/ martes 10 de noviembre de 2020

Psicología para todos | En México todos los días son días de muertos

Llegamos sin nada y nos vamos sin nada, excepto todo lo vivido, compartido, amado, bailado, reído y disfrutado. Todo lo demás es prestado. Nunca anticipes la tristeza de mañana; vive siempre en este tu lugar ahora. A la muerte creemos verla al final y tarde nos damos cuenta que está desde el principio, desde que tenemos uso de razón; es la que significado al tiempo a nuestros actos a saber los finitos, sino fuera por eso no nos motivaría nada, no habría porqué hacer las cosas, daría lo mismo hoy que mañana; viviríamos como los animalitos sin idea de la muerte ni del mañana.

No es así, hay límite de tiempo, para consolarnos cada quien tiene una idea de qué hay después de la muerte. En México es muy común decir: ‘La muerte me vale madre cabrones’, y hacemos humor con ella es una manera de llorar porque estamos aceptando que todo se acaba. Mis seres más queridos desaparecen uno por uno, víctimas inocentes del ataque furtivo de la muerte. Se nos han adelantado, para no olvidar que para allá vamos todos, mi hija Tania dice: La muerte es vida encendemos las luces en otro lugar, solo se han adelantado a encender luces que todos algún día veremos. Mi hermano Mauricio dice, “prendamos una vela por las 90,000 personas que han muerto por el Covid-19” y yo digo: Nada ni nadie en el universo se pierde, los muertos siempre están con nosotros y que todos nuestros muertos más amados vengan a darnos un abrazo aunque sea por un segundo.

Levántate, ¿por qué llorar a este mundo transitorio de personas?. Mejor pasa toda tu vida en gratitud y alegría; si la humanidad fue liberada de útero a tumba. El problema no es la muerte, somos los humanos que no sabemos amar sin besar, tocar, escuchar y el amor se siente en el corazón no en el cuerpo. Me lo enseñó mi hija Carolina que se fue hace 13 años. Es difícil hablar de la vida sin la muerte y mientras más crecemos queremos creer qué hay otra vida después de ella. No permitas que ninguna sombra de arrepentimiento te nuble, no hay dolor absurdo para nublar tus días. Nunca renuncies a canciones de amor, ni a caminar descalzos sobre el césped, ni abrazar un árbol, ni besar, ni a recordar a nuestros muertos y ofrendar lo que creemos. Hasta que tu arcilla se mezcle con arcilla mayor.

Llegamos sin nada y nos vamos sin nada, excepto todo lo vivido, compartido, amado, bailado, reído y disfrutado. Todo lo demás es prestado. Nunca anticipes la tristeza de mañana; vive siempre en este tu lugar ahora. A la muerte creemos verla al final y tarde nos damos cuenta que está desde el principio, desde que tenemos uso de razón; es la que significado al tiempo a nuestros actos a saber los finitos, sino fuera por eso no nos motivaría nada, no habría porqué hacer las cosas, daría lo mismo hoy que mañana; viviríamos como los animalitos sin idea de la muerte ni del mañana.

No es así, hay límite de tiempo, para consolarnos cada quien tiene una idea de qué hay después de la muerte. En México es muy común decir: ‘La muerte me vale madre cabrones’, y hacemos humor con ella es una manera de llorar porque estamos aceptando que todo se acaba. Mis seres más queridos desaparecen uno por uno, víctimas inocentes del ataque furtivo de la muerte. Se nos han adelantado, para no olvidar que para allá vamos todos, mi hija Tania dice: La muerte es vida encendemos las luces en otro lugar, solo se han adelantado a encender luces que todos algún día veremos. Mi hermano Mauricio dice, “prendamos una vela por las 90,000 personas que han muerto por el Covid-19” y yo digo: Nada ni nadie en el universo se pierde, los muertos siempre están con nosotros y que todos nuestros muertos más amados vengan a darnos un abrazo aunque sea por un segundo.

Levántate, ¿por qué llorar a este mundo transitorio de personas?. Mejor pasa toda tu vida en gratitud y alegría; si la humanidad fue liberada de útero a tumba. El problema no es la muerte, somos los humanos que no sabemos amar sin besar, tocar, escuchar y el amor se siente en el corazón no en el cuerpo. Me lo enseñó mi hija Carolina que se fue hace 13 años. Es difícil hablar de la vida sin la muerte y mientras más crecemos queremos creer qué hay otra vida después de ella. No permitas que ninguna sombra de arrepentimiento te nuble, no hay dolor absurdo para nublar tus días. Nunca renuncies a canciones de amor, ni a caminar descalzos sobre el césped, ni abrazar un árbol, ni besar, ni a recordar a nuestros muertos y ofrendar lo que creemos. Hasta que tu arcilla se mezcle con arcilla mayor.