/ domingo 5 de mayo de 2019

El Cronista Sanjuanense

Pozo de Santa María de Guadalupe


Su construcción no tiene fecha precisa pero debió haber ocurrido en la primera mitad del siglo XIX. Allí llegaba el agua al centro de la villa y los aguadores llenaban sus baldes y se iban a venderla. Aparece en un plano de San Juan del Río del año 1864. Está registrado en el Catálogo de Bienes Inmuebles Históricos de la ciudad de San Juan del Río, por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y se trata en realidad de las ruinas, hoy restauradas, de lo que funcionó como fuente de agua en la época antigua.

El foso tiene en su parte superior una inscripción: "Foso de María Stma. de Guadalupe año de 186...", que podría hacer alusión a una primera restauración. En dicho foso se surtían los aguadores que ofrecían servicio de abastecimiento a los pobladores de la ciudad, conociéndose de hecho la actual calle Hermenegildo Galeana como la antigua Calle de los Aguadores. Se encuentra ubicado delante de la cuchilla que forman las calles de Galeana y Allende.

El edificio se compone de troje en ruinas y fuente restaurada. Parte de la edificación que se menciona como troje fue de una huerta de las que había desde la antigüedad en toda esa zona que es la margen del río San Juan. Para finales del siglo XIX funcionó en esa propiedad un molino de harina y tiempo después fue una de las grandes huertas de San Juan del Río, junto con La Viña y la Huerta Grande, es por ello que se le conocía como la huerta del molino.

El pozo conservaba una viga de madera al centro sobre la cual colgaba una cuerda con el recipiente a llenar, tenía un pretil bajo de cantera ya muy desgastado debido al apoyo de los pies de los aguadores que hacían fuerza para tirar de la cuerda a través de la viga con el recipiente lleno. Su profundidad desde el nivel de la calle hasta el fondo era de más de tres metros. El agua que alimentaba el pozo provenía de filtraciones del río San Juan, cercano a él y de la que bajaba en el subsuelo desde “Las Peñitas”. Esta zona de la ciudad está fincada sobre suelo de cantera y tepetate cuyo grosor es variable y bajo él corre un manto freático que permitió en muchos lugares la construcción de pozos en los que el agua se encontró a muy poca profundidad, de la que brotó agua que se había purificado gracias a la filtración mineral.

El pozo fue hecho de cantera unida con lodo, su interior probablemente recubierto con estuco, y al frente y laterales con adornos de los mismos materiales. Tenía una cruz en su parte superior, sobre la peana esférica al centro, misma que se perdió. Tiene además un nicho que resguardó una imagen de la Virgen de Guadalupe. Su última restauración fue en el año 2010 y es la que presenta hasta hoy.

Existen testimonios que nos cuentan que hubo al menos tres pozos en las dos calles hoy de Galeana y Allende, a más o menos sesenta metros de distancia del pozo de Guadalupe. En Galeana, casi esquina con la calle San Luis Montañez, estaba el pozo nombrado “San Francisco” que se secó y fue clausurado a mediados del siglo XX. En Allende, en la misma acera del pozo de Guadalupe, pero cercano al Bulevar Hidalgo, hasta la década de los años 70 del siglo XX, en el patio de una casa, casi al nivel del suelo, brotaba agua de una especie de manantial pequeño, de apenas un metro cuadrado.

Eran tiempos en los que con frecuencia “se iba el agua” de la red, y los vecinos y personas de otras partes de la ciudad, se apostaban con cubetas afuera de esta casa para pedir a los dueños un poco pues tenían ese manantial. Los dueños, conocidos como “los campaneros”, la proporcionaban sin costo. En la acera de enfrente hubo otro pozo, este sí profundo y con brocal redondo, su propietario era un señor conocido como don Lucio; el pozo estaba al fondo de su casa, colindante con el antiguo corral del Portal de Reyes, cerca y debajo de la acequia. Don Lucio también otorgaba agua a los vecinos en caso de necesidad.

Pozo de Santa María de Guadalupe


Su construcción no tiene fecha precisa pero debió haber ocurrido en la primera mitad del siglo XIX. Allí llegaba el agua al centro de la villa y los aguadores llenaban sus baldes y se iban a venderla. Aparece en un plano de San Juan del Río del año 1864. Está registrado en el Catálogo de Bienes Inmuebles Históricos de la ciudad de San Juan del Río, por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y se trata en realidad de las ruinas, hoy restauradas, de lo que funcionó como fuente de agua en la época antigua.

El foso tiene en su parte superior una inscripción: "Foso de María Stma. de Guadalupe año de 186...", que podría hacer alusión a una primera restauración. En dicho foso se surtían los aguadores que ofrecían servicio de abastecimiento a los pobladores de la ciudad, conociéndose de hecho la actual calle Hermenegildo Galeana como la antigua Calle de los Aguadores. Se encuentra ubicado delante de la cuchilla que forman las calles de Galeana y Allende.

El edificio se compone de troje en ruinas y fuente restaurada. Parte de la edificación que se menciona como troje fue de una huerta de las que había desde la antigüedad en toda esa zona que es la margen del río San Juan. Para finales del siglo XIX funcionó en esa propiedad un molino de harina y tiempo después fue una de las grandes huertas de San Juan del Río, junto con La Viña y la Huerta Grande, es por ello que se le conocía como la huerta del molino.

El pozo conservaba una viga de madera al centro sobre la cual colgaba una cuerda con el recipiente a llenar, tenía un pretil bajo de cantera ya muy desgastado debido al apoyo de los pies de los aguadores que hacían fuerza para tirar de la cuerda a través de la viga con el recipiente lleno. Su profundidad desde el nivel de la calle hasta el fondo era de más de tres metros. El agua que alimentaba el pozo provenía de filtraciones del río San Juan, cercano a él y de la que bajaba en el subsuelo desde “Las Peñitas”. Esta zona de la ciudad está fincada sobre suelo de cantera y tepetate cuyo grosor es variable y bajo él corre un manto freático que permitió en muchos lugares la construcción de pozos en los que el agua se encontró a muy poca profundidad, de la que brotó agua que se había purificado gracias a la filtración mineral.

El pozo fue hecho de cantera unida con lodo, su interior probablemente recubierto con estuco, y al frente y laterales con adornos de los mismos materiales. Tenía una cruz en su parte superior, sobre la peana esférica al centro, misma que se perdió. Tiene además un nicho que resguardó una imagen de la Virgen de Guadalupe. Su última restauración fue en el año 2010 y es la que presenta hasta hoy.

Existen testimonios que nos cuentan que hubo al menos tres pozos en las dos calles hoy de Galeana y Allende, a más o menos sesenta metros de distancia del pozo de Guadalupe. En Galeana, casi esquina con la calle San Luis Montañez, estaba el pozo nombrado “San Francisco” que se secó y fue clausurado a mediados del siglo XX. En Allende, en la misma acera del pozo de Guadalupe, pero cercano al Bulevar Hidalgo, hasta la década de los años 70 del siglo XX, en el patio de una casa, casi al nivel del suelo, brotaba agua de una especie de manantial pequeño, de apenas un metro cuadrado.

Eran tiempos en los que con frecuencia “se iba el agua” de la red, y los vecinos y personas de otras partes de la ciudad, se apostaban con cubetas afuera de esta casa para pedir a los dueños un poco pues tenían ese manantial. Los dueños, conocidos como “los campaneros”, la proporcionaban sin costo. En la acera de enfrente hubo otro pozo, este sí profundo y con brocal redondo, su propietario era un señor conocido como don Lucio; el pozo estaba al fondo de su casa, colindante con el antiguo corral del Portal de Reyes, cerca y debajo de la acequia. Don Lucio también otorgaba agua a los vecinos en caso de necesidad.