/ domingo 5 de noviembre de 2023

El cronista sanjuanense | Francisco de Ajofrín en San Juan del Río

Bonifacio Castellano Lara nació en Ajofrín, provincia de Toledo, el 20 de mayo de 1719, fue un religioso capuchino, misionero, historiador, biógrafo y escritor.

Francisco de Ajofrín, como se hizo llamar, hizo una descripción del Camino Real entre México y Querétaro; fue elaborada por él en el año 1764 y en ella refiere sobre San Juan del Río. Estas descripciones se integran en el “Diario del viaje que hizo a la América en el siglo XVIII el P. Fray Francisco de Ajofrín." del Instituto Cultural Hispano Mexicano, impreso en México en 1964. El fraile estuvo en México hasta 1766 y relató en su diario la vida cotidiana en la Colonia en todo el espectro social; comenzó a escribir este diario, sin pretensiones literarias, en 1763.

Esto es algo de lo que Ajofrín vio en San Juan del Río y describió en su diario.

Este lugar está de irregular construcción, hay una calle muy larga con otras pocas que la atraviesan. En la primera a la vuelta, tiene una buena parroquia. Se compondrá la población de cuatrocientas casas bajas y la mayor parte mal construidas, pero todas ellas con huertas en las que se coge muy buena fruta y uvas excelentes... Se hace un competente comercio por la bella situación que tiene, ser la garganta de toda tierra adentro y las muchas poblaciones y haciendas de que está cercado. El terreno es generalmente fertilísimo y propio de todas frutas, granos y semillas de las tierras frías y calientes; que unos y otros crecen aquí y producen con feracidad asombrosa, hay abundancia de aguas y le baña un río que le da el nombre, vadeable en tiempo de secas y adornado de un puente sólido con cinco arcos de regular construcción. En una palabra, el lugar sería un vergel si hubiera más policía, menos avaricia y algún amor a la agricultura.

Desde las Palmillas a San Juan del Río hay muchos ranchos de indios para reforzarse de la molestia que causan las piedras del camino. Este pueblo de San Juan del Río tiene muchas familias de indios otomíes, que es el idioma común por todo ese rumbo; y también le habitan muchos españoles, mestizos y mulatos, administrados todos en lo espiritual por un cura y dos vicarios. Los naturales o indios tienen su iglesia aparte, donde celebran sus funciones, y como República numerosa de indios, tiene su gobernador de la misma nación y lengua. Hay también un Teniente Corregidor español para el Gobierno Civil y Político, sujeto al Corregidor de Querétaro. Los frutos del país son trigo, maíz y cebada, con buenos pastos para el ganado de toda suerte. El comercio en la Villa es considerable, por ser la puerta y paso para toda tierra adentro. Hay un convento de padres dominicos y otro de San Juan de Dios, en cuya portería se venera una efigie de Cristo que dicen apareció allí pintada en la pared. También hay un beaterio de terceras franciscanas. Salí de San Juan del Río por la mañana al puente de La Estancia, dos leguas; hay varios ranchos y haciendas, y las cebadas, aunque no muy crecidas, estaban ya para cegarse. Nota: que desde Querétaro volví a San Juan del Río el sábado de Ramos y desde el puente a San Juan me cogió una furiosísima tempestad de truenos y relámpagos, y caían tantas centellas y rayos, que causaron muchos estragos y muertes en los pueblos vecinos.

De La Estancia fui a la hacienda de Robles, tres leguas, y aquí comí. En todo este terreno hay tantas lucernitas de noche, y de tantos brillos, que a mi regreso a San Juan del Río me causaban singular pavor por lo inusitado y no menos diversión por lo lucido. De Robles a La Venta y hacienda La Noria, tres; mal agua; a dormir a la ciudad de Querétaro, dos leguas, y mal camino por las piedras. Desde el puente de La Estancia a Querétaro hay muchos ranchos de indios. La jornada de hoy fueron diez leguas muy largas. En Querétaro me fui al colegio de la Santa Cruz, de padres misioneros Franciscanos de la congregación de Propaganda Fide, que llaman Crucíferos, de quien haré mención después. Me recibió con extremada caridad y singular devoción el reverendo padre fray Joaquín Benito Barrios, Guardián del Santo Colegio, a quien viviré siempre agradecido, como a toda su venerable y religiosísima comunidad. Y haciendo alto en este santo retiro, registremos desde su eminente situación a esta famosa ciudad.

Éste es un dibujo del pueblo de San Juan del Río, Querétaro, elaborado por el fraile Francisco de Ajofrín. Este personaje dibujaba “de oído”, es decir, al ir pasando por el lugar tomaba apuntes de los edificios y luego los unía, como resultado se notan todos los elementos, pero en una ubicación muy extraña, diferente a la realidad. En este dibujo están los dos templos principales: el de naturales (parroquia de San Juan Bautista) y el de españoles (Santuario Diocesano de Guadalupe); Santo Domingo, el Beaterio y San Juan de Dios. También el río, el puente y el camino.

Bonifacio Castellano Lara nació en Ajofrín, provincia de Toledo, el 20 de mayo de 1719, fue un religioso capuchino, misionero, historiador, biógrafo y escritor.

Francisco de Ajofrín, como se hizo llamar, hizo una descripción del Camino Real entre México y Querétaro; fue elaborada por él en el año 1764 y en ella refiere sobre San Juan del Río. Estas descripciones se integran en el “Diario del viaje que hizo a la América en el siglo XVIII el P. Fray Francisco de Ajofrín." del Instituto Cultural Hispano Mexicano, impreso en México en 1964. El fraile estuvo en México hasta 1766 y relató en su diario la vida cotidiana en la Colonia en todo el espectro social; comenzó a escribir este diario, sin pretensiones literarias, en 1763.

Esto es algo de lo que Ajofrín vio en San Juan del Río y describió en su diario.

Este lugar está de irregular construcción, hay una calle muy larga con otras pocas que la atraviesan. En la primera a la vuelta, tiene una buena parroquia. Se compondrá la población de cuatrocientas casas bajas y la mayor parte mal construidas, pero todas ellas con huertas en las que se coge muy buena fruta y uvas excelentes... Se hace un competente comercio por la bella situación que tiene, ser la garganta de toda tierra adentro y las muchas poblaciones y haciendas de que está cercado. El terreno es generalmente fertilísimo y propio de todas frutas, granos y semillas de las tierras frías y calientes; que unos y otros crecen aquí y producen con feracidad asombrosa, hay abundancia de aguas y le baña un río que le da el nombre, vadeable en tiempo de secas y adornado de un puente sólido con cinco arcos de regular construcción. En una palabra, el lugar sería un vergel si hubiera más policía, menos avaricia y algún amor a la agricultura.

Desde las Palmillas a San Juan del Río hay muchos ranchos de indios para reforzarse de la molestia que causan las piedras del camino. Este pueblo de San Juan del Río tiene muchas familias de indios otomíes, que es el idioma común por todo ese rumbo; y también le habitan muchos españoles, mestizos y mulatos, administrados todos en lo espiritual por un cura y dos vicarios. Los naturales o indios tienen su iglesia aparte, donde celebran sus funciones, y como República numerosa de indios, tiene su gobernador de la misma nación y lengua. Hay también un Teniente Corregidor español para el Gobierno Civil y Político, sujeto al Corregidor de Querétaro. Los frutos del país son trigo, maíz y cebada, con buenos pastos para el ganado de toda suerte. El comercio en la Villa es considerable, por ser la puerta y paso para toda tierra adentro. Hay un convento de padres dominicos y otro de San Juan de Dios, en cuya portería se venera una efigie de Cristo que dicen apareció allí pintada en la pared. También hay un beaterio de terceras franciscanas. Salí de San Juan del Río por la mañana al puente de La Estancia, dos leguas; hay varios ranchos y haciendas, y las cebadas, aunque no muy crecidas, estaban ya para cegarse. Nota: que desde Querétaro volví a San Juan del Río el sábado de Ramos y desde el puente a San Juan me cogió una furiosísima tempestad de truenos y relámpagos, y caían tantas centellas y rayos, que causaron muchos estragos y muertes en los pueblos vecinos.

De La Estancia fui a la hacienda de Robles, tres leguas, y aquí comí. En todo este terreno hay tantas lucernitas de noche, y de tantos brillos, que a mi regreso a San Juan del Río me causaban singular pavor por lo inusitado y no menos diversión por lo lucido. De Robles a La Venta y hacienda La Noria, tres; mal agua; a dormir a la ciudad de Querétaro, dos leguas, y mal camino por las piedras. Desde el puente de La Estancia a Querétaro hay muchos ranchos de indios. La jornada de hoy fueron diez leguas muy largas. En Querétaro me fui al colegio de la Santa Cruz, de padres misioneros Franciscanos de la congregación de Propaganda Fide, que llaman Crucíferos, de quien haré mención después. Me recibió con extremada caridad y singular devoción el reverendo padre fray Joaquín Benito Barrios, Guardián del Santo Colegio, a quien viviré siempre agradecido, como a toda su venerable y religiosísima comunidad. Y haciendo alto en este santo retiro, registremos desde su eminente situación a esta famosa ciudad.

Éste es un dibujo del pueblo de San Juan del Río, Querétaro, elaborado por el fraile Francisco de Ajofrín. Este personaje dibujaba “de oído”, es decir, al ir pasando por el lugar tomaba apuntes de los edificios y luego los unía, como resultado se notan todos los elementos, pero en una ubicación muy extraña, diferente a la realidad. En este dibujo están los dos templos principales: el de naturales (parroquia de San Juan Bautista) y el de españoles (Santuario Diocesano de Guadalupe); Santo Domingo, el Beaterio y San Juan de Dios. También el río, el puente y el camino.