/ domingo 2 de octubre de 2022

El cronista sanjuanense | 1881. Un padre colombiano en San Juan del Río

Uno de tantos extranjeros que transitaron por este cruce de todos los caminos que es San Juan del Río, Querétaro, lo fue el sacerdote colombiano Federico Cornelio Aguilar, quien en el año 1881 estuvo en la ciudad.

Sabemos de sus andanzas gracias a la publicación de varios artículos en el periódico El Pasatiempo de Bogotá. En estos textos, contó lo que vio al visitar San Juan del Río.

"La ciudad de San Juan del Río se compone de una larga y ancha calle adornada de árboles y, enantes, llena de mesones, posadas y caballerizas para los pasajeros y animales que allí pernoctaban indefectiblemente en sus viajes de norte a sur y de sur a norte. Fuera de esa ancha calle, que parte desde el soberbio puente de cal y canto, levantado por el virrey de Alburquerque sobre el seco y pedregoso río que baña la ciudad, hay dos o tres con buenos edificios, y multitud de callejuelas estrechas y tortuosas que forman un verdadero laberinto al norte y sur de esta calle ancha.”

Claramente se refiere a la Avenida Juárez y al Puente de la Historia, además que describe característica traza urbana del viejo San Juan, lo que es el actual Centro Histórico de la ciudad.

Continúa describiendo:

“Sus edificios de adobe y azotea son casi todos de un solo piso y la ciudad se halla ceñida de un cinturón de arboledas y de huertas, donde crecen el membrillo, de que se fabrica vino, el perón, el durazno y la uva. Tiene cinco o seis templos buenos, entre otros uno transformado recientemente en iglesia del Corazón de Jesús, tres plazas adornadas de árboles, porque en México, Chile, Costa Rica, etc., etc.; en una palabra, en todas las ciudades de Europa y América que pretenden tener el título de civilizadas se han eliminado los caños para que transiten carruajes y se han adornado las plazas y paseos públicos.”

El padre Cornelio da cuenta también, como muchos otros en sus crónicas, de las afamadas y muy fructíferas huertas sanjuanenses. Hace referencia al actual templo parroquial de San Juan Bautista que por muchos años fue nombrado del Sagrado Corazón de Jesús. Dice que “se han eliminado los caños”, se refiere a que las callejuelas dejaron de ser arroyos, charcas y demás, para permitir más bien el tránsito de los vehículos de la época. Destaca el embellecimiento de las plazas, calles, etc.

“Sólo en países donde toda la vida se reduce a politiquear y a pelear, en países donde las municipalidades no atienden sino a las pillerías eleccionarias y en donde domina un raizalismo retrogrado, sólo allí se ven todavía las plazas desnudas y sin adornos de árboles, jardines, estatuas, etc. y las calles surcadas por caños que impiden la circulación de vehículos de ruedas.

La propiedad urbana y raíz del distrito de San Juan del Río está calculada en $1 933 207, sobresaliendo entre sus 17 haciendas y 38 ranchos la del capitalista Iturbe (La Llave), uno de los más ricos de México, quien ha edificado en su predio un elegante palacio de $100 000 de costo.

San Juan del Río vivía antes de los pasajeros y carga que en él hacían escala y de la agricultura que le produce trigo, maíz y frijol, artículos de un inmenso consumo en toda la república, donde los frijoles y las tortillas (arepas) son la comida indispensable de los pobres y de los ricos mexicanos.

Con el ferrocarril cegóse la primera de esas dos fuentes de riqueza, pues al presente los trenes del norte y del sur se cruzan en la estación de San Juan del Río, distante una milla de la ciudad, precisamente a la hora del almuerzo, y un especulador francés monopoliza en su caro restaurante y en su carísima cantina a todos los viajeros que diariamente le dejan sonantes granizadas de pesos fuertes. Una línea de tranvías, recientemente establecida, comunica el centro de población con el ferrocarril".

Federico C. Aguilar nació en Bogotá en 1834; ordenado como sacerdote jesuita, retirado después, pero continuó con su quehacer clerical. A México vino en 1881 y conoció estados en la ruta de Veracruz a México y buena parte del Bajío. Este relato sobre San Juan del Río se integra en el libro recopilatorio Desde la otra orilla. Miradas extranjeras sobre Querétaro, de José N. Iturriaga.


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Uno de tantos extranjeros que transitaron por este cruce de todos los caminos que es San Juan del Río, Querétaro, lo fue el sacerdote colombiano Federico Cornelio Aguilar, quien en el año 1881 estuvo en la ciudad.

Sabemos de sus andanzas gracias a la publicación de varios artículos en el periódico El Pasatiempo de Bogotá. En estos textos, contó lo que vio al visitar San Juan del Río.

"La ciudad de San Juan del Río se compone de una larga y ancha calle adornada de árboles y, enantes, llena de mesones, posadas y caballerizas para los pasajeros y animales que allí pernoctaban indefectiblemente en sus viajes de norte a sur y de sur a norte. Fuera de esa ancha calle, que parte desde el soberbio puente de cal y canto, levantado por el virrey de Alburquerque sobre el seco y pedregoso río que baña la ciudad, hay dos o tres con buenos edificios, y multitud de callejuelas estrechas y tortuosas que forman un verdadero laberinto al norte y sur de esta calle ancha.”

Claramente se refiere a la Avenida Juárez y al Puente de la Historia, además que describe característica traza urbana del viejo San Juan, lo que es el actual Centro Histórico de la ciudad.

Continúa describiendo:

“Sus edificios de adobe y azotea son casi todos de un solo piso y la ciudad se halla ceñida de un cinturón de arboledas y de huertas, donde crecen el membrillo, de que se fabrica vino, el perón, el durazno y la uva. Tiene cinco o seis templos buenos, entre otros uno transformado recientemente en iglesia del Corazón de Jesús, tres plazas adornadas de árboles, porque en México, Chile, Costa Rica, etc., etc.; en una palabra, en todas las ciudades de Europa y América que pretenden tener el título de civilizadas se han eliminado los caños para que transiten carruajes y se han adornado las plazas y paseos públicos.”

El padre Cornelio da cuenta también, como muchos otros en sus crónicas, de las afamadas y muy fructíferas huertas sanjuanenses. Hace referencia al actual templo parroquial de San Juan Bautista que por muchos años fue nombrado del Sagrado Corazón de Jesús. Dice que “se han eliminado los caños”, se refiere a que las callejuelas dejaron de ser arroyos, charcas y demás, para permitir más bien el tránsito de los vehículos de la época. Destaca el embellecimiento de las plazas, calles, etc.

“Sólo en países donde toda la vida se reduce a politiquear y a pelear, en países donde las municipalidades no atienden sino a las pillerías eleccionarias y en donde domina un raizalismo retrogrado, sólo allí se ven todavía las plazas desnudas y sin adornos de árboles, jardines, estatuas, etc. y las calles surcadas por caños que impiden la circulación de vehículos de ruedas.

La propiedad urbana y raíz del distrito de San Juan del Río está calculada en $1 933 207, sobresaliendo entre sus 17 haciendas y 38 ranchos la del capitalista Iturbe (La Llave), uno de los más ricos de México, quien ha edificado en su predio un elegante palacio de $100 000 de costo.

San Juan del Río vivía antes de los pasajeros y carga que en él hacían escala y de la agricultura que le produce trigo, maíz y frijol, artículos de un inmenso consumo en toda la república, donde los frijoles y las tortillas (arepas) son la comida indispensable de los pobres y de los ricos mexicanos.

Con el ferrocarril cegóse la primera de esas dos fuentes de riqueza, pues al presente los trenes del norte y del sur se cruzan en la estación de San Juan del Río, distante una milla de la ciudad, precisamente a la hora del almuerzo, y un especulador francés monopoliza en su caro restaurante y en su carísima cantina a todos los viajeros que diariamente le dejan sonantes granizadas de pesos fuertes. Una línea de tranvías, recientemente establecida, comunica el centro de población con el ferrocarril".

Federico C. Aguilar nació en Bogotá en 1834; ordenado como sacerdote jesuita, retirado después, pero continuó con su quehacer clerical. A México vino en 1881 y conoció estados en la ruta de Veracruz a México y buena parte del Bajío. Este relato sobre San Juan del Río se integra en el libro recopilatorio Desde la otra orilla. Miradas extranjeras sobre Querétaro, de José N. Iturriaga.


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