/ miércoles 3 de julio de 2019

Sólo para villamelones

En materia taurina cada quién tendrá sus gustos, sus preferencias, su estilo y su manera de degustar este espectáculo que algunos le niegan la característica de arte. En gustos, se dice, se rompen géneros y preferencias.

Habrá quien guste, hoy por hoy, del toreo de El Juli, o quien espere con ansias la reaparición de Enrique Ponce tras la lamentable lesión que lo apartó de los ruedos por varios meses; habrá quien, fiel a su culto, no pensará en admirar a nadie más que a Morante de la Puebla, con todo y sus tardes malas, su puro, su pelo y sus regadas de arena a mitad del festejo.

Habrá sí, por supuesto, toreristas con estos membretes, y estarán en su derecho, y su, sin duda, justificada postura.

A mí, sin embargo, me parece que la Fiesta está dando un cambio de rumbo, descubriendo una nueva visión, o si usted lo prefiere, alcanzando una nueva etapa. Es lo correcto, lo justo, y también lo histórico, si miramos atrás entre las muchas hojas en la que se ha escrito el acontecer taurino.

Y en esta nueva hoja se están escribiendo nombres muy concretos; nombres que atraen, que revitalizan y dirigen el camino. Nombres, en fin, que redimen la esperanza.

Para mí, entre esos nombres destacan los de José Tomás, fenómeno indiscutible de estos tiempos; Pablo Aguado que, de pronto, se ha posicionado en la cúspide con un toreo emocionante; Andrés Roca Rey, que atrae a los espectadores con inusitada evidencia; Emilio de Justo, gran torero a la espera de la fama mayor; Paco Ureña, de vida tan dramática como su toreo; o incluso Diego Urdiales, si acaba por consolidar una carrera que mucho ha tenido de verdad.

Claro que hay también otros nombres. Unos cuantos que por ahí están abriéndose camino, pero los enunciados pueden ser, siempre desde la particular visión de quien los cita, los que encabezan este cambio de rumbo que parece ser inminente.

Adiós, pues, a los nombres que desde hace ya muchos años encabezan los carteles. Una nueva era estamos viviendo. O al menos eso me parece. O al menos eso quisiera mi espíritu que pareciera. No tardaremos mucho en confirmarlo, o en su defecto, descartarlo.

En materia taurina cada quién tendrá sus gustos, sus preferencias, su estilo y su manera de degustar este espectáculo que algunos le niegan la característica de arte. En gustos, se dice, se rompen géneros y preferencias.

Habrá quien guste, hoy por hoy, del toreo de El Juli, o quien espere con ansias la reaparición de Enrique Ponce tras la lamentable lesión que lo apartó de los ruedos por varios meses; habrá quien, fiel a su culto, no pensará en admirar a nadie más que a Morante de la Puebla, con todo y sus tardes malas, su puro, su pelo y sus regadas de arena a mitad del festejo.

Habrá sí, por supuesto, toreristas con estos membretes, y estarán en su derecho, y su, sin duda, justificada postura.

A mí, sin embargo, me parece que la Fiesta está dando un cambio de rumbo, descubriendo una nueva visión, o si usted lo prefiere, alcanzando una nueva etapa. Es lo correcto, lo justo, y también lo histórico, si miramos atrás entre las muchas hojas en la que se ha escrito el acontecer taurino.

Y en esta nueva hoja se están escribiendo nombres muy concretos; nombres que atraen, que revitalizan y dirigen el camino. Nombres, en fin, que redimen la esperanza.

Para mí, entre esos nombres destacan los de José Tomás, fenómeno indiscutible de estos tiempos; Pablo Aguado que, de pronto, se ha posicionado en la cúspide con un toreo emocionante; Andrés Roca Rey, que atrae a los espectadores con inusitada evidencia; Emilio de Justo, gran torero a la espera de la fama mayor; Paco Ureña, de vida tan dramática como su toreo; o incluso Diego Urdiales, si acaba por consolidar una carrera que mucho ha tenido de verdad.

Claro que hay también otros nombres. Unos cuantos que por ahí están abriéndose camino, pero los enunciados pueden ser, siempre desde la particular visión de quien los cita, los que encabezan este cambio de rumbo que parece ser inminente.

Adiós, pues, a los nombres que desde hace ya muchos años encabezan los carteles. Una nueva era estamos viviendo. O al menos eso me parece. O al menos eso quisiera mi espíritu que pareciera. No tardaremos mucho en confirmarlo, o en su defecto, descartarlo.