/ sábado 11 de junio de 2022

Lo que no nos define | Desafíos regionales

Al inicio de la semana, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) presentó un informe sobre las repercusiones económicas y sociales del conflicto en Ucrania para la región. Sin duda, 2022 ha sido un año sumamente desafiante, caracterizado por un contexto de elevada incertidumbre. En este sentido, el secretario ejecutivo interino de la Comisión, Mario Cimoli, subrayó que la coyuntura actual no es un fenómeno aislado, sino resultado de la conjugación de la crisis financiera de 2008, las tensiones comerciales entre China y Estados Unidos y la pandemia de COVID-19.

De acuerdo con el documento, América Latina y el Caribe atraviesan por un escenario complejo, dominado por el incremento sostenido de los precios, una fuerte desaceleración de la actividad económica y una reacción lenta de los mercados laborales. La CEPAL prevé que ello se traducirá en un aumento de la pobreza y pobreza extrema —33.7 y 14.9 por ciento, respectivamente—.

Tras la expansión observada en 2021 (6.3 por ciento), América Latina y el Caribe crecerán 1.8 por ciento en 2022. Los especialistas prevén que la economía regional tenderá a los patrones registrados entre 2014 y 2019. Pese a que se reactivaron los niveles de participación laboral, el bajo ritmo de crecimiento conducirá a un incremento en la tasa de desocupación —dada una generación insuficiente de empleos—.

Las economías de la región afrontaron episodios inflacionarios desde 2021. Al cierre del año pasado, la inflación anual de América Latina y el Caribe fue de 6.6 por ciento. Sin embargo, dicha tasa aumentó a 8.1 por ciento en abril de 2022; la guerra entre Rusia y Ucrania ocasionó el incremento de los precios de insumos clave para distintas cadenas globales de valor, tales como los granos. Los bancos centrales pronostican que el alza de precios se mantendrá, acompañada de ajustes a las tasas de interés. Baste mencionar que el INEGI dio a conocer que la inflación general en mayo se ubicó en 7.65 por ciento.

De cara a este panorama, el reto a mediano y largo plazos consistirá en detonar un mayor crecimiento económico del esperado, al igual que reducir las profundas brechas existentes. Para ello se requerirán políticas fiscales y monetarias prudentes, como palancas del desarrollo. Por otro lado, son necesarias medidas en los planos agrícola e industrial que dinamicen la producción regional. En materia de sustentabilidad, será imprescindible transitar hacia un esquema de energías renovables.

Ante la regionalización de la economía mundial, América Latina y el Caribe no deben actuar de manera fragmentada, sino coordinada. Es preciso desplegar canales que favorezcan la formulación e implementación de respuestas a los grandes desafíos del siglo XXI.

¿Será la integración regional lo que no nos define?



Consultor y profesor universitario

Twitter: Petaco10marina

Facebook: Petaco Diez Marina

Instagram: Petaco10marina


Al inicio de la semana, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) presentó un informe sobre las repercusiones económicas y sociales del conflicto en Ucrania para la región. Sin duda, 2022 ha sido un año sumamente desafiante, caracterizado por un contexto de elevada incertidumbre. En este sentido, el secretario ejecutivo interino de la Comisión, Mario Cimoli, subrayó que la coyuntura actual no es un fenómeno aislado, sino resultado de la conjugación de la crisis financiera de 2008, las tensiones comerciales entre China y Estados Unidos y la pandemia de COVID-19.

De acuerdo con el documento, América Latina y el Caribe atraviesan por un escenario complejo, dominado por el incremento sostenido de los precios, una fuerte desaceleración de la actividad económica y una reacción lenta de los mercados laborales. La CEPAL prevé que ello se traducirá en un aumento de la pobreza y pobreza extrema —33.7 y 14.9 por ciento, respectivamente—.

Tras la expansión observada en 2021 (6.3 por ciento), América Latina y el Caribe crecerán 1.8 por ciento en 2022. Los especialistas prevén que la economía regional tenderá a los patrones registrados entre 2014 y 2019. Pese a que se reactivaron los niveles de participación laboral, el bajo ritmo de crecimiento conducirá a un incremento en la tasa de desocupación —dada una generación insuficiente de empleos—.

Las economías de la región afrontaron episodios inflacionarios desde 2021. Al cierre del año pasado, la inflación anual de América Latina y el Caribe fue de 6.6 por ciento. Sin embargo, dicha tasa aumentó a 8.1 por ciento en abril de 2022; la guerra entre Rusia y Ucrania ocasionó el incremento de los precios de insumos clave para distintas cadenas globales de valor, tales como los granos. Los bancos centrales pronostican que el alza de precios se mantendrá, acompañada de ajustes a las tasas de interés. Baste mencionar que el INEGI dio a conocer que la inflación general en mayo se ubicó en 7.65 por ciento.

De cara a este panorama, el reto a mediano y largo plazos consistirá en detonar un mayor crecimiento económico del esperado, al igual que reducir las profundas brechas existentes. Para ello se requerirán políticas fiscales y monetarias prudentes, como palancas del desarrollo. Por otro lado, son necesarias medidas en los planos agrícola e industrial que dinamicen la producción regional. En materia de sustentabilidad, será imprescindible transitar hacia un esquema de energías renovables.

Ante la regionalización de la economía mundial, América Latina y el Caribe no deben actuar de manera fragmentada, sino coordinada. Es preciso desplegar canales que favorezcan la formulación e implementación de respuestas a los grandes desafíos del siglo XXI.

¿Será la integración regional lo que no nos define?



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