/ miércoles 7 de octubre de 2020

Sólo para villamelones | Retiro de Castella

Torero elegante, poseedor de técnica depurada y capaz de hacerle frente a los bureles con solvencia, el matador de toros francés Sebastián Castella ha anunciado su retiro. Lo ha hecho con una apostilla interesante: de manera indeterminada, como si entre sus planes no estuviera el abandonar su profesión para siempre.

Nacido en la localidad francesa de Béziers hace ya treinta y siete años, Castella tomó la alternativa en su ciudad de origen, teniendo como padrino a Enrique Ponce y como testigo a José Tomás, en tiempos en los que ambos alternantes aún podían partir plaza juntos, e hizo un camino propio e interesante, hasta convertirse en elemento constante de los carteles europeos y también americanos.

De madre polaca, acaso su ascendencia española por parte de padre, y la región taurina donde le tocó nacer, orientaron su vocación, y curiosamente confirmó su doctorado en México antes que en Madrid. En aquella oportunidad, ocurrida el 18 de febrero del 2001 y con el atestiguamiento de Rafael Ortega y el Tato, fue el inicio de una larga relación con el público mexicano, cuya cúspide seguramente fue la lidia de Guadalupano, un toro de Teófilo Gómez, al que indultó en el 2010.

Castella, entre otras muchas cosas, se ha significado por el pulcro manejo de sus relaciones públicas, convirtiéndose en uno de los toreros que mejor manejan a la prensa y atienden sus redes sociales; digamos que es un torero acorde con los tiempos que hoy vivimos.

Esta sui géneris temporada 2020, marcada irremediablemente por la pandemia, tuvo, como todos, poca participación en las plazas de toros. Era su temporada número veinte como matador de toros, y fue precisamente la que escogió para anunciar, en un comunicado oficial por sus redes sociales, la determinación de hacer un paréntesis en su quehacer taurino.

La forma en la que lo ha hecho nos habla de la posibilidad de un regreso futuro. Su despedida no tiene el ambiente de las de antaña, cuando los toreros se cortaban la coleta, sino más bien, un recurso para tratar de renovarse, como lo hizo en su momento Alejandro Talavante.

Seguramente volveremos a ver a Castella vestido de luces. Acaso lo haga en nuestro país cuando la demolición del Coronavirus haya acabado de ejercer su poder. Su calidad y la antigüedad de su alternativa, lo harán siempre un elemento interesante en la confección de carteles. Al tiempo.

Torero elegante, poseedor de técnica depurada y capaz de hacerle frente a los bureles con solvencia, el matador de toros francés Sebastián Castella ha anunciado su retiro. Lo ha hecho con una apostilla interesante: de manera indeterminada, como si entre sus planes no estuviera el abandonar su profesión para siempre.

Nacido en la localidad francesa de Béziers hace ya treinta y siete años, Castella tomó la alternativa en su ciudad de origen, teniendo como padrino a Enrique Ponce y como testigo a José Tomás, en tiempos en los que ambos alternantes aún podían partir plaza juntos, e hizo un camino propio e interesante, hasta convertirse en elemento constante de los carteles europeos y también americanos.

De madre polaca, acaso su ascendencia española por parte de padre, y la región taurina donde le tocó nacer, orientaron su vocación, y curiosamente confirmó su doctorado en México antes que en Madrid. En aquella oportunidad, ocurrida el 18 de febrero del 2001 y con el atestiguamiento de Rafael Ortega y el Tato, fue el inicio de una larga relación con el público mexicano, cuya cúspide seguramente fue la lidia de Guadalupano, un toro de Teófilo Gómez, al que indultó en el 2010.

Castella, entre otras muchas cosas, se ha significado por el pulcro manejo de sus relaciones públicas, convirtiéndose en uno de los toreros que mejor manejan a la prensa y atienden sus redes sociales; digamos que es un torero acorde con los tiempos que hoy vivimos.

Esta sui géneris temporada 2020, marcada irremediablemente por la pandemia, tuvo, como todos, poca participación en las plazas de toros. Era su temporada número veinte como matador de toros, y fue precisamente la que escogió para anunciar, en un comunicado oficial por sus redes sociales, la determinación de hacer un paréntesis en su quehacer taurino.

La forma en la que lo ha hecho nos habla de la posibilidad de un regreso futuro. Su despedida no tiene el ambiente de las de antaña, cuando los toreros se cortaban la coleta, sino más bien, un recurso para tratar de renovarse, como lo hizo en su momento Alejandro Talavante.

Seguramente volveremos a ver a Castella vestido de luces. Acaso lo haga en nuestro país cuando la demolición del Coronavirus haya acabado de ejercer su poder. Su calidad y la antigüedad de su alternativa, lo harán siempre un elemento interesante en la confección de carteles. Al tiempo.