/ viernes 27 de mayo de 2022

Contraluz | Serrat 


La herida del 68 aún estaba fresca. Nuevos vientos advertían nuevas tempestades. La Olimpiada había sido sólo un corto paréntesis sin rescoldo y sin resaca.

La llamada canción de protesta o canto nuevo aparecía en distintas partes del mundo a la par que continuaban las expresiones románticas con intérpretes afamados.

Países hermanos de Centro y Suramérica se mecían entre dictaduras, gorilatos y empeños libertarios en tanto que la cruenta lucha en un Vietnam dividido por las potencias tras la II Guerra Mundial, se eternizaba.

En 1968 ocurrieron en más de 50 países de todo el mundo, incluidos Alemania, Suiza, Estados Unidos y por supuesto México, protestas estudiantiles con distintas demandas iniciadas por estudiantes franceses en París, el mes de mayo, lo que costó la caída de Charles de Gaulle, héroe de la Guerra.

Un aire de rebeldía ganaba espacios y altura a la par que se extendía el llamado internacionalismo que hablaba de problemas y demandas globales.

El fenómeno de los Beatles había irrumpido a mediados de los años sesenta, seguidos por Rolling Sones y por una cauda de nuevos grupos musicales que surgían en todos los continentes marcando tiempos de cambio, de nuevas formas de convivencia, acodado por el surgimiento de nuevas formas de existencialismo y la contracultura cuyo mayor signo fue el movimiento hippie cuya consigna de paz y amor sintetizaba el rechazo a la violencia, a la guerra fría, al establishment, a la injusta distribución de la riqueza, a la represión y al autoritarismo que militarista que campeaba en buena parte del mundo. Aunque habían quedado atrás los tiempos de la postguerra Europa vivía aún días de miedos y divisiones con la carrera armamentista y la guerra fría.

El arte entonces dio amplia voz a los reclamos: literatura, poesía, pintura, danza, cine, música y canto, dieron cuenta de anhelos, verdades, retos, aflicciones y alegrías.

Ocurrió entonces que como siempre, la canción popular, música y poesía, dio cuenta de verdades, afanes, retos, aflicciones y alegrías. Bob Dylan, Joan Baez, Janis Joplin Jimmy Hendrix alzaron sus voces en Estados Unidos. En Francia Jacques Brel, nacido en Bélgica, y George Brassens, entre otros, ironizaron sus tiempos y cantaron contra la violencia.

Fue tiempo también de rebeldías en América Latina donde el canto nuevo fue manantial de audacias y arengas más o menos subrepticias en boca de Cafrune, Atahualpa, Mercedes Sosa, los hermanos Violenta y Nicanor Parra, Carlos Mejía Godoy, Pablo Milanés, Silvio Rodríguez, etc.

En España enaltecieron rebeldía y sabiduría canora Paco Ibáñez, Víctor Manuel, el argentino Alberto Cortez, Cecilia, Patxi Andión, Amancio Prada, Luis Eduardo Auté, Mari Trini y posteriormente Joaquín Sabina.

Pero quien emergió sobre todos fue un joven catalán que estudiando agricultura y mecánica –torno, fresa, etc.-, había sabido abrevar, acompañado de su guitarra, sapiencia, audacia y rebeldía en su entorno social y familiar: Joan Manuel Serrat.

Se dio a conocer con composiciones propias así como con la musicalización de textos de poetas españoles en especial Antonio Machado lo que en muy poco tiempo lo encumbró.

Su fama fue más allá cuando, designado para representar a España en Festival de Eurovisión de 1968 con la canción “La la la” a celebrarse en Londres, decidió cantarla en catalán, lengua y símbolo de su tierra, en la que había escrito sus primeras canciones y cuya extinción parecía alentar el gobierno central del dictador Francisco Franco, su posición fue rechazada y fue Massiel quien la cantó. Ello le ganó persecución al tiempo que fue ignorado por los medios de comunicación.

Su tiempo se extendió después entre éxitos y persecuciones. Siendo quizá la más importante la que hizo que en 1976 se exiliara temporalmente en México.

Lo demás fue su confirmación como el principal cantante y compositor en lengua hispana –América Latina lo recibió con los brazos abiertos-; dejando además constancia de una poesía y musicalidad completa, redonda, armónica y sincera.

Mediterráneo fue la canción votada como la más importante de España en el Siglo XX.

Penélope compuesta al alimón con Augusto Algueró es también un clásico que no se perderá en el tiempo.

Y como ellas, muchas más: Tu nombre me sabe a hierba, Lucía, Tío Alberto, La Fiesta, Señora, Hoy puede ser un gran día, La mujer que yo quiero, Aquellas pequeñas cosas, Esos locos bajitos, etc.

Como gran himno quedó su versión de Cantares musicalización del enorme poema de Antonio Machado.

Entre otras muchas aportaciones, a su cuenta está también la producción de “El Sur también existe” con poesía del uruguayo Mario Benedetti.

Compañero ideal no desdeñó una buena relación con sus colegas: con música de Alberto Cortés cantó Retrato y Las Moscas de Antonio Machado así como “Las nanas de las cebollas” de Miguel Hernández.

En catalán cantó canciones de Jacques Brel como Les Vieux.

Posteriormente hizo giras internacionales. En compañía de Víctor Manuel, Ana Belén y Miguel Ríos al finalizar la década de los 90 tuve oportunidad de verlo en la Plaza México. Y después compartió con Joaquín Sabina al menos dos exitosas giras.

A fines del año pasado anunció que se retiraría de los escenarios mediante despedidas “personales” durante este año empezando en abril con un concierto en Nueva York.

En México se despidió la semana anterior con dos conciertos en el Auditorio Nacional lleno a plenitud.

Ahí dejó constancia y huella de su inigualable y largo andar de 58 años en los escenarios, donde ha prodigado su canto, redondo, claro, acabado; cantó también cosas nuestras como “Un mundo raro” de José Alfredo Jiménez y “La Golondrina”; su canto fue de gratitud. Como posdata quedaron sus palabras de angustia y rabia ante lo poco que se hace hoy en el mundo en favor del medio ambiente que heredaremos a las nuevas generaciones.

En fin, es la de Joan Manuel Serrat -; El Noi del Poble-Sec o El Nano- una larga y lúcida historia de arte, poesía, música, creatividad y compromiso, que cierra el capítulo de los escenarios para reservarse otros, el de la buena familia y la atención al cualquier asomo de la inspiración.

Con un afecto especial por Querétaro Joan Manuel Serrat actuó varias veces en nuestra ciudad siendo las últimas el 19 de febrero de 2014 en el Auditorio Josefa Ortiz de Domínguez; el 13 de noviembre de 2015 en el mismo Auditorio acompañado sólo con su guitarra y con su pianista de cabecera Ricard Miralles.

La última ocasión estuvo acompañado por Joaquín Sabina el 13 de diciembre de 2019 en su gira “No hay dos sin tres”.



La herida del 68 aún estaba fresca. Nuevos vientos advertían nuevas tempestades. La Olimpiada había sido sólo un corto paréntesis sin rescoldo y sin resaca.

La llamada canción de protesta o canto nuevo aparecía en distintas partes del mundo a la par que continuaban las expresiones románticas con intérpretes afamados.

Países hermanos de Centro y Suramérica se mecían entre dictaduras, gorilatos y empeños libertarios en tanto que la cruenta lucha en un Vietnam dividido por las potencias tras la II Guerra Mundial, se eternizaba.

En 1968 ocurrieron en más de 50 países de todo el mundo, incluidos Alemania, Suiza, Estados Unidos y por supuesto México, protestas estudiantiles con distintas demandas iniciadas por estudiantes franceses en París, el mes de mayo, lo que costó la caída de Charles de Gaulle, héroe de la Guerra.

Un aire de rebeldía ganaba espacios y altura a la par que se extendía el llamado internacionalismo que hablaba de problemas y demandas globales.

El fenómeno de los Beatles había irrumpido a mediados de los años sesenta, seguidos por Rolling Sones y por una cauda de nuevos grupos musicales que surgían en todos los continentes marcando tiempos de cambio, de nuevas formas de convivencia, acodado por el surgimiento de nuevas formas de existencialismo y la contracultura cuyo mayor signo fue el movimiento hippie cuya consigna de paz y amor sintetizaba el rechazo a la violencia, a la guerra fría, al establishment, a la injusta distribución de la riqueza, a la represión y al autoritarismo que militarista que campeaba en buena parte del mundo. Aunque habían quedado atrás los tiempos de la postguerra Europa vivía aún días de miedos y divisiones con la carrera armamentista y la guerra fría.

El arte entonces dio amplia voz a los reclamos: literatura, poesía, pintura, danza, cine, música y canto, dieron cuenta de anhelos, verdades, retos, aflicciones y alegrías.

Ocurrió entonces que como siempre, la canción popular, música y poesía, dio cuenta de verdades, afanes, retos, aflicciones y alegrías. Bob Dylan, Joan Baez, Janis Joplin Jimmy Hendrix alzaron sus voces en Estados Unidos. En Francia Jacques Brel, nacido en Bélgica, y George Brassens, entre otros, ironizaron sus tiempos y cantaron contra la violencia.

Fue tiempo también de rebeldías en América Latina donde el canto nuevo fue manantial de audacias y arengas más o menos subrepticias en boca de Cafrune, Atahualpa, Mercedes Sosa, los hermanos Violenta y Nicanor Parra, Carlos Mejía Godoy, Pablo Milanés, Silvio Rodríguez, etc.

En España enaltecieron rebeldía y sabiduría canora Paco Ibáñez, Víctor Manuel, el argentino Alberto Cortez, Cecilia, Patxi Andión, Amancio Prada, Luis Eduardo Auté, Mari Trini y posteriormente Joaquín Sabina.

Pero quien emergió sobre todos fue un joven catalán que estudiando agricultura y mecánica –torno, fresa, etc.-, había sabido abrevar, acompañado de su guitarra, sapiencia, audacia y rebeldía en su entorno social y familiar: Joan Manuel Serrat.

Se dio a conocer con composiciones propias así como con la musicalización de textos de poetas españoles en especial Antonio Machado lo que en muy poco tiempo lo encumbró.

Su fama fue más allá cuando, designado para representar a España en Festival de Eurovisión de 1968 con la canción “La la la” a celebrarse en Londres, decidió cantarla en catalán, lengua y símbolo de su tierra, en la que había escrito sus primeras canciones y cuya extinción parecía alentar el gobierno central del dictador Francisco Franco, su posición fue rechazada y fue Massiel quien la cantó. Ello le ganó persecución al tiempo que fue ignorado por los medios de comunicación.

Su tiempo se extendió después entre éxitos y persecuciones. Siendo quizá la más importante la que hizo que en 1976 se exiliara temporalmente en México.

Lo demás fue su confirmación como el principal cantante y compositor en lengua hispana –América Latina lo recibió con los brazos abiertos-; dejando además constancia de una poesía y musicalidad completa, redonda, armónica y sincera.

Mediterráneo fue la canción votada como la más importante de España en el Siglo XX.

Penélope compuesta al alimón con Augusto Algueró es también un clásico que no se perderá en el tiempo.

Y como ellas, muchas más: Tu nombre me sabe a hierba, Lucía, Tío Alberto, La Fiesta, Señora, Hoy puede ser un gran día, La mujer que yo quiero, Aquellas pequeñas cosas, Esos locos bajitos, etc.

Como gran himno quedó su versión de Cantares musicalización del enorme poema de Antonio Machado.

Entre otras muchas aportaciones, a su cuenta está también la producción de “El Sur también existe” con poesía del uruguayo Mario Benedetti.

Compañero ideal no desdeñó una buena relación con sus colegas: con música de Alberto Cortés cantó Retrato y Las Moscas de Antonio Machado así como “Las nanas de las cebollas” de Miguel Hernández.

En catalán cantó canciones de Jacques Brel como Les Vieux.

Posteriormente hizo giras internacionales. En compañía de Víctor Manuel, Ana Belén y Miguel Ríos al finalizar la década de los 90 tuve oportunidad de verlo en la Plaza México. Y después compartió con Joaquín Sabina al menos dos exitosas giras.

A fines del año pasado anunció que se retiraría de los escenarios mediante despedidas “personales” durante este año empezando en abril con un concierto en Nueva York.

En México se despidió la semana anterior con dos conciertos en el Auditorio Nacional lleno a plenitud.

Ahí dejó constancia y huella de su inigualable y largo andar de 58 años en los escenarios, donde ha prodigado su canto, redondo, claro, acabado; cantó también cosas nuestras como “Un mundo raro” de José Alfredo Jiménez y “La Golondrina”; su canto fue de gratitud. Como posdata quedaron sus palabras de angustia y rabia ante lo poco que se hace hoy en el mundo en favor del medio ambiente que heredaremos a las nuevas generaciones.

En fin, es la de Joan Manuel Serrat -; El Noi del Poble-Sec o El Nano- una larga y lúcida historia de arte, poesía, música, creatividad y compromiso, que cierra el capítulo de los escenarios para reservarse otros, el de la buena familia y la atención al cualquier asomo de la inspiración.

Con un afecto especial por Querétaro Joan Manuel Serrat actuó varias veces en nuestra ciudad siendo las últimas el 19 de febrero de 2014 en el Auditorio Josefa Ortiz de Domínguez; el 13 de noviembre de 2015 en el mismo Auditorio acompañado sólo con su guitarra y con su pianista de cabecera Ricard Miralles.

La última ocasión estuvo acompañado por Joaquín Sabina el 13 de diciembre de 2019 en su gira “No hay dos sin tres”.