/ martes 6 de julio de 2021

Psicología para todos | Seguiré luchando contra la violencia de género

Lo mío es la lucha contra la violencia de género, el problema no es tener un hombre a tu lado que te lo de todo, el problema es que ese hombre que te dice "quédate en casa, que yo cubro tus necesidades, es el mismo hombre que un día cambia sus prioridades y se va. Y ahí te quedas tú, sola, triste, sin trabajo, sin estudios y con mil deudas encima porque él lo pagaba todo.

Así que mujer, sea inteligente, no importa qué edad tenga en este momento, usted estudie, trabaje, haga todo por superarse día a día, gánese su propio respeto, ámese mucho y no dependa de ningún hombre, ni emocional ni económicamente para que cuando él la trate mal o se quiera ir no llore, no ruegue, ni sufra.

Aprenda a desear la luna y bajársela usted misma, esta es la mejor manera de asegurar su felicidad. Los derechos de la mujer para algunos sólo una frase desgastada y rota. Una utopía para otros, tarea inacabada dirían unos, y hay quienes de plano consideran que es ‘una enloquecida y pervertida tontería’, como señaló la Reina Victoria “Sir Theodore Martín en 1870”.

Pero sin importar la percepción que se tenga de los derechos de la mujer, a través del tiempo y de diferentes culturas subyace una verdad dolorosa, admitida o ignorada existe una notable desigualdad entre hombres y mujeres. En ellas, sin importar su nacionalidad o clase social recae en distintos tipos de discriminación y su vida resulta más ardua. Las oportunidades para la educación superior son menores para ellas que para los varones. Y en algunos casos, inexistentes. El prejuicio de género en la educación superior y en el acceso a una preparación profesional están perceptibles en Europa, Norteamérica y México.

A veces este tipo de asimetría se fundamenta en la idea de qué los ambientes de mujeres y hombres son simplemente distintos. Y, a veces, en las propias universidades, se registran casos de acoso, bullying e incluso agresiones físicas y psicológicas. De alguna manera, existe una ley no escrita en la que se deben agregar a las mujeres de los ambientes masculinos.

Un largo y sinuoso camino han recorrido las mujeres en la conquista de sus derechos, para ser valoradas más allá de la versión masculina reduccionista de vírgenes y prostitutas. Prejuicios y estereotipos de la sociedad de machistas crean hombres que sólo se visualizan así mismos y a los otros, proveedores. Su valor está estipulado falsamente por el salario que devenga o las riquezas materiales que tienen. La visión reduccionista del hombre lo limita a ser un proveedor. Es paradójico: relegan a la mujer de actividades típicamente masculinas, pero a la par, al hombre se le ve dan oportunidades en el arte o la pedagogía, por ejemplo. No sólo eso: ser un hombre o una mujer limitan la expresividad, comunicación y acompañamiento. Al hombre se le condena a andar solo y establecer que las relaciones amistosas sólo son de trabajo y el género masculino resulta altamente competitivo.

¿Porque la desigualdad entre hombres y mujeres, cuál es la raíz de esta inquietud milenaria? Probablemente una de las hipótesis más sólidas tiene que ver con la división del trabajo que se agrega a la mujer a la vida privada y al trabajo no remunerativo. ¿La monetización, entonces recae sobre el varón? ¿Porque la desigualdad entre hombres y mujeres?, ¿cuál es la raíz de esta inquietud milenaria? Probablemente una de las hipótesis más sólidas tiene que ver con la división del trabajo que se agrega a la mujer a la vida privada y al trabajo no remunerativo. La monetización, entonces recae sobre el varón. Esta idea dotada entonces de mayor importancia al proveedor que brilla en la vida pública mientras la mujer realiza labores de la casa y su espacio de acción se reduce a la vida privada. Sí es confinada donde no se toman decisiones, ni se realizan hazañas loables ni donde la historia cuenta nada. Paradójicamente, es en el hogar donde el día a día construimos lo que somos.

Falta entonces un cambio íntegro, que reconozca la valía de hombres y mujeres en la vida, que rompa estereotipos y estigmas de las capacidades y el talento en uno y otro sexo, que no le cocine a cualidades predeterminadas y reduccionistas, que no se excluya y se agregue a quien percibimos como diferente. En la medida que cada uno de nosotros se valore asimismo, podrá respetar a los otros. Entonces podremos generar sociedades más ricas, solidarias, plenas y felices. Éstos son, finalmente los derechos de las mujeres. En este momento afirmamos que existe desigualdad en los derechos y oportunidades que tienen los hombres y las mujeres.

Es bueno argumentar una idea diferente. Vivimos en una sociedad patriarcal y sabemos que no siempre fue así.

Lo mío es la lucha contra la violencia de género, el problema no es tener un hombre a tu lado que te lo de todo, el problema es que ese hombre que te dice "quédate en casa, que yo cubro tus necesidades, es el mismo hombre que un día cambia sus prioridades y se va. Y ahí te quedas tú, sola, triste, sin trabajo, sin estudios y con mil deudas encima porque él lo pagaba todo.

Así que mujer, sea inteligente, no importa qué edad tenga en este momento, usted estudie, trabaje, haga todo por superarse día a día, gánese su propio respeto, ámese mucho y no dependa de ningún hombre, ni emocional ni económicamente para que cuando él la trate mal o se quiera ir no llore, no ruegue, ni sufra.

Aprenda a desear la luna y bajársela usted misma, esta es la mejor manera de asegurar su felicidad. Los derechos de la mujer para algunos sólo una frase desgastada y rota. Una utopía para otros, tarea inacabada dirían unos, y hay quienes de plano consideran que es ‘una enloquecida y pervertida tontería’, como señaló la Reina Victoria “Sir Theodore Martín en 1870”.

Pero sin importar la percepción que se tenga de los derechos de la mujer, a través del tiempo y de diferentes culturas subyace una verdad dolorosa, admitida o ignorada existe una notable desigualdad entre hombres y mujeres. En ellas, sin importar su nacionalidad o clase social recae en distintos tipos de discriminación y su vida resulta más ardua. Las oportunidades para la educación superior son menores para ellas que para los varones. Y en algunos casos, inexistentes. El prejuicio de género en la educación superior y en el acceso a una preparación profesional están perceptibles en Europa, Norteamérica y México.

A veces este tipo de asimetría se fundamenta en la idea de qué los ambientes de mujeres y hombres son simplemente distintos. Y, a veces, en las propias universidades, se registran casos de acoso, bullying e incluso agresiones físicas y psicológicas. De alguna manera, existe una ley no escrita en la que se deben agregar a las mujeres de los ambientes masculinos.

Un largo y sinuoso camino han recorrido las mujeres en la conquista de sus derechos, para ser valoradas más allá de la versión masculina reduccionista de vírgenes y prostitutas. Prejuicios y estereotipos de la sociedad de machistas crean hombres que sólo se visualizan así mismos y a los otros, proveedores. Su valor está estipulado falsamente por el salario que devenga o las riquezas materiales que tienen. La visión reduccionista del hombre lo limita a ser un proveedor. Es paradójico: relegan a la mujer de actividades típicamente masculinas, pero a la par, al hombre se le ve dan oportunidades en el arte o la pedagogía, por ejemplo. No sólo eso: ser un hombre o una mujer limitan la expresividad, comunicación y acompañamiento. Al hombre se le condena a andar solo y establecer que las relaciones amistosas sólo son de trabajo y el género masculino resulta altamente competitivo.

¿Porque la desigualdad entre hombres y mujeres, cuál es la raíz de esta inquietud milenaria? Probablemente una de las hipótesis más sólidas tiene que ver con la división del trabajo que se agrega a la mujer a la vida privada y al trabajo no remunerativo. ¿La monetización, entonces recae sobre el varón? ¿Porque la desigualdad entre hombres y mujeres?, ¿cuál es la raíz de esta inquietud milenaria? Probablemente una de las hipótesis más sólidas tiene que ver con la división del trabajo que se agrega a la mujer a la vida privada y al trabajo no remunerativo. La monetización, entonces recae sobre el varón. Esta idea dotada entonces de mayor importancia al proveedor que brilla en la vida pública mientras la mujer realiza labores de la casa y su espacio de acción se reduce a la vida privada. Sí es confinada donde no se toman decisiones, ni se realizan hazañas loables ni donde la historia cuenta nada. Paradójicamente, es en el hogar donde el día a día construimos lo que somos.

Falta entonces un cambio íntegro, que reconozca la valía de hombres y mujeres en la vida, que rompa estereotipos y estigmas de las capacidades y el talento en uno y otro sexo, que no le cocine a cualidades predeterminadas y reduccionistas, que no se excluya y se agregue a quien percibimos como diferente. En la medida que cada uno de nosotros se valore asimismo, podrá respetar a los otros. Entonces podremos generar sociedades más ricas, solidarias, plenas y felices. Éstos son, finalmente los derechos de las mujeres. En este momento afirmamos que existe desigualdad en los derechos y oportunidades que tienen los hombres y las mujeres.

Es bueno argumentar una idea diferente. Vivimos en una sociedad patriarcal y sabemos que no siempre fue así.