/ miércoles 24 de marzo de 2021

Sólo para villamelones | Gabino Aguilar

Seguramente aquella tarde de su alternativa, en la plaza más importante del mundo, en la fecha más significada del calendario taurino, y alternando con el torero más exitoso del momento, fue la más trascendente de su carrera taurina, pero lo que lo distinguió después, ya en retiro, fue ese tesón y ese amor entregado que le brindó al campo bravo.

Gabino Aguilar nació en Tlaxcala, en la emblemática ganadería de Piedras Negras, en 1941, y algunos años después decidió convertirse en torero. Seguramente no fue difícil tomar esa decisión, dados los antecedentes taurinos que lo marcaban: su nacimiento en tierra de toros bravos, y la profesión de su padre, del mismo nombre, muerto en un accidente de tráfico apenas dos meses después del nacimiento de su hijo Gabino.

El padre de Aguilar fue un novillero exitoso, que alternó con los incipientes toreros de su época, como Silverio Pérez, Fermín Rivera o Paco Gorráez, y que de alguna manera, dejó en la sangre de su hijo el gusanito del toreo.

Y así, Gabino se convirtió en un importante animador de la temporada de novilladas en España, donde llegó a lidiar sesenta y tres festejos en 1963, cuatro de los cuales fueron en Madrid, y dos más en Sevilla, donde abrió la Puerta del Príncipe. Se dice fácil, pero no lo es.

Su labor novilleril le permitió ser considerado para torear la emblemática e importantísima corrida de la Beneficencia en Las Ventas, en la que tomó la alternativa, de manos de Andrés Hernán, el 23 de julio de 1964, compartiendo cartel con el fenómeno del momento, Manuel Benítez, El Cordobés. Fue así uno de los tres mexicanos que han adquirido el doctorado en la plaza más importante del mundo, y el único que lo ha hecho en tan distinguida corrida.

Luego en México confirmaría su alternativa de manos de Alfredo Leal y teniendo como testigo a Santiago Martín, El Viti, el 17 de enero de 1965, pasaportando al toro “Juerguista”, de Torrecilla.

Después de su retiro, en la década de los ochenta se convirtió en un escrupuloso, serio y comprometido ganadero de bravo, al comprar animales y tierra, en las cercanías de Amealco, en Querétaro, a Raúl y Marco Antonio González. Ahí comprometió el resto de su vida cuidando a los toros de la ganadería de El Batán, bajo los colores de la divisa vino, tabaco y blanco.

Sencillo de trato y exigente con su trabajo de criador, en el 2019 y tras más de tres décadas de dedicada labor en el campo haciendo valer el dicho taurino de que “para que un ganadero dé la vuelta al ruedo, antes debe dar mil vueltas al potrero”, recibió merecidamente la Medalla Presidencial al Mérito Ganadero.

Hace unos días, aquejado por un cáncer de páncreas, Gabino Aguilar dejó este mundo físicamente, pero el recuerdo de su trayectoria taurina y el legado que deja a su familia, quedará para siempre. Hoy parece como si los tendidos de Las Ventas estuviesen, otra vez, repletos, y que por la puerta de toriles apareciera nuevamente un toro de Atanasio Fernández para poner a prueba su valor y su calidad de lidiador; hoy parece estar nuevamente recorriendo los potreros de El Batán, como todos los días, cuidando a esos toros a los que también les entregó la vida.

Seguramente aquella tarde de su alternativa, en la plaza más importante del mundo, en la fecha más significada del calendario taurino, y alternando con el torero más exitoso del momento, fue la más trascendente de su carrera taurina, pero lo que lo distinguió después, ya en retiro, fue ese tesón y ese amor entregado que le brindó al campo bravo.

Gabino Aguilar nació en Tlaxcala, en la emblemática ganadería de Piedras Negras, en 1941, y algunos años después decidió convertirse en torero. Seguramente no fue difícil tomar esa decisión, dados los antecedentes taurinos que lo marcaban: su nacimiento en tierra de toros bravos, y la profesión de su padre, del mismo nombre, muerto en un accidente de tráfico apenas dos meses después del nacimiento de su hijo Gabino.

El padre de Aguilar fue un novillero exitoso, que alternó con los incipientes toreros de su época, como Silverio Pérez, Fermín Rivera o Paco Gorráez, y que de alguna manera, dejó en la sangre de su hijo el gusanito del toreo.

Y así, Gabino se convirtió en un importante animador de la temporada de novilladas en España, donde llegó a lidiar sesenta y tres festejos en 1963, cuatro de los cuales fueron en Madrid, y dos más en Sevilla, donde abrió la Puerta del Príncipe. Se dice fácil, pero no lo es.

Su labor novilleril le permitió ser considerado para torear la emblemática e importantísima corrida de la Beneficencia en Las Ventas, en la que tomó la alternativa, de manos de Andrés Hernán, el 23 de julio de 1964, compartiendo cartel con el fenómeno del momento, Manuel Benítez, El Cordobés. Fue así uno de los tres mexicanos que han adquirido el doctorado en la plaza más importante del mundo, y el único que lo ha hecho en tan distinguida corrida.

Luego en México confirmaría su alternativa de manos de Alfredo Leal y teniendo como testigo a Santiago Martín, El Viti, el 17 de enero de 1965, pasaportando al toro “Juerguista”, de Torrecilla.

Después de su retiro, en la década de los ochenta se convirtió en un escrupuloso, serio y comprometido ganadero de bravo, al comprar animales y tierra, en las cercanías de Amealco, en Querétaro, a Raúl y Marco Antonio González. Ahí comprometió el resto de su vida cuidando a los toros de la ganadería de El Batán, bajo los colores de la divisa vino, tabaco y blanco.

Sencillo de trato y exigente con su trabajo de criador, en el 2019 y tras más de tres décadas de dedicada labor en el campo haciendo valer el dicho taurino de que “para que un ganadero dé la vuelta al ruedo, antes debe dar mil vueltas al potrero”, recibió merecidamente la Medalla Presidencial al Mérito Ganadero.

Hace unos días, aquejado por un cáncer de páncreas, Gabino Aguilar dejó este mundo físicamente, pero el recuerdo de su trayectoria taurina y el legado que deja a su familia, quedará para siempre. Hoy parece como si los tendidos de Las Ventas estuviesen, otra vez, repletos, y que por la puerta de toriles apareciera nuevamente un toro de Atanasio Fernández para poner a prueba su valor y su calidad de lidiador; hoy parece estar nuevamente recorriendo los potreros de El Batán, como todos los días, cuidando a esos toros a los que también les entregó la vida.