/ domingo 4 de julio de 2021

El cronista sanjuanense|San Juan del Río y Sebastián de Aparicio

Uno de las grandes figuras de la historia de México en la época de la colonia fue sin duda Sebastián de Aparicio, quien llegó al “Nuevo Mundo” hacia 1533 estableciéndose en Puebla de los Ángeles.

San Juan del Río le debe a este personaje la construcción, en 1561, del primer puente sobre el río San Juan para dar tránsito al Camino Real de Tierra Adentro, puente que se considera la construcción civil más antigua de todo el estado de Querétaro por su antigüedad; en este 2021 se cumplen 460 años de este monumento, que pervive entre tierras fértiles en los límites de San Juan del Río y Tequisquiapan.

Pero también se le atribuyen otras cosas relevantes, como el implementar la rueda y la carreta para transportar todo tipo de cargas que venían haciendo los indígenas con su mecapal a la espalda, los tamemes, a quienes él siempre procuraba y trataba de beneficiar aliviándolos en lo posible de vejaciones.

Sebastián de Aparicio Prado nació el 20 de enero de 1502 en La Gudiña, Orense (España). Era analfabeta, no fue a la escuela, pero aprendió los oficios del campo y el catecismo. Con el tiempo y a base de buenas relaciones en su nación, trabajando como criado, se hizo adinerado.

Al poco tiempo de establecerse en Puebla, él y un carpintero montaron una de las primeras empresas de transporte de América, sino es que la primera. Obtenido el permiso de la Audiencia Real, el carpintero construía las carretas según el modelo de Castilla, dirigido por Sebastián; Aparicio laceaba los novillos salvajes descendientes del ganado llevado de Europa y los domaba para formar las yuntas de bueyes (por ello se le considera el “primer charro” de América). Solicitó y logró el permiso para mejorar las rutas terrestres existentes, con lo cual abrió el primer servicio de transporte rodado en Nueva España. Luego, dirigía los convoyes, enseñaba para arrieros y hasta diseñaba los caminos, como el caso de San Juan del Río, donde se le atribuye haber trazado lo que es la actual Avenida Juárez: el Camino Real.

Aparicio fue arriero, caballista-cargador y cochero transportador. Circuló entre Zacatecas y México llevando viajeros, alimentos, herramientas y plata. Incluso hizo de diplomático para persuadir a los chichimecas, -quienes dominaban bastas tierras desde San Juan del Río hasta las Zacatecas y más allá- de que no atacasen sus convoyes. Su bondad y su honor le ganaron la amistad de estos indios que eran muy belicosos.

Sebastián pasó de criado a empresario, y de empresario a rentista. Vendió su negocio y se convirtió en hacendado al comprar una hacienda ganadera en Tlalnepantla y un rancho cerca de Chapultepec. En vez de derrochar, atendía a los pobres y viajeros que lo solicitaban. Vestía modesto, comía lo mismo que sus criados y dormía sobre un petate; rezaba el rosario a diario.

Contrajo nupcias en dos ocasiones. Sus dos esposas fallecieron a los pocos meses. Con setenta años de edad, Aparicio descubrió su verdadera vocación: la religión. Fue desasiéndose de su fortuna ayudando a conventos de monjas. A finales de 1573, donó a las clarisas toda su fortuna.

En junio de 1574, tomó el hábito franciscano en el convento de la orden en México y se dedicó a los trabajos más humildes, como barrer y cocinar. Los que lo conocían, asombrados estaban al ver a uno de los hombres más ricos de la Nueva España renunciar a sus bienes para convertirse en fraile. El 13 de junio de 1575 ingresó en la orden franciscana. Ejerció de limosnero recorriendo los caminos los últimos veintitrés años de su vida.

Falleció a los 98 años, en febrero de 1600 y su cuerpo se encuentra depositado en un sarcófago de cristal en el templo de San Francisco en Puebla. 420 años después, su cuerpo permanece incorrupto. Era tan grande su fama de santidad que en 1603 el rey Felipe III encargó al obispo de Tlaxcala se escribiese su vida. En 1768 se inicia el proceso de beatificación de Aparicio. El papa Pio VI lo declara beato el 17 de mayo de 1789. Existe causa para su canonización, la cual hasta el presente no se ha logrado, a pesar de que sus partidarios le atribuyen casi mil milagros en su expediente.

Tanto es el culto al beato Aparicio, el “fraile carretero”, que en su tierra natal La Gudiña como en Puebla lo consideran el patrono de los automóviles y los transportes terrestres.

Uno de las grandes figuras de la historia de México en la época de la colonia fue sin duda Sebastián de Aparicio, quien llegó al “Nuevo Mundo” hacia 1533 estableciéndose en Puebla de los Ángeles.

San Juan del Río le debe a este personaje la construcción, en 1561, del primer puente sobre el río San Juan para dar tránsito al Camino Real de Tierra Adentro, puente que se considera la construcción civil más antigua de todo el estado de Querétaro por su antigüedad; en este 2021 se cumplen 460 años de este monumento, que pervive entre tierras fértiles en los límites de San Juan del Río y Tequisquiapan.

Pero también se le atribuyen otras cosas relevantes, como el implementar la rueda y la carreta para transportar todo tipo de cargas que venían haciendo los indígenas con su mecapal a la espalda, los tamemes, a quienes él siempre procuraba y trataba de beneficiar aliviándolos en lo posible de vejaciones.

Sebastián de Aparicio Prado nació el 20 de enero de 1502 en La Gudiña, Orense (España). Era analfabeta, no fue a la escuela, pero aprendió los oficios del campo y el catecismo. Con el tiempo y a base de buenas relaciones en su nación, trabajando como criado, se hizo adinerado.

Al poco tiempo de establecerse en Puebla, él y un carpintero montaron una de las primeras empresas de transporte de América, sino es que la primera. Obtenido el permiso de la Audiencia Real, el carpintero construía las carretas según el modelo de Castilla, dirigido por Sebastián; Aparicio laceaba los novillos salvajes descendientes del ganado llevado de Europa y los domaba para formar las yuntas de bueyes (por ello se le considera el “primer charro” de América). Solicitó y logró el permiso para mejorar las rutas terrestres existentes, con lo cual abrió el primer servicio de transporte rodado en Nueva España. Luego, dirigía los convoyes, enseñaba para arrieros y hasta diseñaba los caminos, como el caso de San Juan del Río, donde se le atribuye haber trazado lo que es la actual Avenida Juárez: el Camino Real.

Aparicio fue arriero, caballista-cargador y cochero transportador. Circuló entre Zacatecas y México llevando viajeros, alimentos, herramientas y plata. Incluso hizo de diplomático para persuadir a los chichimecas, -quienes dominaban bastas tierras desde San Juan del Río hasta las Zacatecas y más allá- de que no atacasen sus convoyes. Su bondad y su honor le ganaron la amistad de estos indios que eran muy belicosos.

Sebastián pasó de criado a empresario, y de empresario a rentista. Vendió su negocio y se convirtió en hacendado al comprar una hacienda ganadera en Tlalnepantla y un rancho cerca de Chapultepec. En vez de derrochar, atendía a los pobres y viajeros que lo solicitaban. Vestía modesto, comía lo mismo que sus criados y dormía sobre un petate; rezaba el rosario a diario.

Contrajo nupcias en dos ocasiones. Sus dos esposas fallecieron a los pocos meses. Con setenta años de edad, Aparicio descubrió su verdadera vocación: la religión. Fue desasiéndose de su fortuna ayudando a conventos de monjas. A finales de 1573, donó a las clarisas toda su fortuna.

En junio de 1574, tomó el hábito franciscano en el convento de la orden en México y se dedicó a los trabajos más humildes, como barrer y cocinar. Los que lo conocían, asombrados estaban al ver a uno de los hombres más ricos de la Nueva España renunciar a sus bienes para convertirse en fraile. El 13 de junio de 1575 ingresó en la orden franciscana. Ejerció de limosnero recorriendo los caminos los últimos veintitrés años de su vida.

Falleció a los 98 años, en febrero de 1600 y su cuerpo se encuentra depositado en un sarcófago de cristal en el templo de San Francisco en Puebla. 420 años después, su cuerpo permanece incorrupto. Era tan grande su fama de santidad que en 1603 el rey Felipe III encargó al obispo de Tlaxcala se escribiese su vida. En 1768 se inicia el proceso de beatificación de Aparicio. El papa Pio VI lo declara beato el 17 de mayo de 1789. Existe causa para su canonización, la cual hasta el presente no se ha logrado, a pesar de que sus partidarios le atribuyen casi mil milagros en su expediente.

Tanto es el culto al beato Aparicio, el “fraile carretero”, que en su tierra natal La Gudiña como en Puebla lo consideran el patrono de los automóviles y los transportes terrestres.