/ lunes 30 de noviembre de 2020

Desde la Izquierda|Alianzas pero con la sociedad

No soy partidario de los caminos cortos en materia electoral, considero que las alianzas electorales dejan de ser éticas cuando se privilegia exclusivamente la conquista del poder, sin arroparse de los principios ideológicos y programáticos que implicaría un ejercicio de gobierno para y con los ciudadanos, como lo pretende hacer morena con satélites como el PVEM con quienes no tienen coincidencia alguna.

Diferente es una alianza opositora que apueste por una representación distinta y la redistribución del poder en un modelo de gobierno que ha desquiciado a la nación, son la única forma de frenar un proyecto que privilegia el desastre en un ambiente político enrarecido, violento y encrespado.

Por eso se vuelve imperativo analizar a detalle que negocian y qué intercambian los partidos políticos que pretendan ir en una alianza, de este análisis habrá de desprenderse una aprobación de militantes, simpatizantes y ciudadanos sobre esos pactos, alianzas y experiencias transfuguistas, de igual forma ver que pretende una propuesta de integración estratégica en función de los protagonistas, que son las élites, los partidos y los candidatos. El asunto se vuelve complejo cuando esa capacidad de negociación no se pone al servicio de la gobernabilidad democrática, la experiencia dice que lejos de privilegiar eso lo que termina por presentarse comúnmente es una institucionalización perversa de los partidos al servicio de una elección, de intereses obscuros y de ciertas personalidades.

En últimas fechas hemos visto como en Nuevo León y San Luis Potosí se han presentado inconformidades para cerrar alianzas, tanto de izquierda como de derecha, que han obligado a abortarlas; hoy los militantes entienden que no es justificable un acuerdo en torno a la simple conquista del poder, lo ven más como un proceso de supervivencia que implica la discusión del programa y la plataforma política electoral, el candidato que habrá de encabezarla, las posiciones que juegan todos y el compromiso posterior de que esa plataforma será la guía de un nuevo gobierno.

Las alianzas no siempre son exitosas ni tampoco fortalecen a todos los partidos, hemos visto por ejemplo que el PRD siendo un partido de izquierda se desdibujó haciendo una alianza con el PAN casi hasta perder el registro.

La construcción de alianzas transitan por una línea muy delgada de escrutinio social, corriendo el riesgo de que el foco de atención se centre solamente en la consolidación de un tipo de democracia, que por cierto ha sido duramente llamada como oligárquica, cleptómana y neopatrimonialista. Las alianzas más válidas son con la sociedad y los grupos organizados, no entre partidos, en donde éstos deben hacer suyas sus agendas sin limitaciones cohesionandose en un solo proyecto.

Ulises Gómez de la Rosa

Correo: ulisesgrmx@yahoo.com.mx

Face book @Ulises Gómez R

Twitter @Ulisesgrmx

No soy partidario de los caminos cortos en materia electoral, considero que las alianzas electorales dejan de ser éticas cuando se privilegia exclusivamente la conquista del poder, sin arroparse de los principios ideológicos y programáticos que implicaría un ejercicio de gobierno para y con los ciudadanos, como lo pretende hacer morena con satélites como el PVEM con quienes no tienen coincidencia alguna.

Diferente es una alianza opositora que apueste por una representación distinta y la redistribución del poder en un modelo de gobierno que ha desquiciado a la nación, son la única forma de frenar un proyecto que privilegia el desastre en un ambiente político enrarecido, violento y encrespado.

Por eso se vuelve imperativo analizar a detalle que negocian y qué intercambian los partidos políticos que pretendan ir en una alianza, de este análisis habrá de desprenderse una aprobación de militantes, simpatizantes y ciudadanos sobre esos pactos, alianzas y experiencias transfuguistas, de igual forma ver que pretende una propuesta de integración estratégica en función de los protagonistas, que son las élites, los partidos y los candidatos. El asunto se vuelve complejo cuando esa capacidad de negociación no se pone al servicio de la gobernabilidad democrática, la experiencia dice que lejos de privilegiar eso lo que termina por presentarse comúnmente es una institucionalización perversa de los partidos al servicio de una elección, de intereses obscuros y de ciertas personalidades.

En últimas fechas hemos visto como en Nuevo León y San Luis Potosí se han presentado inconformidades para cerrar alianzas, tanto de izquierda como de derecha, que han obligado a abortarlas; hoy los militantes entienden que no es justificable un acuerdo en torno a la simple conquista del poder, lo ven más como un proceso de supervivencia que implica la discusión del programa y la plataforma política electoral, el candidato que habrá de encabezarla, las posiciones que juegan todos y el compromiso posterior de que esa plataforma será la guía de un nuevo gobierno.

Las alianzas no siempre son exitosas ni tampoco fortalecen a todos los partidos, hemos visto por ejemplo que el PRD siendo un partido de izquierda se desdibujó haciendo una alianza con el PAN casi hasta perder el registro.

La construcción de alianzas transitan por una línea muy delgada de escrutinio social, corriendo el riesgo de que el foco de atención se centre solamente en la consolidación de un tipo de democracia, que por cierto ha sido duramente llamada como oligárquica, cleptómana y neopatrimonialista. Las alianzas más válidas son con la sociedad y los grupos organizados, no entre partidos, en donde éstos deben hacer suyas sus agendas sin limitaciones cohesionandose en un solo proyecto.

Ulises Gómez de la Rosa

Correo: ulisesgrmx@yahoo.com.mx

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Twitter @Ulisesgrmx

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