/ viernes 15 de octubre de 2021

Humanitas. Arte y pasión


Sin duda una de las mejores pintoras de los Estados unidos del siglo XX fue Georgia O’keeffe, nacida en Wisconsin (1887-1986). Fue una artista pionera, que se relacionó con la abstracción y con las vanguardias artistas en la ciudad de Nueva York.

En 1911 Georgia era maestra de arte en una escuela primaria, y también se dedicaba a la ilustración. En sus viajes a Nueva York se relacionó con Alfred Stieglitz un fotógrafo de renombre en aquella época moderna, con quien se casó y tuvo una relación tumultuosamente emocional y profesional. Fue su maestro, su amor y su mecenas, murió en 1946.

En su obra se mezcla su encanto por la naturaleza. Se instaló en Nuevo México en donde descubrió un paisaje extraordinario, con la colección de plantas y flores que fueron su inspiración. Allí en Nuevo México residió y montó su estudio al que llamo Shanti, una especie de santuario artístico en donde no permitía entrar a nadie. En los años veinte encuentra el feminismo y se vuelve un referente. Su encuentro con las plantas hace que se enamore de la hierba Jimson y su floración. Su casa en Abiquiu, un pequeño lugar en el poblado de Río Arriba, se rodea por esta bella planta salvaje que su bella floración es pintada por O’keeffe. El tema de las flores, de las pequeñas e insignificantes hierbas en floración, será el corpus de su obra. Su mayor influencia proviene de la fotografía, y sí del fotógrafo Stieglitz, su pareja y maestro, del que aprende el estudio de la forma, el uso de los primeros planos, la ampliación y recorte, el cropping.

Su obra emblemática en el mercado americano es “Jimson Weed/White flower no. 1” de 1932, tal vez la obra más famosa y la mejor vendida que alcanzó la suma de cuarenta y cuatro millones de dólares en una subasta en 2014 en Shotebys.

En la pintura de Georgia se funde el paisaje de Nuevo México, la urbe de Nueva York y la mezcla de culturas en esa región del sur de los Estados Unidos.

Fue su esposo Alfred, quien empezó a relacionar sus composiciones en primer plano de las flores con interpretaciones eróticas y guiños psicoanalistas que las comparaban con el sexo femenino. Ella en realidad se esforzó en mostrar en esa ampliación de planos las maravillas de la naturaleza que nadie miraba y pasaban desapercibidas para los ojos profanos. Ella descubrió en estas formas el otro tiempo, el tiempo presente, que es simplemente lo que está sucediendo en ese lugar y en ese momento. Era una mujer que no le temía al instante, se sumergía en el tiempo de Kairos. Georgia O’keeffe decía:

“Cuando la gente lee símbolos eróticos en mis cuadros, están hablando de sus propios asuntos”. Las flores son tan pequeñas que nadie las observa con detenimiento; el sexo es asunto de las tablas y la mesa del ginecólogo; aunque tampoco se observa con atención y contemplación.

La observación minuciosa de las flore de Georgia O’Keeffe me recordó al poeta japonés del periodo Edo Matsuo Basho (1644-1694) que en un haiku le canta a la Nazuna, esas pequeñas flores que nacen por la mañana junto a los setos y en las uniones de las rocas y que nadie las percibe, Basho les canta, y Georgia de manera visual, las musicaliza, dándoles una entonación de suave erotismo. Por ello es considerada pionera del modernismo norteamericano.


bobiglez@gmail.com


Sin duda una de las mejores pintoras de los Estados unidos del siglo XX fue Georgia O’keeffe, nacida en Wisconsin (1887-1986). Fue una artista pionera, que se relacionó con la abstracción y con las vanguardias artistas en la ciudad de Nueva York.

En 1911 Georgia era maestra de arte en una escuela primaria, y también se dedicaba a la ilustración. En sus viajes a Nueva York se relacionó con Alfred Stieglitz un fotógrafo de renombre en aquella época moderna, con quien se casó y tuvo una relación tumultuosamente emocional y profesional. Fue su maestro, su amor y su mecenas, murió en 1946.

En su obra se mezcla su encanto por la naturaleza. Se instaló en Nuevo México en donde descubrió un paisaje extraordinario, con la colección de plantas y flores que fueron su inspiración. Allí en Nuevo México residió y montó su estudio al que llamo Shanti, una especie de santuario artístico en donde no permitía entrar a nadie. En los años veinte encuentra el feminismo y se vuelve un referente. Su encuentro con las plantas hace que se enamore de la hierba Jimson y su floración. Su casa en Abiquiu, un pequeño lugar en el poblado de Río Arriba, se rodea por esta bella planta salvaje que su bella floración es pintada por O’keeffe. El tema de las flores, de las pequeñas e insignificantes hierbas en floración, será el corpus de su obra. Su mayor influencia proviene de la fotografía, y sí del fotógrafo Stieglitz, su pareja y maestro, del que aprende el estudio de la forma, el uso de los primeros planos, la ampliación y recorte, el cropping.

Su obra emblemática en el mercado americano es “Jimson Weed/White flower no. 1” de 1932, tal vez la obra más famosa y la mejor vendida que alcanzó la suma de cuarenta y cuatro millones de dólares en una subasta en 2014 en Shotebys.

En la pintura de Georgia se funde el paisaje de Nuevo México, la urbe de Nueva York y la mezcla de culturas en esa región del sur de los Estados Unidos.

Fue su esposo Alfred, quien empezó a relacionar sus composiciones en primer plano de las flores con interpretaciones eróticas y guiños psicoanalistas que las comparaban con el sexo femenino. Ella en realidad se esforzó en mostrar en esa ampliación de planos las maravillas de la naturaleza que nadie miraba y pasaban desapercibidas para los ojos profanos. Ella descubrió en estas formas el otro tiempo, el tiempo presente, que es simplemente lo que está sucediendo en ese lugar y en ese momento. Era una mujer que no le temía al instante, se sumergía en el tiempo de Kairos. Georgia O’keeffe decía:

“Cuando la gente lee símbolos eróticos en mis cuadros, están hablando de sus propios asuntos”. Las flores son tan pequeñas que nadie las observa con detenimiento; el sexo es asunto de las tablas y la mesa del ginecólogo; aunque tampoco se observa con atención y contemplación.

La observación minuciosa de las flore de Georgia O’Keeffe me recordó al poeta japonés del periodo Edo Matsuo Basho (1644-1694) que en un haiku le canta a la Nazuna, esas pequeñas flores que nacen por la mañana junto a los setos y en las uniones de las rocas y que nadie las percibe, Basho les canta, y Georgia de manera visual, las musicaliza, dándoles una entonación de suave erotismo. Por ello es considerada pionera del modernismo norteamericano.


bobiglez@gmail.com