/ domingo 20 de diciembre de 2020

El cronista sanjuanense|Las piñatas

Una de las tradiciones que hacen más mexicana la navidad es, sin duda, las piñatas, que además de ser delicia de niñas, niños y adultos en los días previos a la Nochebuena, son parte significativa en la celebración de las posadas. Pero el origen de la piñata es un tanto incierto. Aunque se sabe que llegaron a México por medio de los colonizadores españoles quienes las conocieron, a su vez, por los italianos.

Existen indicios de que fue el intrépido viajero Marco Polo quien llevó a la Italia del siglo XII unos recipientes con volumen, hechos de cartón, suceso notable luego de concluir uno de sus viajes por el Oriente pues los chinos confeccionaban las piñatas en figuras de vaca, a las que colgaban instrumentos agrícolas. Más que figuras, eran símbolos de una época que iniciaba y formaban parte del ritual o ceremonia al principio de la primavera que coincidía con el año nuevo chino; los colores con que adornaban las formas, representaban el anuncio de condiciones en que se desarrollaría el año con relación a la agricultura.

La vaca o buey se rellenaban de semillas de cinco clases que se derramaban cuando los mandarines golpeaban con varas de diferentes colores aquellas obras artesanales hasta que caigan al suelo las semillas, principio de nueva vida. Después, se quemaba el papel; los campesinos acudían en grupo alrededor de la incineración y en cuanto quedaban consumidos los despojos de la piñata, el objetivo era conseguir las cenizas consideradas de buena suerte para todo el año.

Al pasar esta costumbre a Europa varió la aplicación, puesto que más allá de los feudos la costumbre declinó en una tradición pagana, aunque después fue adecuada a los tiempos de la cuaresma en algunas latitudes del viejo continente; a partir de aquel momento se le llamó: Domingo de Piñata. Había también evolucionado el concepto de la representación, ahora se trataba de una olla forrada con papeles de colores cuyo contenido eran golosinas y, para hacer más emocionante la ruptura, a más de uno se le vendaban los ojos.

Al paso del tiempo la piñata se convirtió en un elemento atractivo para los habitantes de América, vigente en época de la colonización cuando se pretendía atraer a la gente a las ceremonias religiosas. Posteriormente, es el pueblo el que se apropia de las piñatas y las destina a celebraciones populares, es así como se ha conservado hasta nuestros días. Aunque si bien se trata de una costumbre producto del sincretismo cultural en México, las piñatas se consideran dentro del concepto del arte y más allá de la tradición son práctica simbólica en varios sentidos.

Así, entre todas las interpretaciones que se han formulado, la más común es la que representa la lucha del hombre y su fe contra el mal. La piñata simboliza a Satanás, cuya apariencia atractiva y vistosa, con papeles de diferentes colores, es engañosa, incita al pecado, tienta al mortal. Éste debe luchar contra el mal con fe ciega, ese significado se plasma en el vendar los ojos a quién trata de romper la piñata. Éste símbolo de acabar con el mal al romperla tiene su recompensa: recibir frutas, colaciones y golosinas que salen de ella. En particular, la piñata tradicional mexicana en forma de estrella con siete picos, es un artefacto que simboliza los siete pecados capitales en la religión judeo-cristiana que, al ser vencidos quebrándola, se obtiene la virtud del triunfo sobre el mal.

Estos tiempos de pandemia, que nos han unido más como familia, nos invitan a que en estas fiestas navideñas fabriquemos piñatas como antaño, sobre todo involucrando a los más pequeños, y que juntos las rompamos, en ese sentido de fortalecer y preservar nuestras hermosas tradiciones.

Una de las tradiciones que hacen más mexicana la navidad es, sin duda, las piñatas, que además de ser delicia de niñas, niños y adultos en los días previos a la Nochebuena, son parte significativa en la celebración de las posadas. Pero el origen de la piñata es un tanto incierto. Aunque se sabe que llegaron a México por medio de los colonizadores españoles quienes las conocieron, a su vez, por los italianos.

Existen indicios de que fue el intrépido viajero Marco Polo quien llevó a la Italia del siglo XII unos recipientes con volumen, hechos de cartón, suceso notable luego de concluir uno de sus viajes por el Oriente pues los chinos confeccionaban las piñatas en figuras de vaca, a las que colgaban instrumentos agrícolas. Más que figuras, eran símbolos de una época que iniciaba y formaban parte del ritual o ceremonia al principio de la primavera que coincidía con el año nuevo chino; los colores con que adornaban las formas, representaban el anuncio de condiciones en que se desarrollaría el año con relación a la agricultura.

La vaca o buey se rellenaban de semillas de cinco clases que se derramaban cuando los mandarines golpeaban con varas de diferentes colores aquellas obras artesanales hasta que caigan al suelo las semillas, principio de nueva vida. Después, se quemaba el papel; los campesinos acudían en grupo alrededor de la incineración y en cuanto quedaban consumidos los despojos de la piñata, el objetivo era conseguir las cenizas consideradas de buena suerte para todo el año.

Al pasar esta costumbre a Europa varió la aplicación, puesto que más allá de los feudos la costumbre declinó en una tradición pagana, aunque después fue adecuada a los tiempos de la cuaresma en algunas latitudes del viejo continente; a partir de aquel momento se le llamó: Domingo de Piñata. Había también evolucionado el concepto de la representación, ahora se trataba de una olla forrada con papeles de colores cuyo contenido eran golosinas y, para hacer más emocionante la ruptura, a más de uno se le vendaban los ojos.

Al paso del tiempo la piñata se convirtió en un elemento atractivo para los habitantes de América, vigente en época de la colonización cuando se pretendía atraer a la gente a las ceremonias religiosas. Posteriormente, es el pueblo el que se apropia de las piñatas y las destina a celebraciones populares, es así como se ha conservado hasta nuestros días. Aunque si bien se trata de una costumbre producto del sincretismo cultural en México, las piñatas se consideran dentro del concepto del arte y más allá de la tradición son práctica simbólica en varios sentidos.

Así, entre todas las interpretaciones que se han formulado, la más común es la que representa la lucha del hombre y su fe contra el mal. La piñata simboliza a Satanás, cuya apariencia atractiva y vistosa, con papeles de diferentes colores, es engañosa, incita al pecado, tienta al mortal. Éste debe luchar contra el mal con fe ciega, ese significado se plasma en el vendar los ojos a quién trata de romper la piñata. Éste símbolo de acabar con el mal al romperla tiene su recompensa: recibir frutas, colaciones y golosinas que salen de ella. En particular, la piñata tradicional mexicana en forma de estrella con siete picos, es un artefacto que simboliza los siete pecados capitales en la religión judeo-cristiana que, al ser vencidos quebrándola, se obtiene la virtud del triunfo sobre el mal.

Estos tiempos de pandemia, que nos han unido más como familia, nos invitan a que en estas fiestas navideñas fabriquemos piñatas como antaño, sobre todo involucrando a los más pequeños, y que juntos las rompamos, en ese sentido de fortalecer y preservar nuestras hermosas tradiciones.