antonio de Urrutia y Arana; y otros monumentos entre los que destacan la Casa de la Corregidora, el Teatro de la República, el templo de San Agustín, convento de la Santa Cruz, santuario de la Congregación, ex convento de Capuchinas, templo de La Congregación, museos de Arte y Regional de Querétaro, así como plazas y jardines como el jardín Zenea, la Plaza de la Independencia o Plaza de Armas, Plaza de la Constitución y Jardín Guerrero, entre otros.

Desde entonces, Querétaro ha crecido más y se ha desarrollado a ritmos impredecibles.

No sobra recordar que en el bienio 1996-1997 el crecimiento económico en la entidad marcó un hito histórico pues fue de dos dígitos: 12.5 por ciento.

En los últimos 25 años, el turismo ha crecido exponencialmente –con obligado paréntesis por la pandemia-, de lo que dan cuenta los más de 15 mil cuartos de hotel en la entidad, más de 80 por ciento en la zona metropolitana.

El estado rebasa ya los dos millones de habitantes, la mayoría instalados en la zona metropolitana.

Pero como se ha reconocido, el trabajo pertenece a todos los gobiernos de las últimas siete décadas a través de las cuales la regeneración urbana, a la par que el explosivo crecimiento, ha sido permanente. En 70 años se ha dotado a la ciudad de nuevos servicios –drenaje, agua, pavimentación, forestación, adoquín, alumbrado-, y se han rescatado valiosos monumentos arquitectónicos como el Museo de Arte, el Museo Regional, la Casa de la Corregidora, el anexo del templo de Santa Rosa, los portales que circundan Plaza de Armas, calles y avenidas del centro histórico.

En ese lapso se han construido mercados, centros culturales, auditorios, estadios, hospitales, escuelas, universidades y centros de investigación, vialidades, distribuidores viales, centros deportivos, espacios parques de recreo.

Los retos hoy, pese a muchos esfuerzos innegables, son la movilidad, el transporte, el meticuloso cuidado del medio ambiente y la seguridad. Pero por lo pronto, vale reconocer lo que los gobiernos han realizado los últimos 70 años y celebrar los 25 años de la declaratoria de Patrimonio de la Humanidad, recordando que Querétaro, gracias a su gente, ha merecido nuevos nombramientos de Patrimonio de la Humanidad: las Misiones de la Sierra Gorda, el Camino de Tierra

Adentro –compartido con otros estados-; y la declaratoria de

Patrimonio Inmaterial para amplia zona del semidesierto, en especial Tolimán, y sus capillas de indios, plena de valor cultural y simbólico por las costumbres sagradas de los indígenas otomí-chichimecas conservadas hasta la fecha, visualizadas en los oratorios familiares, las festividades patronales, las rutas de peregrinaje, la Peña de Bernal, ésta en Ezequiel Montes, y en general la memoria indígena en sí.

Además, no está de más festejarlo, en los últimos años se han nombrado para Querétaro seis Pueblos Mágicos: Bernal,

Tequisquiapan, Cadereyta, Jalpan, San Joaquín y Amealco. Lo anterior llama a celebrar y a asumir la responsabilidad que a todos compete: preservar nuestro valioso legado, acrecentarlo y entregarlo enriquecido a las generaciones que vienen.

Al develar la placa alusiva el edil de Querétaro Luis Nava, acertó al llamar a toda la población a cuidar nuestro centro histórico pues ciertamente, como dijo: “En nuestro centro histórico, en pocas palabras, caminamos juntos las y los queretanos del hoy y también del ayer. Esa es su magia, la magia de la Zona de Monumentos, la razón del por qué hace 25 años fue reconocida como Patrimonio Cultural por la Unesco, y el por qué estamos hoy llamados a cuidar de ella”.

En su vigésima reunión anual, el Comité del Patrimonio Mundial de la Unesco reunido en Mérida, Yucatán, en diciembre de 1996 acordó declarar el Acueducto y el centro histórico de la ciudad de Querétaro, Patrimonio de la Humanidad.

Culminaba así una serie de esforzados trabajos en búsqueda del reconocimiento formal a una realidad cultural, histórica, arquitectónica y social que fructificara en nuevo aliento al desarrollo, a la vez que planteaba la responsabilidad de conservación.

Se habían conjuntado por esas fechas los esfuerzos estatales y municipales, acompañados por la Federación, que coronaban con éxito la labor permanente de décadas en que nuestra ciudad se había levantado de la maltrecha situación en la que quedó tras las guerras de Independencia, de invasión extranjera y de Revolución. Destacaba la Unesco en su declaratoria que la Zona de Monumentos del Centro Histórico de Querétaro “es inusual por haber conservado el plano geométrico de las calles de los conquistadores españoles al lado de los callejones retorcidos de los barrios indios. Los otomíes, los tarascos, los chichimecas y los españoles convivían juntos en la ciudad, que es notable por los muchos monumentos barrocos civiles y religiosos ornamentados, con un horizonte que se ha definido desde el siglo XVI”.

Así, la tarde del 7 de diciembre de 1996 el gobernador Enrique Burgos

García, junto al alcalde Jesús Rodríguez Hernández, presidió la reunión de información a todos los sectores de la sociedad, celebrada en el Salón de la Historia del Archivo Histórico.

Ahí planteó que la declaración “debe llenar de orgullo a los queretanos, porque con ello se entra en una nueva vertiente, integrándose la ciudad de Querétaro a una pertenencia mundial, misma que significa también un compromiso para los queretanos en el sentido de conservar nuestra joya colonial”.

El presidente municipal Jesús Rodríguez señaló que la declaratoria “es resultado de la solicitud y conformación de documentos desde 1942 cuando bajo la administración de Noradino Rubio se publicó la primera declaratoria como “Típica Monumental” a la ciudad de Querétaro”. Asentó entonces el alcalde que el reconocimiento tenía que ver con los trabajos permanentes de restauración y mantenimiento del patrimonio de la ciudad y a la participación de la sociedad civil que a lo largo de los años había sabido, además, mantener cultura y tradiciones.

En Mérida el historiador, delegado del Centro Histórico, y promotor de la declaratoria, Carlos Arvizu, había destacado las políticas públicas de las últimas décadas del siglo XX encaminadas a rescatar la calidad del centro histórico tradicional y de las principales obras patrimoniales, así como aliviar presiones por la vía de la descentralización generando vías vehiculares para comunicar mejor la ciudad especialmente de norte a sur, articular el sistema de comunicación por medio de un conjunto de distribuidores urbanos que permitieran el tráfico expedito y “expulsar el tráfico pesado interurbano; impulsar la creación de dos nuevos centros urbanos: sur y norte para reorganizar las actividades de la mancha urbana en torno a tres centros: el tradicional, el sur y el norte”.

“De esta forma, sostuvo, se pretende hacer de Querétaro una ciudad moderna, capaz de responder a los retos de la sociedad globalizadora contemporánea, respetando, al mismo tiempo, el patrimonio cultural celosamente guardado por los queretanos a lo largo de los siglos como parte inherente de su identidad”.

El patrimonio arquitectónico considerado por la Unesco para el nombramiento, incluye el monumental Acueducto erigido en el siglo XVIII por Juan Antonio de Urrutia y Arana; y otros monumentos entre los que destacan la Casa de la Corregidora, el Teatro de la República, el templo de San Agustín, convento de la Santa Cruz, santuario de la Congregación, ex convento de Capuchinas, templo de La Congregación, museos de Arte y Regional de Querétaro, así como plazas y jardines como el jardín Zenea, la Plaza de la Independencia o Plaza de Armas, Plaza de la Constitución y Jardín Guerrero, entre otros.

Desde entonces, Querétaro ha crecido más y se ha desarrollado a ritmos impredecibles.

No sobra recordar que en el bienio 1996-1997 el crecimiento económico en la entidad marcó un hito histórico pues fue de dos dígitos: 12.5 por ciento.

En los últimos 25 años, el turismo ha crecido exponencialmente –con obligado paréntesis por la pandemia-, de lo que dan cuenta los más de 15 mil cuartos de hotel en la entidad, más de 80 por ciento en la zona metropolitana.

El estado rebasa ya los dos millones de habitantes, la mayoría instalados en la zona metropolitana.

Pero como se ha reconocido, el trabajo pertenece a todos los gobiernos de las últimas siete décadas a través de las cuales la regeneración urbana, a la par que el explosivo crecimiento, ha sido permanente. En 70 años se ha dotado a la ciudad de nuevos servicios –drenaje, agua, pavimentación, forestación, adoquín, alumbrado-, y se han rescatado valiosos monumentos arquitectónicos como el Museo de Arte, el Museo Regional, la Casa de la Corregidora, el anexo del templo de Santa Rosa, los portales que circundan Plaza de Armas, calles y avenidas del centro histórico.

En ese lapso se han construido mercados, centros culturales, auditorios, estadios, hospitales, escuelas, universidades y centros de investigación, vialidades, distribuidores viales, centros deportivos, espacios parques de recreo.

Los retos hoy, pese a muchos esfuerzos innegables, son la movilidad, el transporte, el meticuloso cuidado del medio ambiente y la seguridad. Pero por lo pronto, vale reconocer lo que los gobiernos han realizado los últimos 70 años y celebrar los 25 años de la declaratoria de Patrimonio de la Humanidad, recordando que Querétaro, gracias a su gente, ha merecido nuevos nombramientos de Patrimonio de la Humanidad: las Misiones de la Sierra Gorda, el Camino de Tierra

Adentro –compartido con otros estados-; y la declaratoria de

Patrimonio Inmaterial para amplia zona del semidesierto, en especial Tolimán, y sus capillas de indios, plena de valor cultural y simbólico por las costumbres sagradas de los indígenas otomí-chichimecas conservadas hasta la fecha, visualizadas en los oratorios familiares, las festividades patronales, las rutas de peregrinaje, la Peña de Bernal, ésta en Ezequiel Montes, y en general la memoria indígena en sí.

Además, no está de más festejarlo, en los últimos años se han nombrado para Querétaro seis Pueblos Mágicos: Bernal,

Tequisquiapan, Cadereyta, Jalpan, San Joaquín y Amealco. Lo anterior llama a celebrar y a asumir la responsabilidad que a todos compete: preservar nuestro valioso legado, acrecentarlo y entregarlo enriquecido a las generaciones que vienen.

Al develar la placa alusiva el edil de Querétaro Luis Nava, acertó al llamar a toda la población a cuidar nuestro centro histórico pues ciertamente, como dijo: “En nuestro centro histórico, en pocas palabras, caminamos juntos las y los queretanos del hoy y también del ayer. Esa es su magia, la magia de la Zona de Monumentos, la razón del por qué hace 25 años fue reconocida como Patrimonio Cultural por la Unesco, y el por qué estamos hoy llamados a cuidar de ella”.