/ viernes 11 de octubre de 2019

Humanitas: arte y pasión

El año de 1968 fue un parteaguas para la cultura occidental, la revolución y el activismo político, fueron el acento de aquel año de finales de la “década prodigiosa”. Hubo precedentes en Berkeley, USA, en 1964.En México en octubre del 68 hubo una masacre de estudiantes en Tlatelolco.

En la emblemática ciudad de París, Francia, se llevó a cabo en el mes de mayo de ese año la revolución de la imaginación, en las paredes y entre adoquines del barrio latino, aquella generación de jóvenes estudiantes solicitaba un espacio en el desgastado régimen y en la administración escolar para impulsar las ideas creativas de su tiempo. Jean-Paul Sartre le llamo “La expansión del campo de lo posible”. El mundo estaba gobernado por viejos, y había que esperar a ser viejo para acceder a la política y al poder. La revolución denunció la prosperidad capitalista apoyada en el sofisma, en la mentira de la incentivación de la explotación, la competitividad alienante y la hipocresía como valor social.

Ser joven equivalía a estar en una continua curva de aprendizaje. El 68 francés fue una gran lección para el mundo y para la política, primero empezó como un movimiento universitario de jóvenes que fue apoyado por la solidaridad de adultos, que partió de las élites culturales, los intelectuales, artistas, escritores y tránsfugas del sistema, al grado que miles de estudiantes radicales paralizaron todo el país, desde las fábricas de Renault, el festival de Cannes, la radio y la televisión.

Las inscripciones murales revivían el idealismo de la protesta clandestina, las ideas se hacían visibles en los muros. Las inscripciones murales reflejaban una revolución semántica que traducía la subversión del orden existente propuesto al nivel de las palabras y las ideas. El imberbe caudillo se llamaba Daniel Cohn-Bendit, mejor conocido como “Dani el Rojo” avalado por una clase intelectual prestigiosa como lo fueron Jean-Paul Sartre, Jean-Luc Godard y Herbert Marcuse entre otros, además de líderes sindicalista y escritores. Fue una revolución de palabras y ladrillazos, que devolvió a la inteligencia su rol de motivación. Fue un laboratorio de nuevos métodos de lucha, imágenes que movieron al compromiso y al activismo. También hubo una expresión individualizada.

Al final de todo el líder Daniel-Cohn-Bendit fue perseguido por el Estado. En el año de 1974 un desgastado Charles De Gaulle dejó el poder y lo sustituyó Valery Giscard D’Estaing, quien no era un taumaturgo para realizar las reformas y demandas. La aventura revolucionaria de los jóvenes había terminado, se convirtieron en adultos. Parafraseando a Johnn Lennon diría: El sueño había terminado. (Citas de Alberto Corazón).

bobiglez@gmail.com

El año de 1968 fue un parteaguas para la cultura occidental, la revolución y el activismo político, fueron el acento de aquel año de finales de la “década prodigiosa”. Hubo precedentes en Berkeley, USA, en 1964.En México en octubre del 68 hubo una masacre de estudiantes en Tlatelolco.

En la emblemática ciudad de París, Francia, se llevó a cabo en el mes de mayo de ese año la revolución de la imaginación, en las paredes y entre adoquines del barrio latino, aquella generación de jóvenes estudiantes solicitaba un espacio en el desgastado régimen y en la administración escolar para impulsar las ideas creativas de su tiempo. Jean-Paul Sartre le llamo “La expansión del campo de lo posible”. El mundo estaba gobernado por viejos, y había que esperar a ser viejo para acceder a la política y al poder. La revolución denunció la prosperidad capitalista apoyada en el sofisma, en la mentira de la incentivación de la explotación, la competitividad alienante y la hipocresía como valor social.

Ser joven equivalía a estar en una continua curva de aprendizaje. El 68 francés fue una gran lección para el mundo y para la política, primero empezó como un movimiento universitario de jóvenes que fue apoyado por la solidaridad de adultos, que partió de las élites culturales, los intelectuales, artistas, escritores y tránsfugas del sistema, al grado que miles de estudiantes radicales paralizaron todo el país, desde las fábricas de Renault, el festival de Cannes, la radio y la televisión.

Las inscripciones murales revivían el idealismo de la protesta clandestina, las ideas se hacían visibles en los muros. Las inscripciones murales reflejaban una revolución semántica que traducía la subversión del orden existente propuesto al nivel de las palabras y las ideas. El imberbe caudillo se llamaba Daniel Cohn-Bendit, mejor conocido como “Dani el Rojo” avalado por una clase intelectual prestigiosa como lo fueron Jean-Paul Sartre, Jean-Luc Godard y Herbert Marcuse entre otros, además de líderes sindicalista y escritores. Fue una revolución de palabras y ladrillazos, que devolvió a la inteligencia su rol de motivación. Fue un laboratorio de nuevos métodos de lucha, imágenes que movieron al compromiso y al activismo. También hubo una expresión individualizada.

Al final de todo el líder Daniel-Cohn-Bendit fue perseguido por el Estado. En el año de 1974 un desgastado Charles De Gaulle dejó el poder y lo sustituyó Valery Giscard D’Estaing, quien no era un taumaturgo para realizar las reformas y demandas. La aventura revolucionaria de los jóvenes había terminado, se convirtieron en adultos. Parafraseando a Johnn Lennon diría: El sueño había terminado. (Citas de Alberto Corazón).

bobiglez@gmail.com