/ viernes 8 de abril de 2022

Humanitas. Arte y pasión

El laberinto es uno de los símbolos más complejos que aparecen en la historia de la humanidad. El más famoso sin duda es el laberinto del palacio cretense del rey Minos, que se construyó para ocultar los instintos más salvajes y el lado oscuros de la naturaleza humana representados en la figura del Minotauro, fruto del ayuntamiento de la esposa del rey Pasifae, con un hermoso toro enviado por el dios Poseidón. El laberinto es ese lugar al que Teseo puede entrar y salir después de matar al Minotauro gracias al hilo de Ariadna.

El enredo de senderos y trazo intrincados del laberinto minoico es obra del ingenioso Dédalo.

Hay vestigios desde la prehistoria y el antiguo Egipto, hasta china de sellos, dibujos e inscripciones en forma de laberinto.

El imperio romano también heredó la forma del laberinto cretense y su simbolismo, la presencia del Taurus-toro personificaba la fuerza vital, el poder de la naturaleza y los instintos primarios.

Los laberintos se realizaban con la técnica del mosaico decorativo y adornaban el pavimento de edificios públicos y residencias privadas, en el piso de las basílicas romanas existían estas decoraciones que se heredaron al cristianismo como tantas cosas. El cristianismo tuvo la capacidad de incorporar símbolos culturales y religiosos a su iconografía para hacer la doctrina más accesible a los fieles.

El laberinto se convirtió en un símbolo del misticismo cristiano, representando el renacer, el temor, la esperanza, la eternidad, la realización personal y la redención.

Durante la Edad Media a pesar de ser un símbolo pagano el laberinto apareció de manera misteriosa en los pisos de las catedrales góticas y más tarde en jardines y espacios públicos. En esta época los laberintos se labraban o dibujaban con piedra en el piso de las catedrales como el de la catedral gótica de Chartres, Francia.

Los laberintos fueron la firma de los gremios y cofradías iniciáticos de los constructores. También sustituían el peregrinar a Tierra Santa, por eso en su centro en lugar de Teseo y el Minotauro, a veces se encontraba el templo de Jerusalén, que es el centro del mundo. Muchos fieles cristianos que no podían hacer el peregrinaje real recorrían el trayecto del laberinto de rodillas como penitencia. Se ha relacionado el juego de la Oca con el camino a Santiago de Compostela, en el tablero de juego la casilla cuarenta y dos representa el extravío en un laberinto.

Para los místicos y alquimistas recorrer el laberinto era una suerte de metáfora del viaje iniciático, que quien lograba llegar al centro, a pesar de lo intrincado del camino y las falsas señales de otros senderos, alcanzaría la luz, es decir, se consideraba digno de acceder a la revelación misteriosa.

El laberinto también es un viaje que conduce al interior de sí mismo, al santuario interior donde reside lo más misterioso de la persona humana, lo oscuro y lo sagrado, la eterna lucha interior de los deseos que no se puede revelar y que solo se hacen consientes a través de largos rodeos y ejercicios espirituales como la meditación, la repetición constante de palabras mágicas y oraciones. La meta era llegar al centro de la logia invisible, que significaba la iluminación del iniciado, una dimensión que los constructores que lo dibujaron siempre dejaron en el misterio. OM


bobiglez@gmail.com


El laberinto es uno de los símbolos más complejos que aparecen en la historia de la humanidad. El más famoso sin duda es el laberinto del palacio cretense del rey Minos, que se construyó para ocultar los instintos más salvajes y el lado oscuros de la naturaleza humana representados en la figura del Minotauro, fruto del ayuntamiento de la esposa del rey Pasifae, con un hermoso toro enviado por el dios Poseidón. El laberinto es ese lugar al que Teseo puede entrar y salir después de matar al Minotauro gracias al hilo de Ariadna.

El enredo de senderos y trazo intrincados del laberinto minoico es obra del ingenioso Dédalo.

Hay vestigios desde la prehistoria y el antiguo Egipto, hasta china de sellos, dibujos e inscripciones en forma de laberinto.

El imperio romano también heredó la forma del laberinto cretense y su simbolismo, la presencia del Taurus-toro personificaba la fuerza vital, el poder de la naturaleza y los instintos primarios.

Los laberintos se realizaban con la técnica del mosaico decorativo y adornaban el pavimento de edificios públicos y residencias privadas, en el piso de las basílicas romanas existían estas decoraciones que se heredaron al cristianismo como tantas cosas. El cristianismo tuvo la capacidad de incorporar símbolos culturales y religiosos a su iconografía para hacer la doctrina más accesible a los fieles.

El laberinto se convirtió en un símbolo del misticismo cristiano, representando el renacer, el temor, la esperanza, la eternidad, la realización personal y la redención.

Durante la Edad Media a pesar de ser un símbolo pagano el laberinto apareció de manera misteriosa en los pisos de las catedrales góticas y más tarde en jardines y espacios públicos. En esta época los laberintos se labraban o dibujaban con piedra en el piso de las catedrales como el de la catedral gótica de Chartres, Francia.

Los laberintos fueron la firma de los gremios y cofradías iniciáticos de los constructores. También sustituían el peregrinar a Tierra Santa, por eso en su centro en lugar de Teseo y el Minotauro, a veces se encontraba el templo de Jerusalén, que es el centro del mundo. Muchos fieles cristianos que no podían hacer el peregrinaje real recorrían el trayecto del laberinto de rodillas como penitencia. Se ha relacionado el juego de la Oca con el camino a Santiago de Compostela, en el tablero de juego la casilla cuarenta y dos representa el extravío en un laberinto.

Para los místicos y alquimistas recorrer el laberinto era una suerte de metáfora del viaje iniciático, que quien lograba llegar al centro, a pesar de lo intrincado del camino y las falsas señales de otros senderos, alcanzaría la luz, es decir, se consideraba digno de acceder a la revelación misteriosa.

El laberinto también es un viaje que conduce al interior de sí mismo, al santuario interior donde reside lo más misterioso de la persona humana, lo oscuro y lo sagrado, la eterna lucha interior de los deseos que no se puede revelar y que solo se hacen consientes a través de largos rodeos y ejercicios espirituales como la meditación, la repetición constante de palabras mágicas y oraciones. La meta era llegar al centro de la logia invisible, que significaba la iluminación del iniciado, una dimensión que los constructores que lo dibujaron siempre dejaron en el misterio. OM


bobiglez@gmail.com