/ viernes 4 de junio de 2021

Humanitas. Arte y Pasión

Paul Gauguin fue un pintor de misterios, simbolista, de fragmentos como los sueños; de notas y de citas, que logra una estructura en sus obras en donde además se aproxima a lo sagrado como es en el caso de la pintura ¿De dónde venimos? ¿Qué somos? ¿Dónde vamos? óleo sobre lienzo pintado en 1897-98, que se encuentra en el Museo de Bellas Artes de Boston.

Podemos citar también la pintura “El día del dios” (Mahana no atua) de 1894, óleo sobre tela colgado en el Art Institute of Chicago, en donde se aprecia el desvanecimiento de las realidades materiales. Si bien se considera a Gauguin un artista salvaje, que renuncia a la modernidad occidental en busca de la verdad en lo primitivo, nos ofrece también voltear la mirada a la infancia de la humanidad.

Para el historiador Hal Foster el deseo es el elemento enigmático de los nuevos mitos, y en el primitivismo gauguiniano, el enigma y el deseo están tan ligados como lo están en el psicoanálisis freudiano.

La obra ¿De dónde venimos? ¿Qué somos? ¿Dónde vamos? Es una suerte de credo gauguiniano, que expresa el sentido de la vida, leído de derecha a izquierda. El simbolismo está presente en esta obra de Gauguin que el describe de la siguiente manera: “Los dos ángulos superiores son amarillos de forma que parecen un fresco doblado de los cantos y fijado sobre una pared dorada. Abajo a la derecha hay un bebé dormido tres mujeres y tres mujeres de cuclillas. Dos figuras vestidas de púrpura se confían sus conversaciones. Una figura enorme agachada, realizada deliberadamente a pesar de la perspectiva, levanta el brazo y mira sorprendida a los dos personajes que osan hablar de su destino. En el centro hay una figura recoge fruta, dos gatos cerca de un niño, y una cabra. El ídolo con los dos brazos levantados misteriosamente y con ritmo, parece indicar un más allá. Una figura agachada parece escuchar al ídolo. Y finalmente, una anciana cerca de la muerte parece aceptar, resignada, lo que está pensando, y cierra la leyenda. El conjunto de la escena se sitúa entre un arroyo y bajo los árboles, al fondo el mar, y más allá las montañas de la isla vecina”.

Hal Foster interpreta en las vanguardias artísticas, el retorno a lo primitivo como un estado de excepción en el cauce de la modernidad, es decir, los artistas de vanguardia como Gauguin y Picasso, dominan a contrapelo la escena del arte, que la burguesía del siglo XIX y sus apéndices del XX creían que les pertenecía. Ese retorno a lo primordial, sin embargo, para la civilización moderna resulta peligroso, inestable, porque evoca el inicio y el fin. Los artistas revelan y exhiben la condición del domino racial y colonial que predomina en el orden del mundo moderno y que se refleja como espejo en el arte. La mirada colonialista frente a la obra primitiva, evoca la construcción de un nuevo sujeto, de un nuevo espectador, de un otro liberado de prejuicios civilizatorios.

El análisis de Foster va de la mano con las ideas freudianas, recorriendo y construyendo una versión de la historia del arte de las vanguardias.

En estas líneas rescatamos a ese occidental remiso que fue Paul Gauguin (1848.1903), quien además de soportar los juicios morales y estéticos, logro romper las ataduras de la estética de su tiempo para revelar lo que un hombre descubre al pasar de los años, que desde el inicio del juego el final está dado. Pero también reconoce ese espacio posible de la espiritualidad y de un más allá que se encuentra en ese texto que es su pintura. Su obra es una narración donde el viejo Gauguin nos avisa que comió del árbol de la sabiduría en su profundo viaje al mundo primitivo. La cultura nos transforma y el arte nos salva.


bobiglez@gmail.com

Paul Gauguin fue un pintor de misterios, simbolista, de fragmentos como los sueños; de notas y de citas, que logra una estructura en sus obras en donde además se aproxima a lo sagrado como es en el caso de la pintura ¿De dónde venimos? ¿Qué somos? ¿Dónde vamos? óleo sobre lienzo pintado en 1897-98, que se encuentra en el Museo de Bellas Artes de Boston.

Podemos citar también la pintura “El día del dios” (Mahana no atua) de 1894, óleo sobre tela colgado en el Art Institute of Chicago, en donde se aprecia el desvanecimiento de las realidades materiales. Si bien se considera a Gauguin un artista salvaje, que renuncia a la modernidad occidental en busca de la verdad en lo primitivo, nos ofrece también voltear la mirada a la infancia de la humanidad.

Para el historiador Hal Foster el deseo es el elemento enigmático de los nuevos mitos, y en el primitivismo gauguiniano, el enigma y el deseo están tan ligados como lo están en el psicoanálisis freudiano.

La obra ¿De dónde venimos? ¿Qué somos? ¿Dónde vamos? Es una suerte de credo gauguiniano, que expresa el sentido de la vida, leído de derecha a izquierda. El simbolismo está presente en esta obra de Gauguin que el describe de la siguiente manera: “Los dos ángulos superiores son amarillos de forma que parecen un fresco doblado de los cantos y fijado sobre una pared dorada. Abajo a la derecha hay un bebé dormido tres mujeres y tres mujeres de cuclillas. Dos figuras vestidas de púrpura se confían sus conversaciones. Una figura enorme agachada, realizada deliberadamente a pesar de la perspectiva, levanta el brazo y mira sorprendida a los dos personajes que osan hablar de su destino. En el centro hay una figura recoge fruta, dos gatos cerca de un niño, y una cabra. El ídolo con los dos brazos levantados misteriosamente y con ritmo, parece indicar un más allá. Una figura agachada parece escuchar al ídolo. Y finalmente, una anciana cerca de la muerte parece aceptar, resignada, lo que está pensando, y cierra la leyenda. El conjunto de la escena se sitúa entre un arroyo y bajo los árboles, al fondo el mar, y más allá las montañas de la isla vecina”.

Hal Foster interpreta en las vanguardias artísticas, el retorno a lo primitivo como un estado de excepción en el cauce de la modernidad, es decir, los artistas de vanguardia como Gauguin y Picasso, dominan a contrapelo la escena del arte, que la burguesía del siglo XIX y sus apéndices del XX creían que les pertenecía. Ese retorno a lo primordial, sin embargo, para la civilización moderna resulta peligroso, inestable, porque evoca el inicio y el fin. Los artistas revelan y exhiben la condición del domino racial y colonial que predomina en el orden del mundo moderno y que se refleja como espejo en el arte. La mirada colonialista frente a la obra primitiva, evoca la construcción de un nuevo sujeto, de un nuevo espectador, de un otro liberado de prejuicios civilizatorios.

El análisis de Foster va de la mano con las ideas freudianas, recorriendo y construyendo una versión de la historia del arte de las vanguardias.

En estas líneas rescatamos a ese occidental remiso que fue Paul Gauguin (1848.1903), quien además de soportar los juicios morales y estéticos, logro romper las ataduras de la estética de su tiempo para revelar lo que un hombre descubre al pasar de los años, que desde el inicio del juego el final está dado. Pero también reconoce ese espacio posible de la espiritualidad y de un más allá que se encuentra en ese texto que es su pintura. Su obra es una narración donde el viejo Gauguin nos avisa que comió del árbol de la sabiduría en su profundo viaje al mundo primitivo. La cultura nos transforma y el arte nos salva.


bobiglez@gmail.com