/ viernes 17 de abril de 2020

Humanitas: arte y pasión

André Breton definió así la palabra surrealismo en el manifiesto Surrealista de 1924:

“El Surrealismo es un sustantivo masculino. Automatismo psíquico puro mediante el cual se nos propone expresar, sea verbalmente o por escrito, el funcionamiento real del pensamiento… fuera de todo control ejercido por la razón, al margen de toda preocupación estética o moral. El Surrealismo se funda en la creencia de una realidad superior, de ciertas formas de asociación hasta ahora descuidadas, en la omnipotencia del sueño, en el juego desinteresado del pensamiento. Tiende a destruir definitivamente todos los restantes mecanismos psíquicos y a sustituir a éstos en la resolución de los principales problemas de la vida…”.

Los primeros surrealistas provenían de la ruptura con el dadaísmo, como lo fue André Breton, Louis Aragon, Paul Éluard y Benjamin Péret, entre otros.

Los fundadores del surrealismo no lo consideraban una nueva escuela artística, sino un medio de conocimiento, y de conocimientos en particular de regiones que no habían sido aún exploradas sistemáticamente: lo inconsciente, lo maravilloso, el sueño, la locura, los estados de alucinación, es decir, el reverso de lo lógico y la razón.

Recordemos que en el siglo XIX y principios del XX se habían heredado las bondades del positivismo, de la ciencia y la razón. El surrealismo era una experiencia que proponía un conocimiento nuevo del hombre y del mundo. Estas experiencias llegaron a momentos “heroicos” según el historiador Maurice Nadeau, porque sus exploraciones abarcaron desde lo absurdo o cretino, hasta la política y la ciencia. En 1928 Breton publicó “Nadja” y “El surrealismo y la pintura”, mostrando la madurez a la que había llegado el movimiento. Ese mismo año se filmó la primera película surrealista “El perro andaluz”, de Salvador Dalí y Luis Buñuel. El movimiento había traspasado las fronteras de Francia, el automatismo psíquico como método de escritura se puso de moda. En 1929 Breton influido por el exilio de Trotsky por el gobierno soviético, hizo que el movimiento incorporara la idea de la revolución, de rebelión política. En ese año los acontecimientos hicieron que André Breton redactara el segundo manifiesto en el que ampliaba la definición del surrealismo: “Todo conduce a creer que existe un punto del espíritu desde el cual la vida y la muerte, lo real y lo imaginario, el pasado y el futuro, lo comunicable y lo incomunicable, lo alto y lo bajo, cesan de concebirse contradictoriamente. Pues bien, en vano se buscaría en la actividad surrealista otro móvil que el de encontrar dicho punto…”. En ese año la gran crisis y la depresión económica posibilitó y afianzó a los regímenes totalitaristas, cosa que le exigía al surrealismo su participación al servicio de la revolución. En 1931 salvador Dalí promovió la importancia del delirio y del sueño, desarrolló su teoría “paranoica crítica”, desde estas ideas, Dalí partió para construir objetos surrealistas, que fungían como objetos de funcionamiento simbólico.

El año de 1931 fue decisivo para encumbrar el movimiento, la fórmula de la paranoia crítica provenía de la literatura del marqués de Sade y del conde de Lautréamont.

Para entonces los conflictos entre algunos miembros del movimiento se habían agudizado, particularmente por razones políticas como fue el caso de Louis Aragón que abandonó el movimiento en 1935.

Para entonces el movimiento se fue convirtiendo en una vanguardia artística.

La difusión internacional de las posiciones surrealistas produjo un relajamiento de la intransigencia originaria, hacia una vuelta a los cánones tradicionales del arte y la pintura. En Europa y América se formaron grupos surrealistas, se abrieron exposiciones colectivas sin estruendo publicitario. Breton y Eluard empezaron a viajar, a dictar conferencias y a conceder entrevistas. Los acontecimientos internacionales se precipitaban, la guerra de España hasta Munich, y al conflicto mundial. En 1938 se presentó la gran exposición internacional del surrealismo con sesenta artistas de catorce países. Finalmente, la guerra llevó a Breton primero a Marsella y luego a los Estados Unidos en donde convivió con Duchamp y Max Ernst.

¡Bello como el encuentro fortuito, sobre una mesa de operaciones de una máquina de coser y un paraguas!

bobiglez@gmail.com

André Breton definió así la palabra surrealismo en el manifiesto Surrealista de 1924:

“El Surrealismo es un sustantivo masculino. Automatismo psíquico puro mediante el cual se nos propone expresar, sea verbalmente o por escrito, el funcionamiento real del pensamiento… fuera de todo control ejercido por la razón, al margen de toda preocupación estética o moral. El Surrealismo se funda en la creencia de una realidad superior, de ciertas formas de asociación hasta ahora descuidadas, en la omnipotencia del sueño, en el juego desinteresado del pensamiento. Tiende a destruir definitivamente todos los restantes mecanismos psíquicos y a sustituir a éstos en la resolución de los principales problemas de la vida…”.

Los primeros surrealistas provenían de la ruptura con el dadaísmo, como lo fue André Breton, Louis Aragon, Paul Éluard y Benjamin Péret, entre otros.

Los fundadores del surrealismo no lo consideraban una nueva escuela artística, sino un medio de conocimiento, y de conocimientos en particular de regiones que no habían sido aún exploradas sistemáticamente: lo inconsciente, lo maravilloso, el sueño, la locura, los estados de alucinación, es decir, el reverso de lo lógico y la razón.

Recordemos que en el siglo XIX y principios del XX se habían heredado las bondades del positivismo, de la ciencia y la razón. El surrealismo era una experiencia que proponía un conocimiento nuevo del hombre y del mundo. Estas experiencias llegaron a momentos “heroicos” según el historiador Maurice Nadeau, porque sus exploraciones abarcaron desde lo absurdo o cretino, hasta la política y la ciencia. En 1928 Breton publicó “Nadja” y “El surrealismo y la pintura”, mostrando la madurez a la que había llegado el movimiento. Ese mismo año se filmó la primera película surrealista “El perro andaluz”, de Salvador Dalí y Luis Buñuel. El movimiento había traspasado las fronteras de Francia, el automatismo psíquico como método de escritura se puso de moda. En 1929 Breton influido por el exilio de Trotsky por el gobierno soviético, hizo que el movimiento incorporara la idea de la revolución, de rebelión política. En ese año los acontecimientos hicieron que André Breton redactara el segundo manifiesto en el que ampliaba la definición del surrealismo: “Todo conduce a creer que existe un punto del espíritu desde el cual la vida y la muerte, lo real y lo imaginario, el pasado y el futuro, lo comunicable y lo incomunicable, lo alto y lo bajo, cesan de concebirse contradictoriamente. Pues bien, en vano se buscaría en la actividad surrealista otro móvil que el de encontrar dicho punto…”. En ese año la gran crisis y la depresión económica posibilitó y afianzó a los regímenes totalitaristas, cosa que le exigía al surrealismo su participación al servicio de la revolución. En 1931 salvador Dalí promovió la importancia del delirio y del sueño, desarrolló su teoría “paranoica crítica”, desde estas ideas, Dalí partió para construir objetos surrealistas, que fungían como objetos de funcionamiento simbólico.

El año de 1931 fue decisivo para encumbrar el movimiento, la fórmula de la paranoia crítica provenía de la literatura del marqués de Sade y del conde de Lautréamont.

Para entonces los conflictos entre algunos miembros del movimiento se habían agudizado, particularmente por razones políticas como fue el caso de Louis Aragón que abandonó el movimiento en 1935.

Para entonces el movimiento se fue convirtiendo en una vanguardia artística.

La difusión internacional de las posiciones surrealistas produjo un relajamiento de la intransigencia originaria, hacia una vuelta a los cánones tradicionales del arte y la pintura. En Europa y América se formaron grupos surrealistas, se abrieron exposiciones colectivas sin estruendo publicitario. Breton y Eluard empezaron a viajar, a dictar conferencias y a conceder entrevistas. Los acontecimientos internacionales se precipitaban, la guerra de España hasta Munich, y al conflicto mundial. En 1938 se presentó la gran exposición internacional del surrealismo con sesenta artistas de catorce países. Finalmente, la guerra llevó a Breton primero a Marsella y luego a los Estados Unidos en donde convivió con Duchamp y Max Ernst.

¡Bello como el encuentro fortuito, sobre una mesa de operaciones de una máquina de coser y un paraguas!

bobiglez@gmail.com