El ataque con coches bomba en Acámbaro y Jerécuaro, Guanajuato, es un alarmante recordatorio de la gravedad de la violencia que vive el país y de la cercanía de esta amenaza al todavía pacífico estado de Querétaro.
El saldo de tres oficiales de policía lesionados en las afueras de la sede de Seguridad Pública en Acámbaro no es solo una estadística más; es un llamado de atención para la ciudadanía y, sobre todo, para las autoridades, quienes parecen mirar hacia otro lado ante la violencia que cada vez sorprende menos a las personas en aquel estado.
Guanajuato, situado en el corazón de México, se ha convertido en uno de los epicentros de la violencia en los últimos años; los grupos criminales, están en plena disputa de territorios estratégicos, han escalado sus tácticas a niveles cada vez más temerarios y estos últimos ataques parecen acercarse peligrosamente a las fronteras de Querétaro.
¿Podemos considerar estos hechos como terrorismo? O las autoridades negarán lo delicado del tema porque pone en entredicho la seguridad, no solo de Guanajuato, sino de toda la región central de México. Negar la realidad es, en este caso, una peligrosa forma de ceguera.
El problema radica en la falta de voluntad para aceptar que lo que ocurre en Guanajuato y en otras partes del país no son incidentes aislados o actos de violencia común, sino que pueden considerarse terrorismo, pues buscan infundir miedo, desestabilizar el orden público y socavar la confianza en las instituciones.
El riesgo para el estado de Querétaro es inminente, por el comprobadisimo “efecto cucaracha” y esto es a pesar de que ha logrado mantener una relativa calma en comparación con otras regiones del país; la cercanía con Guanajuato nos coloca en una posición vulnerable.
El verdadero peligro para México es la indiferencia y la negación de los hechos, que ya han superado la ficción; Querétaro debe aprender de los errores de sus vecinos y actuar antes de que la sombra de la violencia se vuelva inevitable.
DE REBOTE
Ya hay acuerdo en la Legislatura pero no crea que es en todo; se trata de las diputadas del Verde, que lograron ponerse de acuerdo y la coordinación será rotativa entre Georgina Guzmán y Patricia Flores, el PAN puede sentirse tranquilo con sus aliadas.
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