/ viernes 16 de abril de 2021

Humanitas: arte y pasión

Sin lugar a dudas una de las figuras más icónicas del arte del siglo XX es Salvador Dalí, pintor extraordinario y perfomer. Su trayectoria desde joven fue la de un “Enfant terrible” hasta un genio de la pintura.

Su obra es un corpus constituido por pinturas, esculturas, objetos, cine, video, joyas, libros además de decenas de entrevistas en revistas y televisión.

¿Quien podría olvidar a Salvador Dalí y a su musa Gala? Ella era de origen ruso y su verdadero nombre era Elena Ivanovna Diakonova. Dalí la bautizó como Gala en recuerdo del personaje de Gradiva de la novela de W. Jensen.

Dalí conoció a gala en 1929 y este encuentro provocó un enamoramiento mutuo e instantáneo cuando se miraron en la playa de Cadaqués, cada uno se descubrió en el otro.

Gala provenía de la corriente surrealista pues estaba casada con el poeta Paul Eluard quien pertenecía al círculo cercano de André Breton padre del surrealismo.

Por supuesto que Gala fue una mujer muy inteligente y mágica que influyo para que Dalí se precipitara hacia el surrealismo, al grado que en ese año de 1929 realizó junto a su amigo Luis Buñuel la película “Un perro andaluz” filme cien por ciento surrealista con la estructura de los sueños.

Dalí tenía fama de ser un personaje extraño, como consta en el material fotográfico que existe, se comportaba como un performer. Sin embargo, su obra se consolida a partir de su encuentro con Gala, lo que le permitirá explorar el territorio de los sueños y el inconsciente. Sabemos la admiración que Dalí tenía por el Dr. Sigmund Freud al grado que lo visito en Londres en 1938 para conocerlo y mostrarle su famoso cuadro “La muerte de Narciso”.

Una de las constantes en la obra de Salvador Dalí es la presencia de lo duro y lo blando como un juego dialectico, como lucha de contrarios y contenido conceptual de su pintura y demás objetos surrealistas. Unas de sus formas recurrentes que nos presenta son la langosta, los crustáceos, los erizos de mar que tienen esa consistencia de duro y blando que le atraía tanto al maestro catalán.

La metáfora que construye Dalí con los crustáceos y con Gala como modelo, es una pulsión caníbal de representar lo comestible en su propia musa-mujer. También es una referencia a los grandes maestros de la pintura que tanto admira como es el caso del divino Rafael.

La pintura daliniana junto a la presencia misteriosa de Gala, se convirtió en una suerte de acto de magia artístico publicitario y performatico, que sedujo a miles de espectadores en todo el mundo. Seguirá llamando la atención de las nuevas generaciones, por la vigencia de sus delirios y su personaje de Dalí como un genio del arte del siglo XX. Comparando su fama mediática solo compite con el artista del pop norteamericano Andy Wharhol que aprendió del mejor maestro.

bobiglez@gmail.com

Sin lugar a dudas una de las figuras más icónicas del arte del siglo XX es Salvador Dalí, pintor extraordinario y perfomer. Su trayectoria desde joven fue la de un “Enfant terrible” hasta un genio de la pintura.

Su obra es un corpus constituido por pinturas, esculturas, objetos, cine, video, joyas, libros además de decenas de entrevistas en revistas y televisión.

¿Quien podría olvidar a Salvador Dalí y a su musa Gala? Ella era de origen ruso y su verdadero nombre era Elena Ivanovna Diakonova. Dalí la bautizó como Gala en recuerdo del personaje de Gradiva de la novela de W. Jensen.

Dalí conoció a gala en 1929 y este encuentro provocó un enamoramiento mutuo e instantáneo cuando se miraron en la playa de Cadaqués, cada uno se descubrió en el otro.

Gala provenía de la corriente surrealista pues estaba casada con el poeta Paul Eluard quien pertenecía al círculo cercano de André Breton padre del surrealismo.

Por supuesto que Gala fue una mujer muy inteligente y mágica que influyo para que Dalí se precipitara hacia el surrealismo, al grado que en ese año de 1929 realizó junto a su amigo Luis Buñuel la película “Un perro andaluz” filme cien por ciento surrealista con la estructura de los sueños.

Dalí tenía fama de ser un personaje extraño, como consta en el material fotográfico que existe, se comportaba como un performer. Sin embargo, su obra se consolida a partir de su encuentro con Gala, lo que le permitirá explorar el territorio de los sueños y el inconsciente. Sabemos la admiración que Dalí tenía por el Dr. Sigmund Freud al grado que lo visito en Londres en 1938 para conocerlo y mostrarle su famoso cuadro “La muerte de Narciso”.

Una de las constantes en la obra de Salvador Dalí es la presencia de lo duro y lo blando como un juego dialectico, como lucha de contrarios y contenido conceptual de su pintura y demás objetos surrealistas. Unas de sus formas recurrentes que nos presenta son la langosta, los crustáceos, los erizos de mar que tienen esa consistencia de duro y blando que le atraía tanto al maestro catalán.

La metáfora que construye Dalí con los crustáceos y con Gala como modelo, es una pulsión caníbal de representar lo comestible en su propia musa-mujer. También es una referencia a los grandes maestros de la pintura que tanto admira como es el caso del divino Rafael.

La pintura daliniana junto a la presencia misteriosa de Gala, se convirtió en una suerte de acto de magia artístico publicitario y performatico, que sedujo a miles de espectadores en todo el mundo. Seguirá llamando la atención de las nuevas generaciones, por la vigencia de sus delirios y su personaje de Dalí como un genio del arte del siglo XX. Comparando su fama mediática solo compite con el artista del pop norteamericano Andy Wharhol que aprendió del mejor maestro.

bobiglez@gmail.com