/ miércoles 30 de junio de 2021

Sólo para villamelones | Primera en Las Ventas

Tarde de muchas palmas, injustificadas algunas si no se tratara de una fecha tan señalada; dos orejas; dos buenos toros, uno de ellos excelente; un susto repetido, algunos detalles en la brega y en la suerte de picar, y sobre todo, por encima de todo, la certeza de que la Fiesta ha regresado a su capital mundial.

Después de aquella corrida, más política que propiamente taurina, que vivió Madrid hace algunas semanas, la del pasado domingo 27 de junio ha representado la vuelta del espectáculo de los toros a la capital española, a la catedral de Las Ventas, tras un angustiante ayuno de más de un año.

Para salir por la puerta de toriles, un encierro de Victorino Martín, del que destacaron los que se lidiaron en cuarto y quinto sitio, principalmente el primero de ellos, “Galapagueño” de nombre, que respondió a la tradición e historia de su origen.

Una grata presencia, la de Sergio Serrano, que acabó por cortar una oreja; una firme intención, la de Manuel Escribano, que también cortó otra y recibió a sus toros a puerta gayola; y un siempre dispuesto Jiménez Fortes, que estuvo a punto de ser empitonado por el que cerraba plaza, otra vez, nuevamente, en el cuello, y que acabó llevándose una lesión de rodilla que le impedirá seguir con su temporada.

Muchos aplausos, quizá de más, pero el más significativo el que la afición les brindó a los tres matadores nada más concluir el paseíllo, y el contraste de un largo minuto de silencio en memoria de las víctimas del Covid.

La Fiesta de los Toros ha regresado a Las Ventas en el primero de dos festejos anunciados, y cuando esto sucede, cuando las puertas de la plaza madrileña se abren, aún sea para recibir a un menor número de espectadores, es un aliciente para un espectáculo, que, como ninguno, ha sufrido los embates de una pandemia que cimbró sus cimientos.

Y si en Las Ventas se dan toros, significa que no todo está perdido y que la esperanza regresa por sus fueros a cortar las orejas.

Tarde de muchas palmas, injustificadas algunas si no se tratara de una fecha tan señalada; dos orejas; dos buenos toros, uno de ellos excelente; un susto repetido, algunos detalles en la brega y en la suerte de picar, y sobre todo, por encima de todo, la certeza de que la Fiesta ha regresado a su capital mundial.

Después de aquella corrida, más política que propiamente taurina, que vivió Madrid hace algunas semanas, la del pasado domingo 27 de junio ha representado la vuelta del espectáculo de los toros a la capital española, a la catedral de Las Ventas, tras un angustiante ayuno de más de un año.

Para salir por la puerta de toriles, un encierro de Victorino Martín, del que destacaron los que se lidiaron en cuarto y quinto sitio, principalmente el primero de ellos, “Galapagueño” de nombre, que respondió a la tradición e historia de su origen.

Una grata presencia, la de Sergio Serrano, que acabó por cortar una oreja; una firme intención, la de Manuel Escribano, que también cortó otra y recibió a sus toros a puerta gayola; y un siempre dispuesto Jiménez Fortes, que estuvo a punto de ser empitonado por el que cerraba plaza, otra vez, nuevamente, en el cuello, y que acabó llevándose una lesión de rodilla que le impedirá seguir con su temporada.

Muchos aplausos, quizá de más, pero el más significativo el que la afición les brindó a los tres matadores nada más concluir el paseíllo, y el contraste de un largo minuto de silencio en memoria de las víctimas del Covid.

La Fiesta de los Toros ha regresado a Las Ventas en el primero de dos festejos anunciados, y cuando esto sucede, cuando las puertas de la plaza madrileña se abren, aún sea para recibir a un menor número de espectadores, es un aliciente para un espectáculo, que, como ninguno, ha sufrido los embates de una pandemia que cimbró sus cimientos.

Y si en Las Ventas se dan toros, significa que no todo está perdido y que la esperanza regresa por sus fueros a cortar las orejas.