/ domingo 24 de marzo de 2019

El Cronista Sanjuanense

Los túneles

Mucho se ha comentado sobre la existencia de túneles en el centro histórico de San Juan del Río, sin embargo, muy poco se puede comprobar pues sólo la descripción oral llega hasta nuestros oídos y se queda en el “dicen” tradicional que nos deja, por lo menos descripciones de épocas que vivieron los sanjuanenses desde la colonia hasta nuestros días. Don Lupe Trejo contaba que él encontró un túnel en alguna parte de la rivera del río San Juan, entre la presa Lomo de Toro y la ranchería de Guadalupe de las Peñas, en donde la corriente hace ligera curva antes de llegar a la famosa Huerta Grande y que con otros amigos penetraron un poco, pero por la humedad y oscuridad que había, optaron por regresar otro día llevando algunos implementos; así lo hicieron y entonces pudieron entrar más de cincuenta metros en dirección oriente, solo que su aventura se vio interrumpida porque encontraron completamente bloqueado aquello que pareció un túnel hecho a mano.


El hoy cronista emérito, don José Velázquez Quintanar, dice que el Padre Trejito había contado al señor cura Guillermo Romero que él sabía de la existencia de los túneles, mismos que habían servido como escondite de los vasos sagrados en la época osornista, cuando el presidente Calles ordenó cerrar los templos y, años más tarde, el propio cura Romero tuvo la iniciativa, en 1942, de construir unas criptas bajo el templo del Sagrado Corazón de Jesús, que hoy es la parroquia de San Juan Bautista, aprovechando el túnel que salía hacia el norte. Posiblemente haya algo de cierto en este relato, pues en 1941 -cuenta el mismo José Velázquez-, que era acólito y jugaba junto con otros chiquillos a las “escondidas” entre los templos de la antigua Parroquia de Españoles (hoy Santuario Diocesano de Nuestra Señora de Guadalupe) y el del Sagrado Corazón de Jesús; su compañero Reyes Enríquez, se les perdió por algún tiempo y pensaron que se había ido a su casa, sin embargo, a la hora de los bautizos, se presentó todo espantado, diciendo que se había perdido en un túnel que se encontraba en la huerta cuya entrada estaba disimulada atrás del altar que está junto al púlpito del templo que era la Parroquia de Españoles y que en la oscuridad caminó mucho sin poder encontrar la salida. Los monaguillos se entusiasmaron por vivir esta aventura y entrar al túnel, sin embargo, el sacristán don Luisito Sánchez, descubrió sus intenciones y contándoselo al cura Romero a punto estuvo de correrlos prohibiéndoles estrictamente acercarse a aquel lugar. Años después, don José Velázquez cuenta que escuchó decir a don Crisóforo Méndez, hombre de reconocida honorabilidad y por lo mismo de absoluta confianza, que su padre fue depositario de los tesoros de la Iglesia en épocas difíciles, cuando el cura don José María Flores enfrentó el periodo juarista y la persecución que se intensificó en 1867, y sólo el señor Méndez conocía el lugar en donde se escondían aquellos valores religiosos, que era precisamente en uno de esos túneles.


Lo de los túneles de San Juan del Río, es una leyenda, una de tantas como la absurda y ridícula que cuenta que el Puente de la Historia fue cimentado con cadáveres o cráneos de niños a principios del siglo XVIII. La única verdad es que se trata de la antigua acequia del pueblo, la que casi inmediato a la conquista de San Juan del Río, fue construida para surtir del líquido al reciente poblado. Era una zanja o pequeño canal que tomaba agua del río, entraba por la parte baja de Las Peñitas, seguía por la antigua huerta de La Viña, entraba de lleno al pueblo hoy por debajo de las casas de las calles Allende y Galeana, cruzaba la Calle Real seguía al lado de la Casa de las Diligencias y continuaba hoy bajo las casas del lado poniente de la calle 16 de Septiembre siguiendo por debajo de los templos principales. Continuaba por la calle Hidalgo pasando la de Morelos y torcer justo en la esquina con la de Rayón para continuar hoy bajo las casas localizadas sobre el lado norte de la calle Morelos hasta salir por la de Álvaro Obregón y más allá hasta el barrio del Espíritu Santo y volver a unirse con el río. La acequia es muy antigua y aún podemos ver vestigios de ella en inmediaciones de Las Peñitas, que son las que a simple vista se pueden observar porque, como ya lo dije, hoy va por debajo de las casas. La acequia fue construida de modo que se adaptara al caudal y el nivel de las zonas por donde avanzaba, es decir, si se necesitaba retener un poco el agua para abastecer con mayor caudal, entonces era más alta o más ancha y/o más profunda, de modo que hiciera una especia de vado, es por ello que, al menos en lo que se puede entrar hoy parece un gran túnel, pero definitivamente no lo es.

Los túneles

Mucho se ha comentado sobre la existencia de túneles en el centro histórico de San Juan del Río, sin embargo, muy poco se puede comprobar pues sólo la descripción oral llega hasta nuestros oídos y se queda en el “dicen” tradicional que nos deja, por lo menos descripciones de épocas que vivieron los sanjuanenses desde la colonia hasta nuestros días. Don Lupe Trejo contaba que él encontró un túnel en alguna parte de la rivera del río San Juan, entre la presa Lomo de Toro y la ranchería de Guadalupe de las Peñas, en donde la corriente hace ligera curva antes de llegar a la famosa Huerta Grande y que con otros amigos penetraron un poco, pero por la humedad y oscuridad que había, optaron por regresar otro día llevando algunos implementos; así lo hicieron y entonces pudieron entrar más de cincuenta metros en dirección oriente, solo que su aventura se vio interrumpida porque encontraron completamente bloqueado aquello que pareció un túnel hecho a mano.


El hoy cronista emérito, don José Velázquez Quintanar, dice que el Padre Trejito había contado al señor cura Guillermo Romero que él sabía de la existencia de los túneles, mismos que habían servido como escondite de los vasos sagrados en la época osornista, cuando el presidente Calles ordenó cerrar los templos y, años más tarde, el propio cura Romero tuvo la iniciativa, en 1942, de construir unas criptas bajo el templo del Sagrado Corazón de Jesús, que hoy es la parroquia de San Juan Bautista, aprovechando el túnel que salía hacia el norte. Posiblemente haya algo de cierto en este relato, pues en 1941 -cuenta el mismo José Velázquez-, que era acólito y jugaba junto con otros chiquillos a las “escondidas” entre los templos de la antigua Parroquia de Españoles (hoy Santuario Diocesano de Nuestra Señora de Guadalupe) y el del Sagrado Corazón de Jesús; su compañero Reyes Enríquez, se les perdió por algún tiempo y pensaron que se había ido a su casa, sin embargo, a la hora de los bautizos, se presentó todo espantado, diciendo que se había perdido en un túnel que se encontraba en la huerta cuya entrada estaba disimulada atrás del altar que está junto al púlpito del templo que era la Parroquia de Españoles y que en la oscuridad caminó mucho sin poder encontrar la salida. Los monaguillos se entusiasmaron por vivir esta aventura y entrar al túnel, sin embargo, el sacristán don Luisito Sánchez, descubrió sus intenciones y contándoselo al cura Romero a punto estuvo de correrlos prohibiéndoles estrictamente acercarse a aquel lugar. Años después, don José Velázquez cuenta que escuchó decir a don Crisóforo Méndez, hombre de reconocida honorabilidad y por lo mismo de absoluta confianza, que su padre fue depositario de los tesoros de la Iglesia en épocas difíciles, cuando el cura don José María Flores enfrentó el periodo juarista y la persecución que se intensificó en 1867, y sólo el señor Méndez conocía el lugar en donde se escondían aquellos valores religiosos, que era precisamente en uno de esos túneles.


Lo de los túneles de San Juan del Río, es una leyenda, una de tantas como la absurda y ridícula que cuenta que el Puente de la Historia fue cimentado con cadáveres o cráneos de niños a principios del siglo XVIII. La única verdad es que se trata de la antigua acequia del pueblo, la que casi inmediato a la conquista de San Juan del Río, fue construida para surtir del líquido al reciente poblado. Era una zanja o pequeño canal que tomaba agua del río, entraba por la parte baja de Las Peñitas, seguía por la antigua huerta de La Viña, entraba de lleno al pueblo hoy por debajo de las casas de las calles Allende y Galeana, cruzaba la Calle Real seguía al lado de la Casa de las Diligencias y continuaba hoy bajo las casas del lado poniente de la calle 16 de Septiembre siguiendo por debajo de los templos principales. Continuaba por la calle Hidalgo pasando la de Morelos y torcer justo en la esquina con la de Rayón para continuar hoy bajo las casas localizadas sobre el lado norte de la calle Morelos hasta salir por la de Álvaro Obregón y más allá hasta el barrio del Espíritu Santo y volver a unirse con el río. La acequia es muy antigua y aún podemos ver vestigios de ella en inmediaciones de Las Peñitas, que son las que a simple vista se pueden observar porque, como ya lo dije, hoy va por debajo de las casas. La acequia fue construida de modo que se adaptara al caudal y el nivel de las zonas por donde avanzaba, es decir, si se necesitaba retener un poco el agua para abastecer con mayor caudal, entonces era más alta o más ancha y/o más profunda, de modo que hiciera una especia de vado, es por ello que, al menos en lo que se puede entrar hoy parece un gran túnel, pero definitivamente no lo es.