/ martes 28 de enero de 2020

Percepción de inseguridad

Hace unos días publicó el INEGI su encuesta trimestral de seguridad pública urbana con resultados que vinieron a confirmar que 7 de cada 10 ciudadanos mexicanos consideran que vivir en su ciudad es inseguro.

El dato se ha mantenido a lo largo del tiempo desde que se publica dicha medición a finales de 2013; es decir que desde al menos hace 6 años la población mexicana ha mantenido una sensación de inseguridad que la ha llevado a cambiar hábitos y ha condicionado su calidad de vida.

Pero la percepción ciudadana de inseguridad se comporta de manera dispar dependiendo de la región o ciudad. Vale la pena observar que si bien el promedio nacional se ubica en 73% de ciudadanos que dicen sentirse inseguros en sus ciudades, no es lo mismo la percepción que tienen en Puebla (93%), Tapachula (92%) o Ecatepec (92%), que Mérida (19%) o San Pedro (19%).

En Querétaro ciudad 6 de cada 10 ciudadanos se sienten inseguros, lo que si bien ubica a la ciudad por debajo del promedio nacional y muy por debajo del promedio regional, también refleja una seria área de oportunidad para el actual ayuntamiento.

Si bien es cierto que una parte de la sensación de inseguridad viaja vía medios de comunicación y los datos publicados por toda encuesta son de percepción y/o apreciación y no datos de duros de índices delictivos, valdría la pena preguntar ¿porque la percepción de seguridad es tan positiva en Mérida y tan negativa en Puebla?

Otro dato ampliamente revelador de dicho estudio es que la percepción de inseguridad tiene género: las mujeres simplemente nos sentimos más vulnerables a dicho fenómeno. Si bien a nivel nacional 68% de los hombres perciben dicha situación, para las mujeres es de 77%. Esto también debe ser relevante y considerado en las acciones a favor de la seguridad. Es prioritaria una estrategia que aporte garantías de seguridad e integridad dentro y fuera de casa a las mexicanas de todas las edades, y debe ser también una prioridad de toda la sociedad contribuir a que las mujeres podamos vivir en paz.

Más revelador es la expectativa ciudadana sobre la situación de inseguridad vista en prospectiva. Cuando se le preguntó a los ciudadanos de las 78 urbes evaluadas como consideraría que estaría la situación de inseguridad en el país en los próximos 12 meses de 2020, el 63% consideró que igual de mal o peor.

Nuevamente vemos matices regionales: en Puebla continuará muy alta la percepción de inseguridad (83%), pero en San Pedro y Mérida, esas ciudades que no se sentían inseguras hasta hoy pareciera existir cierto pesimismo hacia futuro pues tiende a aumentar dicha percepción analizando 2020. Querétaro tiene poca variación, al pasar de 60% a un 62% en este año.

Los números están demostrando que hay un área de oportunidad que no se está atendiendo a nivel nacional: la de la percepción y apreciación ciudadana sobre dicho fenómeno; la encuesta revela que no solo es suficiente la política pública de reforzamiento de la inteligencia y las corporaciones policiales, sino que se requiere un trabajo vinculado a los ciudadanos que ayude a diezmar dichas consideraciones que afectan la cotidianidad de la población urbana, los negocios, la calidad de vida y la paz social.

Hace unos días publicó el INEGI su encuesta trimestral de seguridad pública urbana con resultados que vinieron a confirmar que 7 de cada 10 ciudadanos mexicanos consideran que vivir en su ciudad es inseguro.

El dato se ha mantenido a lo largo del tiempo desde que se publica dicha medición a finales de 2013; es decir que desde al menos hace 6 años la población mexicana ha mantenido una sensación de inseguridad que la ha llevado a cambiar hábitos y ha condicionado su calidad de vida.

Pero la percepción ciudadana de inseguridad se comporta de manera dispar dependiendo de la región o ciudad. Vale la pena observar que si bien el promedio nacional se ubica en 73% de ciudadanos que dicen sentirse inseguros en sus ciudades, no es lo mismo la percepción que tienen en Puebla (93%), Tapachula (92%) o Ecatepec (92%), que Mérida (19%) o San Pedro (19%).

En Querétaro ciudad 6 de cada 10 ciudadanos se sienten inseguros, lo que si bien ubica a la ciudad por debajo del promedio nacional y muy por debajo del promedio regional, también refleja una seria área de oportunidad para el actual ayuntamiento.

Si bien es cierto que una parte de la sensación de inseguridad viaja vía medios de comunicación y los datos publicados por toda encuesta son de percepción y/o apreciación y no datos de duros de índices delictivos, valdría la pena preguntar ¿porque la percepción de seguridad es tan positiva en Mérida y tan negativa en Puebla?

Otro dato ampliamente revelador de dicho estudio es que la percepción de inseguridad tiene género: las mujeres simplemente nos sentimos más vulnerables a dicho fenómeno. Si bien a nivel nacional 68% de los hombres perciben dicha situación, para las mujeres es de 77%. Esto también debe ser relevante y considerado en las acciones a favor de la seguridad. Es prioritaria una estrategia que aporte garantías de seguridad e integridad dentro y fuera de casa a las mexicanas de todas las edades, y debe ser también una prioridad de toda la sociedad contribuir a que las mujeres podamos vivir en paz.

Más revelador es la expectativa ciudadana sobre la situación de inseguridad vista en prospectiva. Cuando se le preguntó a los ciudadanos de las 78 urbes evaluadas como consideraría que estaría la situación de inseguridad en el país en los próximos 12 meses de 2020, el 63% consideró que igual de mal o peor.

Nuevamente vemos matices regionales: en Puebla continuará muy alta la percepción de inseguridad (83%), pero en San Pedro y Mérida, esas ciudades que no se sentían inseguras hasta hoy pareciera existir cierto pesimismo hacia futuro pues tiende a aumentar dicha percepción analizando 2020. Querétaro tiene poca variación, al pasar de 60% a un 62% en este año.

Los números están demostrando que hay un área de oportunidad que no se está atendiendo a nivel nacional: la de la percepción y apreciación ciudadana sobre dicho fenómeno; la encuesta revela que no solo es suficiente la política pública de reforzamiento de la inteligencia y las corporaciones policiales, sino que se requiere un trabajo vinculado a los ciudadanos que ayude a diezmar dichas consideraciones que afectan la cotidianidad de la población urbana, los negocios, la calidad de vida y la paz social.