/ domingo 19 de noviembre de 2023

El cronista sanjuanense | ¿La Malinche en San Juan del Río?

La historia está llena de mitos y leyendas. Una de las más divulgadas es la relacionada con doña Marina, la mal llamada Malinche, una mujer que jugó un papel muy importante al final de la época prehispánica.

Malinalli Tenépatl, Malintzin, Marina y Malinche, son los apelativos con los que asociamos a la mujer nahua que fue regalada a Hernán Cortés junto con otras de su condición, hacia el año 1519, en las costas del actual Tabasco.

Nombrada Marina, al recibir el bautismo por parte del clero castellano, sirvió de intérprete, consejera, amante e intermediaria de Hernán Cortés. Hablaba náhuatl, lengua sonora, elegante y matizada hasta un grado que ninguna lengua de las conocidas hoy en día tiene el mismo caudal y delicadeza de expresión y finura, pero también sabía maya y aprendió con el tiempo el castellano, lo que la haría indispensable para Cortés. Quizá por eso Marina es vista en varios aspectos -entre ellos el haber parido un hijo de Cortés- como la encarnación de la traición, una víctima por excelencia o simplemente como una madre simbólica de una nueva raza mexicana.

Muchas historias sobre la conquista de México terminaron con la caída de Tenochtitlan, capital del imperio mexica, en agosto de 1521, pero ese periodo era en sí mismo ideológico, porque dejaba de lado la otra conquista, más dilatada y profunda, que fue la evangelización de los indígenas, parte fundamental en la construcción de una nueva sociedad. La historia de Marina no terminó ahí, sino que continuó pero tomo nuevos rumbos.

Como ya sabemos, Cortés y Marina tuvieron un hijo al cual se puso por nombre Martín -en honor al padre de Cortés-, hijo que después le quitaría a Marina y enviaría a Castilla para tratarlo y educarlo como su hijo legítimo. Así Marina perdió a su hijo. Posteriormente, Cortés, sorpresivamente casó a doña Marina con Juan Jaramillo, un oficial de su ejército, a quienes otorgó la encomienda de Xilotepec, que consideraba gran extensión de territorio hacia el norte. Así fue como Hernán se deshizo de ella, teniendo como principal motivo el compromiso de matrimonio que ya tenía concertado con doña Juana de Zúñiga Ramírez de Arellano y que se consumaría en su próximo viaje a Castilla, travesía a la que iría también Marina –quien estaba embarazada- con su nuevo esposo, Jaramillo. Una vez logrado el objetivo del viaje, doña Marina y su esposo se embarcaron de regreso a la Nueva España. En el trayecto, nació su hija, a la cual pusieron por nombre María. Esta sería la única descendiente que tendría después de Martín y también la única fruto de su matrimonio con Juan Jaramillo.

A su llegada construyeron una casa en la Ciudad de México, hoy marcada con el número 95 en la calle República de Cuba; se dedicaron a formalizar sus bienes y sobre todo a tomar posesión de la encomienda de Xilotepec que era inmensa, pues se extendía desde ese pueblo en el actual Estado de México, hacia el poniente, hasta el océano Pacífico. Es posible que concentraran su atención en sus tierras situadas en lo que sería a la postre San Juan del Río, tierras llanas, muy ricas y cultivables, un gran valle con abundancia de agua.

Se ha repetido miles de veces que la hacienda Galindo fue hecha por Hernán Cortés, como regalo para doña Marina, también se ha dicho que ella está enterrada ahí. Todo lo anterior es mentira. Se estima que Marina falleció entre 1527 y 1529, enferma de viruela, esto es anterior a la fundación de San Juan del Río, así que no pudo haber sido planeada por Cortés ni pudo haberla habitado ella pues hacía por lo menos 53 años que había muerto. El origen de Galindo se remonta al año 1582, con lo que se rompe este mito.

Se repite también hasta el cansancio -y así será seguramente por siempre- que doña Marina es la Malinche, siendo que este es un error porque ése era el apodo de Hernán Cortés. Bernal Díaz del Castillo en su Historia verdadera de la conquista de la Nueva España dice: Antes que más pase adelante quiero decir cómo en todos los pueblos por donde pasamos y en otros donde tenían noticia de nosotros, llamaban a Cortés Malinche, y así lo nombraré de aquí a adelante, Malinche […] Y la causa de haberle puesto este nombre es que como doña Marina, nuestra lengua, estaba siempre en su compañía, especialmente cuando venían embajadores o pláticas de caciques, y ella lo declaraba en la lengua mexicana, por esta causa le llamaban a Cortés el Capitán de Marina y para más breve le llamaron Malinche. Y con esto se rompe este gran mito de la “traidora”.

Síganme en Fcebook: @cronistasanjuandelrio

La historia está llena de mitos y leyendas. Una de las más divulgadas es la relacionada con doña Marina, la mal llamada Malinche, una mujer que jugó un papel muy importante al final de la época prehispánica.

Malinalli Tenépatl, Malintzin, Marina y Malinche, son los apelativos con los que asociamos a la mujer nahua que fue regalada a Hernán Cortés junto con otras de su condición, hacia el año 1519, en las costas del actual Tabasco.

Nombrada Marina, al recibir el bautismo por parte del clero castellano, sirvió de intérprete, consejera, amante e intermediaria de Hernán Cortés. Hablaba náhuatl, lengua sonora, elegante y matizada hasta un grado que ninguna lengua de las conocidas hoy en día tiene el mismo caudal y delicadeza de expresión y finura, pero también sabía maya y aprendió con el tiempo el castellano, lo que la haría indispensable para Cortés. Quizá por eso Marina es vista en varios aspectos -entre ellos el haber parido un hijo de Cortés- como la encarnación de la traición, una víctima por excelencia o simplemente como una madre simbólica de una nueva raza mexicana.

Muchas historias sobre la conquista de México terminaron con la caída de Tenochtitlan, capital del imperio mexica, en agosto de 1521, pero ese periodo era en sí mismo ideológico, porque dejaba de lado la otra conquista, más dilatada y profunda, que fue la evangelización de los indígenas, parte fundamental en la construcción de una nueva sociedad. La historia de Marina no terminó ahí, sino que continuó pero tomo nuevos rumbos.

Como ya sabemos, Cortés y Marina tuvieron un hijo al cual se puso por nombre Martín -en honor al padre de Cortés-, hijo que después le quitaría a Marina y enviaría a Castilla para tratarlo y educarlo como su hijo legítimo. Así Marina perdió a su hijo. Posteriormente, Cortés, sorpresivamente casó a doña Marina con Juan Jaramillo, un oficial de su ejército, a quienes otorgó la encomienda de Xilotepec, que consideraba gran extensión de territorio hacia el norte. Así fue como Hernán se deshizo de ella, teniendo como principal motivo el compromiso de matrimonio que ya tenía concertado con doña Juana de Zúñiga Ramírez de Arellano y que se consumaría en su próximo viaje a Castilla, travesía a la que iría también Marina –quien estaba embarazada- con su nuevo esposo, Jaramillo. Una vez logrado el objetivo del viaje, doña Marina y su esposo se embarcaron de regreso a la Nueva España. En el trayecto, nació su hija, a la cual pusieron por nombre María. Esta sería la única descendiente que tendría después de Martín y también la única fruto de su matrimonio con Juan Jaramillo.

A su llegada construyeron una casa en la Ciudad de México, hoy marcada con el número 95 en la calle República de Cuba; se dedicaron a formalizar sus bienes y sobre todo a tomar posesión de la encomienda de Xilotepec que era inmensa, pues se extendía desde ese pueblo en el actual Estado de México, hacia el poniente, hasta el océano Pacífico. Es posible que concentraran su atención en sus tierras situadas en lo que sería a la postre San Juan del Río, tierras llanas, muy ricas y cultivables, un gran valle con abundancia de agua.

Se ha repetido miles de veces que la hacienda Galindo fue hecha por Hernán Cortés, como regalo para doña Marina, también se ha dicho que ella está enterrada ahí. Todo lo anterior es mentira. Se estima que Marina falleció entre 1527 y 1529, enferma de viruela, esto es anterior a la fundación de San Juan del Río, así que no pudo haber sido planeada por Cortés ni pudo haberla habitado ella pues hacía por lo menos 53 años que había muerto. El origen de Galindo se remonta al año 1582, con lo que se rompe este mito.

Se repite también hasta el cansancio -y así será seguramente por siempre- que doña Marina es la Malinche, siendo que este es un error porque ése era el apodo de Hernán Cortés. Bernal Díaz del Castillo en su Historia verdadera de la conquista de la Nueva España dice: Antes que más pase adelante quiero decir cómo en todos los pueblos por donde pasamos y en otros donde tenían noticia de nosotros, llamaban a Cortés Malinche, y así lo nombraré de aquí a adelante, Malinche […] Y la causa de haberle puesto este nombre es que como doña Marina, nuestra lengua, estaba siempre en su compañía, especialmente cuando venían embajadores o pláticas de caciques, y ella lo declaraba en la lengua mexicana, por esta causa le llamaban a Cortés el Capitán de Marina y para más breve le llamaron Malinche. Y con esto se rompe este gran mito de la “traidora”.

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