/ miércoles 12 de junio de 2019

Sólo para villamelones

Apenas doce años tenía aquel jovencito rubio y de sonrisa franca, hijo de padre español y madre francesa, cuando se inscribió, con enorme ilusión, en la Escuela de Tauromaquia de Valencia, la ciudad donde había nacido un 15 de marzo.

Román Collado Gouinguenet habría de iniciar así un camino, a la postre profesional, no ausente de altibajos, de triunfos brillantes, pero también de amargas derrotas. Un camino que, apenas hace unos días y sobre el ruedo más importante del mundo, el de Madrid, habría de sufrir acaso la mayor de sus pruebas con una terrible cornada de un toro de Baltasar Iván, que le atravesó la pierna.

Tan grave fue le percance que el joven torero, ahora de veintiséis años y que tuvo que ser intervenido ya en dos ocasiones, preguntó ahí a los médicos que lo atendían si iba a morir. Se trataba de una de esas cornadas que marcan, necesaria y lamentablemente, una carrera.

Román, como simplemente se anuncia en los carteles, estaba logrando el más importante inicio de temporada europea, y ya había estado muy bien en el mismo serial, con una corrida de El Tajo y La Reina, la misma que, años atrás, le habría permitido salir por la puerta grande de la catedral venteña. Ahora, aunque el Presidente habría de ignorar la mayoritaria petición de oreja, en esa corrida en la que compartiría paseíllo con el mexicano Joselito Adame, el valenciano había dado una coreada vuelta al ruedo y merecido volver a ser colocado en los carteles, en substitución del recientemente herido Emilio de Justo.

Se trata de un torero entregado, siempre sonriente, tesonero y de buenas hechuras, al que le ha costado mucho abrirse camino. Tomó la alternativa en Nimes, de manos del Juli, donde les cortó dos orejas a toros de Garcigrande, pero al año siguiente sólo pudo actuar en un festejo, precisamente en su Valencia natal.

Aunque conocido y triunfador en Perú y Ecuador, poco se le ha visto a Román en nuestro país. Acaso su paso más significativo ha sido por la aguascalentense Feria de San Marcos, donde consiguió la Oreja de Oro en 2018, y donde este mismo año le cortó un apéndice a un toro de Piedras Negras.

La de Román Collado es una de esas historias que abundan en el mundo del toro. Una historia plagada de sacrificios y tesonera insistencia, que parecía empezar a dar frutos. Una cornada, brutal y lamentable, lo puso al borde de la muerte y cortó de tajo la inercia de una esperanzadora temporada. Habrá que esperar su evolución, siempre con la ilusión de una pronta recuperación que nos permita a todos contar con un nuevo nombre, que venga a revitalizar nuestra Fiesta.

Apenas doce años tenía aquel jovencito rubio y de sonrisa franca, hijo de padre español y madre francesa, cuando se inscribió, con enorme ilusión, en la Escuela de Tauromaquia de Valencia, la ciudad donde había nacido un 15 de marzo.

Román Collado Gouinguenet habría de iniciar así un camino, a la postre profesional, no ausente de altibajos, de triunfos brillantes, pero también de amargas derrotas. Un camino que, apenas hace unos días y sobre el ruedo más importante del mundo, el de Madrid, habría de sufrir acaso la mayor de sus pruebas con una terrible cornada de un toro de Baltasar Iván, que le atravesó la pierna.

Tan grave fue le percance que el joven torero, ahora de veintiséis años y que tuvo que ser intervenido ya en dos ocasiones, preguntó ahí a los médicos que lo atendían si iba a morir. Se trataba de una de esas cornadas que marcan, necesaria y lamentablemente, una carrera.

Román, como simplemente se anuncia en los carteles, estaba logrando el más importante inicio de temporada europea, y ya había estado muy bien en el mismo serial, con una corrida de El Tajo y La Reina, la misma que, años atrás, le habría permitido salir por la puerta grande de la catedral venteña. Ahora, aunque el Presidente habría de ignorar la mayoritaria petición de oreja, en esa corrida en la que compartiría paseíllo con el mexicano Joselito Adame, el valenciano había dado una coreada vuelta al ruedo y merecido volver a ser colocado en los carteles, en substitución del recientemente herido Emilio de Justo.

Se trata de un torero entregado, siempre sonriente, tesonero y de buenas hechuras, al que le ha costado mucho abrirse camino. Tomó la alternativa en Nimes, de manos del Juli, donde les cortó dos orejas a toros de Garcigrande, pero al año siguiente sólo pudo actuar en un festejo, precisamente en su Valencia natal.

Aunque conocido y triunfador en Perú y Ecuador, poco se le ha visto a Román en nuestro país. Acaso su paso más significativo ha sido por la aguascalentense Feria de San Marcos, donde consiguió la Oreja de Oro en 2018, y donde este mismo año le cortó un apéndice a un toro de Piedras Negras.

La de Román Collado es una de esas historias que abundan en el mundo del toro. Una historia plagada de sacrificios y tesonera insistencia, que parecía empezar a dar frutos. Una cornada, brutal y lamentable, lo puso al borde de la muerte y cortó de tajo la inercia de una esperanzadora temporada. Habrá que esperar su evolución, siempre con la ilusión de una pronta recuperación que nos permita a todos contar con un nuevo nombre, que venga a revitalizar nuestra Fiesta.