/ martes 22 de septiembre de 2020

Psicología para todos | Difícil celebrar que en México existe tanta violencia a la mujer

La Organización de las Naciones Unidas (ONU) define la violencia contra la mujer de la siguiente manera: “todo acto de violencia de género que resulte, o pueda tener como resultado un daño físico, sexual o psicológico para la mujer, inclusive las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de libertad, tanto si se producen en la vida pública como en la privada”.

Difícil celebrar que en México 6 de cada 10 mujeres han sufrido un incidente de violencia en su vida. Como psicóloga he sido testigo de muchas historias de mujeres que son dignas de reconstruirse y la buena noticia es que si se puede.

Lo triste radica no solo en que una mujer no se sienta segura en su país, sino que no pueda hacerlo ni en su propia casa. El 30% de los casos de violencia de género en México ocurrió dentro del propio hogar (Inegi). El hogar de una mujer nunca puede ser su cárcel.

He atestiguado que los ciclos de violencia son posibles de cortar y, en consecuencia, las redes de violencia y sus efectos pueden amortiguarse no solo con un buen tratamiento, con una buena gestión social, de todos. Llámese violencia patrimonial, emocional, sexual o de cualquier tipo, existe todavía un universo de niñas que merecen nuestro trabajo interdisciplinario.

¿Cómo? ¿Dónde? Desde cada espacio público, privado, social y familiar. La violencia se teje desde la educación en casa, en las aulas, en las calles, en la permisividad de nuestros discursos, en la magnitud de nuestra normalización de lo que está mal pero que dejamos pasar por ser socialmente aceptado.

Nunca debería verse normal que las mujeres mexicanas en posiciones directivas perciban una quinta parte menos que sus pares masculinos (Inegi). Soy madre, hija, hermana, prima, terapeuta, amiga, soy mujer y me permito hablar por nosotras.

A penas hace unos años celebrábamos el triunfo del voto femenino en México y el sufragio de las mujeres por primera vez en 1955. La historia habla por si misma y hoy nos toca hablar por ellas.

La Organización de las Naciones Unidas (ONU) define la violencia contra la mujer de la siguiente manera: “todo acto de violencia de género que resulte, o pueda tener como resultado un daño físico, sexual o psicológico para la mujer, inclusive las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de libertad, tanto si se producen en la vida pública como en la privada”.

Difícil celebrar que en México 6 de cada 10 mujeres han sufrido un incidente de violencia en su vida. Como psicóloga he sido testigo de muchas historias de mujeres que son dignas de reconstruirse y la buena noticia es que si se puede.

Lo triste radica no solo en que una mujer no se sienta segura en su país, sino que no pueda hacerlo ni en su propia casa. El 30% de los casos de violencia de género en México ocurrió dentro del propio hogar (Inegi). El hogar de una mujer nunca puede ser su cárcel.

He atestiguado que los ciclos de violencia son posibles de cortar y, en consecuencia, las redes de violencia y sus efectos pueden amortiguarse no solo con un buen tratamiento, con una buena gestión social, de todos. Llámese violencia patrimonial, emocional, sexual o de cualquier tipo, existe todavía un universo de niñas que merecen nuestro trabajo interdisciplinario.

¿Cómo? ¿Dónde? Desde cada espacio público, privado, social y familiar. La violencia se teje desde la educación en casa, en las aulas, en las calles, en la permisividad de nuestros discursos, en la magnitud de nuestra normalización de lo que está mal pero que dejamos pasar por ser socialmente aceptado.

Nunca debería verse normal que las mujeres mexicanas en posiciones directivas perciban una quinta parte menos que sus pares masculinos (Inegi). Soy madre, hija, hermana, prima, terapeuta, amiga, soy mujer y me permito hablar por nosotras.

A penas hace unos años celebrábamos el triunfo del voto femenino en México y el sufragio de las mujeres por primera vez en 1955. La historia habla por si misma y hoy nos toca hablar por ellas.