/ domingo 9 de enero de 2022

El cronista sanjuanense | Francisco Peñúñuri, héroe de Churubusco


Francisco Peñúñuri y Morales nació en San Juan del Río en el año 1814. Pocos datos se conocen acerca de su niñez y juventud, antes de su incorporación al servicio militar. Se sabe que fue empleado del comercio en la ciudad de México.

En ese tiempo, Querétaro y el país vivían tiempos difíciles. El periodo de 1833 a 1857 corresponde a la dictadura del general Antonio López de Santa Anna, quien fue presidente de la República en once ocasiones. Tras diez años de luchas internas, el sistema federalista se restableció en 1846. Santa Anna fue electo presidente y Valentín Gómez Farías vicepresidente.

Al año siguiente inició la guerra con los Estados Unidos, que en su afán expansionista y tras lograr la anexión de Texas, buscaba expandir su territorio hacia el sur hasta el río Bravo. Santa Anna salió a combatir al enemigo a Veracruz e instruyó a Gómez Farías para que hiciera acopio de dinero y organizara la Guardia Nacional de la ciudad de México. A este llamado a las armas respondió Peñúñuri, quien fue asignado al Batallón Independencia.

Muchos estados de la República, escudándose en la autonomía que les otorgaba el federalismo, no colaboraron con el gobierno federal y rápidamente los norteamericanos empezaron a ganar terreno. Querétaro fue de los pocos estados de la federación que prestó ayuda para defender la soberanía nacional y participó en la guerra con un batallón.

Peñúñuri era segundo ayudante en el Batallón Independencia y comandaba una de las compañías; después de los sucesos de la batalla de Padierna, se ordenó un repliegue general y para proteger la retirada se concentró una improvisada defensa en el convento de Churubusco, al mando del veracruzano general Manuel Rincón y su segundo, el huichapense general Pedro María Anaya.

La mayoría de los soldados que conformaban la Guardia Nacional, incluido el Batallón Independencia, era la primera vez que entrarían en combate. La acción inicial del coronel Peñúñuri fue proteger la retirada desde la torre de la iglesia de Coyoacán, para lo cual su compañía se encontró con tropas de la vanguardia norteamericana y se trabó una pequeña escaramuza. Los nacionales se replegaron hasta Churubusco, donde tomaron posición en el convento y con el resto de las fuerzas hicieron una defensa heroica de más de tres horas hasta que se les agotaron las municiones.

Los generales Rincón y Anaya, agobiados también de tristeza, viendo que no les quedaba arbitrio para prolongar la resistencia, mandaron que la fuerza toda se replegara al interior del convento y esperar el fallo de su suerte; pero todavía en aquellos terribles momentos en que hasta la esperanza misma parecía perdida, hubo valientes que intentaron hacer el último esfuerzo de la desesperación, y su denuedo añadió nuevas víctimas a las que ya nos había costado aquella memorable defensa.

El intrépido Peñúñuri se dispuso a cargar a la bayoneta sobre el enemigo, a la cabeza de unos cuantos soldados de su cuerpo; pero apenas había avanzado unos cuantos pasos, cuando una bala lo hirió de muerte. Ni aun entonces se doblegó su corazón esforzado: incapaz ya de moverse, retirado por sus amigos al interior del convento, continuó aun alentando a sus soldados, y murió, por fin, con la dignidad y la grandeza de los héroes.

La batalla de Churubusco se realizó en dos etapas: la primera, en el puente de ese nombre; la segunda, en el propio convento de Churubusco, improvisada fortaleza donde los batallones Independencia y Bravos, guardias nacionales y los restos del batallón irlandés de San Patricio al mando de John Riley, cuyos miembros desertaron del ejército de los Estados Unidos, que sumaban mil trescientos, mal armados y peor instruidos, enfrentaron a las fuerzas norteamericanas compuestas por seis mil hombres, comandadas por el general Winfield Scott, con el propósito de detener al invasor y dar tiempo a que el grueso del ejército mexicano llegara a la ciudad de México. El esfuerzo fue infructuoso debido a que el general Santa Anna ya estaba en retirada.

El Periódico Oficial del Estado de Querétaro "La Sombra de Arteaga" de fecha 23 de agosto de 1905, al cumplirse 58 años de aquella batalla, reprodujo el parte oficial de la misma, dirigido por el general Manuel Rincón el 26 de agosto de 1847 al presidente Antonio López de Santa Anna. Asentó que la defensa fue vigorosa y se hubiera prolongado si no fuera por la falta absoluta de municiones. El propio enemigo, cuya pérdida también fue muy sensible, elogió y admiró la resistencia de los soldados mexicanos:

"La República debe llorar la pérdida del bizarro primer ayudante del batallón de Independencia, D. Francisco Peñúñuri, y la de los demás que han muerto defendiendo los sacrosantos derechos de su Patria, cuyas familias merecen la alta consideración del Gobierno […]”

Los restos de Francisco Peñúñuri fueron depositados en el extinto panteón de Santa Paula. El presidente Ignacio Comonfort decretó el 29 de enero de 1856: “Que, para perpetuar la memoria de la acción de Churubusco, se erigiera, a un lado del convento, un sencillo monumento fúnebre y dentro del mismo, se guardasen las cenizas del héroe Tte. Cor. Francisco Peñúñuri, ordenándose su ejecución al Gobernador del Distrito Federal”. El monumento, hasta nuestros días, se encuentra al lado poniente del ex convento, pero no guarda las cenizas de Peñúñuri, porque fueron exhumadas del panteón de Santa Paula y depositadas en el templo de este antiguo recinto. El ex convento de Churubusco es el Museo Nacional de las Intervenciones, institución dedicada al registro histórico de las invasiones extranjeras que han ocurrido en la historia de México.


Francisco Peñúñuri y Morales nació en San Juan del Río en el año 1814. Pocos datos se conocen acerca de su niñez y juventud, antes de su incorporación al servicio militar. Se sabe que fue empleado del comercio en la ciudad de México.

En ese tiempo, Querétaro y el país vivían tiempos difíciles. El periodo de 1833 a 1857 corresponde a la dictadura del general Antonio López de Santa Anna, quien fue presidente de la República en once ocasiones. Tras diez años de luchas internas, el sistema federalista se restableció en 1846. Santa Anna fue electo presidente y Valentín Gómez Farías vicepresidente.

Al año siguiente inició la guerra con los Estados Unidos, que en su afán expansionista y tras lograr la anexión de Texas, buscaba expandir su territorio hacia el sur hasta el río Bravo. Santa Anna salió a combatir al enemigo a Veracruz e instruyó a Gómez Farías para que hiciera acopio de dinero y organizara la Guardia Nacional de la ciudad de México. A este llamado a las armas respondió Peñúñuri, quien fue asignado al Batallón Independencia.

Muchos estados de la República, escudándose en la autonomía que les otorgaba el federalismo, no colaboraron con el gobierno federal y rápidamente los norteamericanos empezaron a ganar terreno. Querétaro fue de los pocos estados de la federación que prestó ayuda para defender la soberanía nacional y participó en la guerra con un batallón.

Peñúñuri era segundo ayudante en el Batallón Independencia y comandaba una de las compañías; después de los sucesos de la batalla de Padierna, se ordenó un repliegue general y para proteger la retirada se concentró una improvisada defensa en el convento de Churubusco, al mando del veracruzano general Manuel Rincón y su segundo, el huichapense general Pedro María Anaya.

La mayoría de los soldados que conformaban la Guardia Nacional, incluido el Batallón Independencia, era la primera vez que entrarían en combate. La acción inicial del coronel Peñúñuri fue proteger la retirada desde la torre de la iglesia de Coyoacán, para lo cual su compañía se encontró con tropas de la vanguardia norteamericana y se trabó una pequeña escaramuza. Los nacionales se replegaron hasta Churubusco, donde tomaron posición en el convento y con el resto de las fuerzas hicieron una defensa heroica de más de tres horas hasta que se les agotaron las municiones.

Los generales Rincón y Anaya, agobiados también de tristeza, viendo que no les quedaba arbitrio para prolongar la resistencia, mandaron que la fuerza toda se replegara al interior del convento y esperar el fallo de su suerte; pero todavía en aquellos terribles momentos en que hasta la esperanza misma parecía perdida, hubo valientes que intentaron hacer el último esfuerzo de la desesperación, y su denuedo añadió nuevas víctimas a las que ya nos había costado aquella memorable defensa.

El intrépido Peñúñuri se dispuso a cargar a la bayoneta sobre el enemigo, a la cabeza de unos cuantos soldados de su cuerpo; pero apenas había avanzado unos cuantos pasos, cuando una bala lo hirió de muerte. Ni aun entonces se doblegó su corazón esforzado: incapaz ya de moverse, retirado por sus amigos al interior del convento, continuó aun alentando a sus soldados, y murió, por fin, con la dignidad y la grandeza de los héroes.

La batalla de Churubusco se realizó en dos etapas: la primera, en el puente de ese nombre; la segunda, en el propio convento de Churubusco, improvisada fortaleza donde los batallones Independencia y Bravos, guardias nacionales y los restos del batallón irlandés de San Patricio al mando de John Riley, cuyos miembros desertaron del ejército de los Estados Unidos, que sumaban mil trescientos, mal armados y peor instruidos, enfrentaron a las fuerzas norteamericanas compuestas por seis mil hombres, comandadas por el general Winfield Scott, con el propósito de detener al invasor y dar tiempo a que el grueso del ejército mexicano llegara a la ciudad de México. El esfuerzo fue infructuoso debido a que el general Santa Anna ya estaba en retirada.

El Periódico Oficial del Estado de Querétaro "La Sombra de Arteaga" de fecha 23 de agosto de 1905, al cumplirse 58 años de aquella batalla, reprodujo el parte oficial de la misma, dirigido por el general Manuel Rincón el 26 de agosto de 1847 al presidente Antonio López de Santa Anna. Asentó que la defensa fue vigorosa y se hubiera prolongado si no fuera por la falta absoluta de municiones. El propio enemigo, cuya pérdida también fue muy sensible, elogió y admiró la resistencia de los soldados mexicanos:

"La República debe llorar la pérdida del bizarro primer ayudante del batallón de Independencia, D. Francisco Peñúñuri, y la de los demás que han muerto defendiendo los sacrosantos derechos de su Patria, cuyas familias merecen la alta consideración del Gobierno […]”

Los restos de Francisco Peñúñuri fueron depositados en el extinto panteón de Santa Paula. El presidente Ignacio Comonfort decretó el 29 de enero de 1856: “Que, para perpetuar la memoria de la acción de Churubusco, se erigiera, a un lado del convento, un sencillo monumento fúnebre y dentro del mismo, se guardasen las cenizas del héroe Tte. Cor. Francisco Peñúñuri, ordenándose su ejecución al Gobernador del Distrito Federal”. El monumento, hasta nuestros días, se encuentra al lado poniente del ex convento, pero no guarda las cenizas de Peñúñuri, porque fueron exhumadas del panteón de Santa Paula y depositadas en el templo de este antiguo recinto. El ex convento de Churubusco es el Museo Nacional de las Intervenciones, institución dedicada al registro histórico de las invasiones extranjeras que han ocurrido en la historia de México.