/ miércoles 7 de abril de 2021

Sólo para villamelones | El mal de Cortés

Como si fuera algo así como “el mal de Cortés”, algunos de los toreros españoles más interesantes que logran cruzar el charco para actuar en nuestras plazas se han topado con actuaciones tan lamentables que podríamos calificarlas como un fracaso. El nombre más reciente es el de Fortes, que se presentó apenas hace unos días en Zacatecas con el triste resultado de dos toros devueltos vivos al corral, tras escucharse los tres avisos reglamentarios.

Jiménez Fortes, como se anunciaba antaño, es un torero más que interesante, poseedor de un estilo serio y comprometido, al que los toros lo han castigado con cornadas por demás dramáticas y peligrosas, y quien, además, lidia con la epilepsia que le ha acompañado desde siempre y que le ha obligado a ser doblemente disciplinado.

Torero desde la cuna, pues su madre fue novillera y su padre banderillero, el torero malagueño ha demostrado con creces su valía profesional y ha salido de los duros momentos de hospital y rehabilitación de dos cornadas en el cuello con la decisión y fortaleza que sólo los grandes tienen.

No era, sin embargo, un torero conocido en México. Su carrera, caracterizada por los parones obligados gracias a sus percances, no le había alcanzado para llegar a estos lares, hasta donde llegó contratado para dos festejos en la plaza zacatecana, para lidiar bureles en Piedras Negras y de Pastejé, que en términos generales resultaron más que complejos y caracterizados por la mansedumbre.

Como sucedió con Pablo Aguado, que con tantas expectativas llegó a nuestro país luego de sus grandes tardes en Sevilla y Madrid, a Fortes también se le fue un toro vivo, de Piedras Negras, que cerraba el primer festejo, y luego, en el colmo de la mala racha, se le fue igualmente a los corrales el quinto de la corrida de Pastejé con la que cerraba su participación mexicana.

¿Qué ha pasado con estos toreros tan esperados en México para que así sucediera? ¿La excesiva confianza? ¿La creencia española de que por estos lares los bureles son de dulce e inofensivos? ¿La inminencia con la que se presentan a torear, apenas llegados del aeropuerto? ¿Una mala administración que acepta, sin ninguna necesidad, estas ofertas?

Sea lo que fuera, lo que menos se necesita en estos tiempos tan aciagos para el toreo, es que fracasen de esta manera los diestros que podrían resultar interesantes para nuestra afición. Yo lo siento por ambos. Por Aguado, cuya tauromaquia me parece excelsa, y por Fortes, que tan poco se merece un resultado así. Lo cierto es que, quizá, tardaremos tiempo en volver a verlos, si es que alguna vez vuelven, por estas tierras.

Como si fuera algo así como “el mal de Cortés”, algunos de los toreros españoles más interesantes que logran cruzar el charco para actuar en nuestras plazas se han topado con actuaciones tan lamentables que podríamos calificarlas como un fracaso. El nombre más reciente es el de Fortes, que se presentó apenas hace unos días en Zacatecas con el triste resultado de dos toros devueltos vivos al corral, tras escucharse los tres avisos reglamentarios.

Jiménez Fortes, como se anunciaba antaño, es un torero más que interesante, poseedor de un estilo serio y comprometido, al que los toros lo han castigado con cornadas por demás dramáticas y peligrosas, y quien, además, lidia con la epilepsia que le ha acompañado desde siempre y que le ha obligado a ser doblemente disciplinado.

Torero desde la cuna, pues su madre fue novillera y su padre banderillero, el torero malagueño ha demostrado con creces su valía profesional y ha salido de los duros momentos de hospital y rehabilitación de dos cornadas en el cuello con la decisión y fortaleza que sólo los grandes tienen.

No era, sin embargo, un torero conocido en México. Su carrera, caracterizada por los parones obligados gracias a sus percances, no le había alcanzado para llegar a estos lares, hasta donde llegó contratado para dos festejos en la plaza zacatecana, para lidiar bureles en Piedras Negras y de Pastejé, que en términos generales resultaron más que complejos y caracterizados por la mansedumbre.

Como sucedió con Pablo Aguado, que con tantas expectativas llegó a nuestro país luego de sus grandes tardes en Sevilla y Madrid, a Fortes también se le fue un toro vivo, de Piedras Negras, que cerraba el primer festejo, y luego, en el colmo de la mala racha, se le fue igualmente a los corrales el quinto de la corrida de Pastejé con la que cerraba su participación mexicana.

¿Qué ha pasado con estos toreros tan esperados en México para que así sucediera? ¿La excesiva confianza? ¿La creencia española de que por estos lares los bureles son de dulce e inofensivos? ¿La inminencia con la que se presentan a torear, apenas llegados del aeropuerto? ¿Una mala administración que acepta, sin ninguna necesidad, estas ofertas?

Sea lo que fuera, lo que menos se necesita en estos tiempos tan aciagos para el toreo, es que fracasen de esta manera los diestros que podrían resultar interesantes para nuestra afición. Yo lo siento por ambos. Por Aguado, cuya tauromaquia me parece excelsa, y por Fortes, que tan poco se merece un resultado así. Lo cierto es que, quizá, tardaremos tiempo en volver a verlos, si es que alguna vez vuelven, por estas tierras.