/ sábado 30 de julio de 2022

Lo que no nos define | Sobre la (in)certidumbre


En medio de la tormenta que enfrentan México y el resto del mundo, esta semana se dieron a conocer distintas estadísticas sobre la coyuntura económica actual. El panorama aún es sombrío e incierto. En tanto, continúan las tensiones en los mercados internacionales al tiempo que los gobiernos de distintos países realizan esfuerzos para contener la alza de precios.

El pasado lunes, Moody’s advirtió que México podría entrar en un escenario recesivo para 2023, debido a una posible caída del PIB nacional de 1.7 por ciento si se materializan las expectativas de recesión en Estados Unidos. Cabe resaltar que la producción norteamericana mostró una disminución anualizada de 0.9 por ciento en el segundo trimestre de 2022, hilando dos períodos consecutivos con declives.

De acuerdo con la agencia calificadora, la contracción de la economía mexicana podría extenderse desde el segundo hasta el cuarto trimestre del siguiente año, donde tocaría fondo tras reflejar una expansión de 1.8 por ciento en 2022. Dentro de la combinación de factores de deterioro se encuentran la persistencia de los choques de oferta por el incremento de los precios de los insumos y las interrupciones en las cadenas de suministro, así como las políticas restrictivas de los bancos centrales ante la espiral inflacionaria.

En México, la inflación general anual en la primera quincena de julio se ubicó en 8.16 por ciento; mientras que en EE.UU. se aceleró hasta situarse en 9.1 por ciento en junio y se estima que la región de América Latina y el Caribe cierre el año con una tasa inflacionaria de 12.1 por ciento. Las presiones motivaron a la Reserva Federal a elevar la tasa de fondos federales en 75 puntos base a un rango de entre 2.25 y 2.50 por ciento. Recordemos que la tasa de interés objetivo del Banxico es de 7.75 por ciento; ahora bien, se prevé que el 11 de agosto la subirá a 8.50 por ciento —a tenor del movimiento de la Fed—.

Así pues, los especialistas han ido modificando sus pronósticos conforme han transcurrido los meses recientes. Por ejemplo, el FMI ajustó su previsión de crecimiento para México de 2.0 a 2.4 por ciento para 2022 y lo recortó de 2.5 a 1.2 para 2023. Las exportaciones siguen siendo un motor clave de nuestra economía; el INEGI dio a conocer que éstas crecieron 20.2 por ciento en términos anuales en junio, pese a que se evidenció un déficit comercial de 3 mil 957 millones de dólares.

Sumado a esta fotografía, es preciso añadir las variaciones en el tipo de cambio, la aversión al riesgo, la salida de capitales, los desequilibrios en la balanza comercial, el debilitamiento de las inversiones y el riesgo de la imposición de aranceles a los productos mexicanos en el marco del T-MEC. La tormenta podría convertirse en un huracán que deje a su paso innumerables costos.

¿Será la certidumbre económica lo que no nos define?


  • Consultor y profesor universitario
  • Twitter: Petaco10marina
  • Facebook: Petaco Diez Marina
  • Instagram: Petaco10marina



En medio de la tormenta que enfrentan México y el resto del mundo, esta semana se dieron a conocer distintas estadísticas sobre la coyuntura económica actual. El panorama aún es sombrío e incierto. En tanto, continúan las tensiones en los mercados internacionales al tiempo que los gobiernos de distintos países realizan esfuerzos para contener la alza de precios.

El pasado lunes, Moody’s advirtió que México podría entrar en un escenario recesivo para 2023, debido a una posible caída del PIB nacional de 1.7 por ciento si se materializan las expectativas de recesión en Estados Unidos. Cabe resaltar que la producción norteamericana mostró una disminución anualizada de 0.9 por ciento en el segundo trimestre de 2022, hilando dos períodos consecutivos con declives.

De acuerdo con la agencia calificadora, la contracción de la economía mexicana podría extenderse desde el segundo hasta el cuarto trimestre del siguiente año, donde tocaría fondo tras reflejar una expansión de 1.8 por ciento en 2022. Dentro de la combinación de factores de deterioro se encuentran la persistencia de los choques de oferta por el incremento de los precios de los insumos y las interrupciones en las cadenas de suministro, así como las políticas restrictivas de los bancos centrales ante la espiral inflacionaria.

En México, la inflación general anual en la primera quincena de julio se ubicó en 8.16 por ciento; mientras que en EE.UU. se aceleró hasta situarse en 9.1 por ciento en junio y se estima que la región de América Latina y el Caribe cierre el año con una tasa inflacionaria de 12.1 por ciento. Las presiones motivaron a la Reserva Federal a elevar la tasa de fondos federales en 75 puntos base a un rango de entre 2.25 y 2.50 por ciento. Recordemos que la tasa de interés objetivo del Banxico es de 7.75 por ciento; ahora bien, se prevé que el 11 de agosto la subirá a 8.50 por ciento —a tenor del movimiento de la Fed—.

Así pues, los especialistas han ido modificando sus pronósticos conforme han transcurrido los meses recientes. Por ejemplo, el FMI ajustó su previsión de crecimiento para México de 2.0 a 2.4 por ciento para 2022 y lo recortó de 2.5 a 1.2 para 2023. Las exportaciones siguen siendo un motor clave de nuestra economía; el INEGI dio a conocer que éstas crecieron 20.2 por ciento en términos anuales en junio, pese a que se evidenció un déficit comercial de 3 mil 957 millones de dólares.

Sumado a esta fotografía, es preciso añadir las variaciones en el tipo de cambio, la aversión al riesgo, la salida de capitales, los desequilibrios en la balanza comercial, el debilitamiento de las inversiones y el riesgo de la imposición de aranceles a los productos mexicanos en el marco del T-MEC. La tormenta podría convertirse en un huracán que deje a su paso innumerables costos.

¿Será la certidumbre económica lo que no nos define?


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