/ jueves 29 de agosto de 2024

El toque femenino / Los abuelos, un tesoro en nuestra vida 


Desde hace algunas décadas se celebra en nuestro país el día del adulto mayor el 28 de agosto, esto derivado de la proyección que a nivel nacional nos indica que año con año se irá revirtiendo la pirámide poblacional hasta el punto en que serán mayoría los adultos mayores, situación que coloca a la gerontología (ciencia que estudia el envejecimiento y las necesidades físicas, mentales y sociales, de las personas de 60 años y más), en un marco fundamental para dignificar y mejorar su calidad de vida.

Dado que la gran mayoría de los abuelos pertenecen a este grupo, son los principales festejados en esta fecha y creo pertinente aclarar que el ser abuelo o abuela va mucho más allá del parentesco y la consanguinidad, pues es la relación que decidimos tener con los hijos de nuestras hijas o hijos, y que por distintos motivos hay quienes prefieren pasar por alto esta bendición y experiencia de vida, apartándose de su existencia. Por lo tanto existen abuelos ausentes y abuelos presentes que eligen estar y ser partícipes de la vida de sus nietos en todo momento erigiéndose como un apoyo y un lugar seguro; como cómplices y confidentes, como seres amorosos con los que siempre se puede contar, porque como bien dicen; los abuelos nacieron para dejarles a sus nietos momentos imborrables, inolvidables y generalmente agradables, porque aunque pueden coadyuvar en la educación y disciplina elegida por los padres, su mejor labor y la que mejor les sale es la de consentirlos, en una relación donde siempre hay dos grandes ganadores los abuelos y los nietos.

Yo recuerdo con mucho cariño a mis abuelas y abuelos, a ellas, las recuerdo por sus guisos, y como desde los platillos que con tanto ahínco preparaban, mostraban su amor. Pero para mi uno de ellos; Alfonso el mexicano, cumplió a cabalidad con la expectativa de lo que para muchos es tener el mejor abuelo del mundo, un hombre que yo veía altísimo, con ojos nostálgicos que pasaban del azul al gris incitando a la curiosidad de quienes lo conocían y con el que tuve una relación mucho más cercana, tengo el recuerdo de nuestras caminatas con paso veloz, todos los domingos a las 11:45 de la mañana para llegar a la iglesia y escuchar misa en punto de las 12, recuerdo también mi impaciencia por escuchar la frase final del padre: “podéis ir en paz, la misa ha terminado”, porque eso significaba que a la salida me compraría un helado y el regreso mucho más calmado se prestaría para platicar de todo un poco, de mi escuela, de mis amigos, y de escuchar pasajes de su etapa juvenil en su natal Ayutla en Jalisco; él era muy consentidor, me leía cuentos por las tardes y por algún motivo, de los 19 nietos que tenía, era a mi, a la única que religiosamente le daba 10 pesos de domingo y con la única que compartía su tesoro, una caja de chocolates escondidos meticulosamente en el peldaño más alto de su pequeño closset de puerta blanca y resguardados bajo llave, mi abuelo infundió pues, una confianza muy grande en mi y con sus palabras y apoyo, sé que sembró la claridad y seguridad de que no había imposibles en esta vida, como: “si estudias y te preparas”, frase que me escribió en una tarjeta que aún conservo.

Ahora conozco y atesoro la otra cara de la moneda y sé que uno de los regalos más hermosos de la vida es ser y tener a tus abuelos.

Enero del 2019 quedará marcado para siempre en mi corazón y memoria, pues experimenté una alegría inenarrable, cuando tuve entre mis brazos a Alonso mi primer nieto, que como saludo me dió un gran apretón de dedo, y dejó claro que con esa fuerza y su sonrisita hermosa podría mover al mundo, en mayo del 2020 llegó a nuestra vida Gonzalo con sus ojitos vivarachos que refrendó ese amor a primera vista que provocan los nietos desde el instante uno.

Por eso y por la inmensa felicidad que nos dan, creo que todos los días tenemos la oportunidad de celebrar y aquilatar su presencia en nuestra vida con uno de los regalos más ansiados por todos los abuelos y abuelas, el abrazo más tierno del mundo; ese que reciben solo de sus adorados nietos.



Desde hace algunas décadas se celebra en nuestro país el día del adulto mayor el 28 de agosto, esto derivado de la proyección que a nivel nacional nos indica que año con año se irá revirtiendo la pirámide poblacional hasta el punto en que serán mayoría los adultos mayores, situación que coloca a la gerontología (ciencia que estudia el envejecimiento y las necesidades físicas, mentales y sociales, de las personas de 60 años y más), en un marco fundamental para dignificar y mejorar su calidad de vida.

Dado que la gran mayoría de los abuelos pertenecen a este grupo, son los principales festejados en esta fecha y creo pertinente aclarar que el ser abuelo o abuela va mucho más allá del parentesco y la consanguinidad, pues es la relación que decidimos tener con los hijos de nuestras hijas o hijos, y que por distintos motivos hay quienes prefieren pasar por alto esta bendición y experiencia de vida, apartándose de su existencia. Por lo tanto existen abuelos ausentes y abuelos presentes que eligen estar y ser partícipes de la vida de sus nietos en todo momento erigiéndose como un apoyo y un lugar seguro; como cómplices y confidentes, como seres amorosos con los que siempre se puede contar, porque como bien dicen; los abuelos nacieron para dejarles a sus nietos momentos imborrables, inolvidables y generalmente agradables, porque aunque pueden coadyuvar en la educación y disciplina elegida por los padres, su mejor labor y la que mejor les sale es la de consentirlos, en una relación donde siempre hay dos grandes ganadores los abuelos y los nietos.

Yo recuerdo con mucho cariño a mis abuelas y abuelos, a ellas, las recuerdo por sus guisos, y como desde los platillos que con tanto ahínco preparaban, mostraban su amor. Pero para mi uno de ellos; Alfonso el mexicano, cumplió a cabalidad con la expectativa de lo que para muchos es tener el mejor abuelo del mundo, un hombre que yo veía altísimo, con ojos nostálgicos que pasaban del azul al gris incitando a la curiosidad de quienes lo conocían y con el que tuve una relación mucho más cercana, tengo el recuerdo de nuestras caminatas con paso veloz, todos los domingos a las 11:45 de la mañana para llegar a la iglesia y escuchar misa en punto de las 12, recuerdo también mi impaciencia por escuchar la frase final del padre: “podéis ir en paz, la misa ha terminado”, porque eso significaba que a la salida me compraría un helado y el regreso mucho más calmado se prestaría para platicar de todo un poco, de mi escuela, de mis amigos, y de escuchar pasajes de su etapa juvenil en su natal Ayutla en Jalisco; él era muy consentidor, me leía cuentos por las tardes y por algún motivo, de los 19 nietos que tenía, era a mi, a la única que religiosamente le daba 10 pesos de domingo y con la única que compartía su tesoro, una caja de chocolates escondidos meticulosamente en el peldaño más alto de su pequeño closset de puerta blanca y resguardados bajo llave, mi abuelo infundió pues, una confianza muy grande en mi y con sus palabras y apoyo, sé que sembró la claridad y seguridad de que no había imposibles en esta vida, como: “si estudias y te preparas”, frase que me escribió en una tarjeta que aún conservo.

Ahora conozco y atesoro la otra cara de la moneda y sé que uno de los regalos más hermosos de la vida es ser y tener a tus abuelos.

Enero del 2019 quedará marcado para siempre en mi corazón y memoria, pues experimenté una alegría inenarrable, cuando tuve entre mis brazos a Alonso mi primer nieto, que como saludo me dió un gran apretón de dedo, y dejó claro que con esa fuerza y su sonrisita hermosa podría mover al mundo, en mayo del 2020 llegó a nuestra vida Gonzalo con sus ojitos vivarachos que refrendó ese amor a primera vista que provocan los nietos desde el instante uno.

Por eso y por la inmensa felicidad que nos dan, creo que todos los días tenemos la oportunidad de celebrar y aquilatar su presencia en nuestra vida con uno de los regalos más ansiados por todos los abuelos y abuelas, el abrazo más tierno del mundo; ese que reciben solo de sus adorados nietos.