/ martes 31 de diciembre de 2019

Felicidad en la agenda pública

Muchos países han incluido ya la felicidad ciudadana como una variable prioritaria de medición y síntesis de los resultados obtenidos por las políticas públicas implementadas desde sus gobiernos.

El caso más relevante es Buthan, quien por más de 4 décadas ha medido la felicidad nacional bruta en sustitución del Producto interno Bruto bajo la premisa de su mayor relevancia a importancia. Esta determinación no ha excluido los principios de crecimiento económico al modelo de desarrollo, pero ha dado misma prioridad a otras variables como la conservación y promoción de la cultura, el cuidado del medio ambiente y la construcción, educación y preservación de un buen gobierno. Se ha trazado en este, y otros casos, un camino que busca producir (y medir) el logro social a partir de la felicidad alcanzada por sus ciudadanos.

De ahí la relevancia que ha cobrado a nivel mundial el World Happiness Report que mide el comportamiento multivariable de la felicidad en 134 países del orbe.

Como ya no es novedad, de acuerdo al último ranking publicado, los nórdicos se ubican a la cabeza en las mediciones de felicidad mundial, con Finlandia en el primer lugar, seguido de Dinamarca, Noruega e Islandia en segundo, tercero y cuarto respectivamente. México se ubica en la posición 23, una posición debajo de Malta y un lugar arriba de Francia, siendo el segundo país latinoamericano con mayor felicidad; el primero es Costa Rica en la posición 12.

El tema relevante no es el ranking, sino el constructo que usa dicho reporte para medir la felicidad en una especie de ADN que integra y que permite una reflexión oportuna y necesaria para este cierre-inicio de año; en otras palabras: ¿qué debe importar a los gobiernos para hacer felices a sus ciudadanos? ¿qué dicen las experiencias exitosas y los países donde los ciudadanos reflejan mayores índices de felicidad percápita?

En Finlandia, top del ranking, sus habitantes dan más peso y relevancia al soporte social, que se entiende como la capacidad que tienen los ciudadanos para confiar e interactuar entre si a fin de afrontar de mejor manera las malas situaciones. La variable de acción e integración social no solo es fundamental para dicho país, sino que tiende a ser el dato prioritario de todos los países en el top del ranking y ello posibilita una reflexión importante sobre México y su capacidad de acceder lo más pronto posible a una felicidad ciudadana equiparable a la de los países nórdicos.

Un dato relevante es como en nuestro país la confianza en nuestros vecinos se ha ido desgastando, principalmente en las zonas urbanas, donde la inseguridad ha creado niveles de sospecha mayúsculas hacia quienes habitan en nuestra misma calle. Nada más vigente hoy que el “caras vemos, corazones no sabemos de antaño”.

Por eso considero que la primera y prioritaria acción de 2020 (y quizás es el mejor buen deseo que podemos tener en este momento), es y debe ser la de restaurar la concordia social y evitar contribuir al divisionismo que para algunos representa un botín político del cual han sabido vivir.

Debemos saber estar unidos no solo cuando Trumpconstruye un muro o cuando sucede una desgracia nacional, sino todos los días y todas las horas, creyendo no en un gobierno u otro, sino en los ciudadanos y por los ciudadanos. Si el gobierno no ha sabido poner el ejemplo y producir la unidad nacional, hagámoslo nosotros, como siempre lo hemos hecho, conviviendo con el vecino, conociéndole mejor, creando lazos y haciendo ciudadanía.

Cerremos heridas, extendamos la mano al vecino, seamos críticos de lo que no nos gusta y vivamos más felices en 2020. Feliz año nuevo para ustedes y sus familias.

--

Lenin Robledo
leninrobledo@gmail.com

Muchos países han incluido ya la felicidad ciudadana como una variable prioritaria de medición y síntesis de los resultados obtenidos por las políticas públicas implementadas desde sus gobiernos.

El caso más relevante es Buthan, quien por más de 4 décadas ha medido la felicidad nacional bruta en sustitución del Producto interno Bruto bajo la premisa de su mayor relevancia a importancia. Esta determinación no ha excluido los principios de crecimiento económico al modelo de desarrollo, pero ha dado misma prioridad a otras variables como la conservación y promoción de la cultura, el cuidado del medio ambiente y la construcción, educación y preservación de un buen gobierno. Se ha trazado en este, y otros casos, un camino que busca producir (y medir) el logro social a partir de la felicidad alcanzada por sus ciudadanos.

De ahí la relevancia que ha cobrado a nivel mundial el World Happiness Report que mide el comportamiento multivariable de la felicidad en 134 países del orbe.

Como ya no es novedad, de acuerdo al último ranking publicado, los nórdicos se ubican a la cabeza en las mediciones de felicidad mundial, con Finlandia en el primer lugar, seguido de Dinamarca, Noruega e Islandia en segundo, tercero y cuarto respectivamente. México se ubica en la posición 23, una posición debajo de Malta y un lugar arriba de Francia, siendo el segundo país latinoamericano con mayor felicidad; el primero es Costa Rica en la posición 12.

El tema relevante no es el ranking, sino el constructo que usa dicho reporte para medir la felicidad en una especie de ADN que integra y que permite una reflexión oportuna y necesaria para este cierre-inicio de año; en otras palabras: ¿qué debe importar a los gobiernos para hacer felices a sus ciudadanos? ¿qué dicen las experiencias exitosas y los países donde los ciudadanos reflejan mayores índices de felicidad percápita?

En Finlandia, top del ranking, sus habitantes dan más peso y relevancia al soporte social, que se entiende como la capacidad que tienen los ciudadanos para confiar e interactuar entre si a fin de afrontar de mejor manera las malas situaciones. La variable de acción e integración social no solo es fundamental para dicho país, sino que tiende a ser el dato prioritario de todos los países en el top del ranking y ello posibilita una reflexión importante sobre México y su capacidad de acceder lo más pronto posible a una felicidad ciudadana equiparable a la de los países nórdicos.

Un dato relevante es como en nuestro país la confianza en nuestros vecinos se ha ido desgastando, principalmente en las zonas urbanas, donde la inseguridad ha creado niveles de sospecha mayúsculas hacia quienes habitan en nuestra misma calle. Nada más vigente hoy que el “caras vemos, corazones no sabemos de antaño”.

Por eso considero que la primera y prioritaria acción de 2020 (y quizás es el mejor buen deseo que podemos tener en este momento), es y debe ser la de restaurar la concordia social y evitar contribuir al divisionismo que para algunos representa un botín político del cual han sabido vivir.

Debemos saber estar unidos no solo cuando Trumpconstruye un muro o cuando sucede una desgracia nacional, sino todos los días y todas las horas, creyendo no en un gobierno u otro, sino en los ciudadanos y por los ciudadanos. Si el gobierno no ha sabido poner el ejemplo y producir la unidad nacional, hagámoslo nosotros, como siempre lo hemos hecho, conviviendo con el vecino, conociéndole mejor, creando lazos y haciendo ciudadanía.

Cerremos heridas, extendamos la mano al vecino, seamos críticos de lo que no nos gusta y vivamos más felices en 2020. Feliz año nuevo para ustedes y sus familias.

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Lenin Robledo
leninrobledo@gmail.com