/ sábado 10 de julio de 2021

Lo que no nos define|Mitos, fábulas y realidades

En la segunda parte de Mitos, fábulas y realidades platicamos sobre cómo estos relatos están vinculados con la realidad que vivimos y cuyo mensaje rescatamos o reivindicamos al advertir su guía ante un mundo colmado de incertidumbre.

En este espacio hablaré de Sísifo y su inevitable pena. Albert Camus aborda este mito, ahondando en cuestiones propias del existencialismo, a fin de plantear la importancia de no vivir una existencia vacía. Camus manifiesta: "Lo absurdo no libera, ata."

Sísifo, primer rey de Éfira, era un gobernante sagaz y perverso. Empleaba todos los medios a su alcance para mantenerse en el poder. Se rumora que en una ocasión, Sísifo fue testigo del rapto de una ninfa a manos de Zeus. Éste, junto con Hades, le impuso un castigo ejemplar: Sísifo debía empujar una gran piedra por una montaña empinada y, cuando alcanzara la cima, ésta rodaría de regreso al valle. Por lo cual, Sísifo tendría que subir nuevamente… Hasta la eternidad.

La historia de Sísifo nos retrata de cuerpo completo la tragedia que implica hundirse y asfixiarse en los abismos de la irracionalidad —inclusive si la merecemos o no—. Este supuesto es compatible con nuestros tiempos, puesto que el hombre se encuentra confundido y extraviado en un camino sin salida. Por este motivo, es crucial que las actividades humanas estén enmarcadas en un proyecto que dote de sentido a nuestra existencia, con el propósito de que no terminemos condenados como Sísifo.

Resulta interesante cómo en determinados escenarios creemos haber escalado hasta el punto más alto de la montaña. No obstante, volvemos a caer… Una y otra vez. El mito de Sísifo nos exhorta a reflexionar sobre aquellas veces en que nuestra sociedad y nuestro México han llegado a la cúspide para luego volver a comenzar desde cero, cuesta arriba.

Precisamente lo que no puede, no sabe y no quiere resolver nuestro país está representado en la piedra de Sísifo. Ésta lo arrastra —en picada— al retroceso. Algunas cosas son evidentes… Otras están ocultas en nuestro inconsciente cultural. Esto se refleja en hechos observables, como el rebrote de casos de COVID-19; cuando nos vanagloriamos de haber dominado la pandemia, acto seguido, se desencadena un repunte en las cifras de casos confirmados y defunciones. De esta manera, es posible confirmar que el mito de Sísifo sigue vigente.

Hago hincapié en este personaje mitológico, ya que su relato nos revela cuestiones fundamentales sobre la naturaleza humana. Hoy en día, máxime en un contexto de crisis, no son deseables los Sísifos. El viento no sopla a nuestro favor. Debemos marcar el rumbo, pero con los pies anclados en el presente y la mirada puesta en el horizonte.

¿Será el sinsentido lo que no nos define?

Consultor y profesor universitario

Twitter: Petaco10marina

Facebook: Petaco Diez Marina

Instagram: Petaco10marina

En la segunda parte de Mitos, fábulas y realidades platicamos sobre cómo estos relatos están vinculados con la realidad que vivimos y cuyo mensaje rescatamos o reivindicamos al advertir su guía ante un mundo colmado de incertidumbre.

En este espacio hablaré de Sísifo y su inevitable pena. Albert Camus aborda este mito, ahondando en cuestiones propias del existencialismo, a fin de plantear la importancia de no vivir una existencia vacía. Camus manifiesta: "Lo absurdo no libera, ata."

Sísifo, primer rey de Éfira, era un gobernante sagaz y perverso. Empleaba todos los medios a su alcance para mantenerse en el poder. Se rumora que en una ocasión, Sísifo fue testigo del rapto de una ninfa a manos de Zeus. Éste, junto con Hades, le impuso un castigo ejemplar: Sísifo debía empujar una gran piedra por una montaña empinada y, cuando alcanzara la cima, ésta rodaría de regreso al valle. Por lo cual, Sísifo tendría que subir nuevamente… Hasta la eternidad.

La historia de Sísifo nos retrata de cuerpo completo la tragedia que implica hundirse y asfixiarse en los abismos de la irracionalidad —inclusive si la merecemos o no—. Este supuesto es compatible con nuestros tiempos, puesto que el hombre se encuentra confundido y extraviado en un camino sin salida. Por este motivo, es crucial que las actividades humanas estén enmarcadas en un proyecto que dote de sentido a nuestra existencia, con el propósito de que no terminemos condenados como Sísifo.

Resulta interesante cómo en determinados escenarios creemos haber escalado hasta el punto más alto de la montaña. No obstante, volvemos a caer… Una y otra vez. El mito de Sísifo nos exhorta a reflexionar sobre aquellas veces en que nuestra sociedad y nuestro México han llegado a la cúspide para luego volver a comenzar desde cero, cuesta arriba.

Precisamente lo que no puede, no sabe y no quiere resolver nuestro país está representado en la piedra de Sísifo. Ésta lo arrastra —en picada— al retroceso. Algunas cosas son evidentes… Otras están ocultas en nuestro inconsciente cultural. Esto se refleja en hechos observables, como el rebrote de casos de COVID-19; cuando nos vanagloriamos de haber dominado la pandemia, acto seguido, se desencadena un repunte en las cifras de casos confirmados y defunciones. De esta manera, es posible confirmar que el mito de Sísifo sigue vigente.

Hago hincapié en este personaje mitológico, ya que su relato nos revela cuestiones fundamentales sobre la naturaleza humana. Hoy en día, máxime en un contexto de crisis, no son deseables los Sísifos. El viento no sopla a nuestro favor. Debemos marcar el rumbo, pero con los pies anclados en el presente y la mirada puesta en el horizonte.

¿Será el sinsentido lo que no nos define?

Consultor y profesor universitario

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