/ miércoles 31 de marzo de 2021

Sólo para villamelones|La crítica

El pasado festejo del serial denominado “México busca un torero” ha causado escozor, quejas, repudio y controversia, pues hasta la Asociación de Matadores y la Porra Libre han hecho públicas sendas posturas en contra de la participación de los periodistas que evaluaron la actuación de los toreros, mostrando, según estas mismas opiniones, una evidente falta de respeto a la profesión de quienes se juegan la vida lidiando un toro bravo.

Reconociendo que es todo el antecedente que sobre el caso tengo (no logré encontrar los comentarios aludidos), el caso me lleva, nuevamente, a reflexionar sobre el importante papel de los críticos y cronistas taurinos en la fiesta de los toros.

El oficio de hacer crítica taurina en México, y supongo que también en otras partes del mundo, se ha visto atacada por varias circunstancias. La primera de ellas es la improvisación, la idea de que cualquier cronista deportivo puede hablar de toros y de lo que sucede en un ruedo, de tal suerte que a menudo nos encontramos con crónicas alejadas de los acontecimientos, o bien carentes del ojo avizor de un buen aficionado, o al menos de un asistente cotidiano a las plazas de toros.

Otra es la visible intención de quienes dirigen y protagonizan el espectáculo taurino de que los comentarios sobre su mundo no tengan ningún sesgo negativo, como si los que escriben de toros tuvieran que tener como virtud la ceguera. La actuación de los toreros debe ser cuando menos buena, y si no fue mejor se debió a las características de la res, pequeño lunar negro entre las siempre excelentes cualidades de los toros de la ganadería en turno. Aquí, como lo hemos visto en varias ocasiones, el hacha de la censura puede presentarse, arrebatando la posibilidad de un escaparate a quien osó el uso libre de la crítica.

Y otra, desde luego, es esa piel fina que les ha dado por portar a esos mismos protagonistas, llámense toreros, ganaderos o empresarios, que no aguantan la más mínima opinión contraria a sus intereses personales y que creen que a la Fiesta hay que mantenerla a base de mentiras piadosas, para no ahuyentar espectadores, ni dar pretextos a los anti taurinos para sus ataques constantes.

Finalmente, también existen los críticos “mala leche”; aquellos que sirven a intereses que no necesariamente se apegan a la pulcritud y la verdad, sino a fobias muy acusadas y evidentes; críticos a ultranza que nunca querrán ver alguna virtud, por evidente que sea, de alguien en particular.

Claro está que también los hay serios y comprometidos, conocedores expertos, dispuestos a poner en tinta o ante un micrófono sus auténticos puntos de vista, que no siempre caen bien o con los que no necesariamente se tiene que coincidir en la opinión, pero que resultan imprescindibles en estos tiempos en que la Fiesta de los Toros requiere más honestidad y compromiso que nunca.

El oficio de la crítica taurina pues, juega un papel fundamental; debe ser respetuoso pero firme, y requiere tener el elemento adicional de la educación. Jamás como ahora necesitamos de especialistas en la comunicación que guíen al nuevo aficionado por los canales serios y ortodoxos de la especialidad, antes de que todo se convierta en pachanga y simulación.

El pasado festejo del serial denominado “México busca un torero” ha causado escozor, quejas, repudio y controversia, pues hasta la Asociación de Matadores y la Porra Libre han hecho públicas sendas posturas en contra de la participación de los periodistas que evaluaron la actuación de los toreros, mostrando, según estas mismas opiniones, una evidente falta de respeto a la profesión de quienes se juegan la vida lidiando un toro bravo.

Reconociendo que es todo el antecedente que sobre el caso tengo (no logré encontrar los comentarios aludidos), el caso me lleva, nuevamente, a reflexionar sobre el importante papel de los críticos y cronistas taurinos en la fiesta de los toros.

El oficio de hacer crítica taurina en México, y supongo que también en otras partes del mundo, se ha visto atacada por varias circunstancias. La primera de ellas es la improvisación, la idea de que cualquier cronista deportivo puede hablar de toros y de lo que sucede en un ruedo, de tal suerte que a menudo nos encontramos con crónicas alejadas de los acontecimientos, o bien carentes del ojo avizor de un buen aficionado, o al menos de un asistente cotidiano a las plazas de toros.

Otra es la visible intención de quienes dirigen y protagonizan el espectáculo taurino de que los comentarios sobre su mundo no tengan ningún sesgo negativo, como si los que escriben de toros tuvieran que tener como virtud la ceguera. La actuación de los toreros debe ser cuando menos buena, y si no fue mejor se debió a las características de la res, pequeño lunar negro entre las siempre excelentes cualidades de los toros de la ganadería en turno. Aquí, como lo hemos visto en varias ocasiones, el hacha de la censura puede presentarse, arrebatando la posibilidad de un escaparate a quien osó el uso libre de la crítica.

Y otra, desde luego, es esa piel fina que les ha dado por portar a esos mismos protagonistas, llámense toreros, ganaderos o empresarios, que no aguantan la más mínima opinión contraria a sus intereses personales y que creen que a la Fiesta hay que mantenerla a base de mentiras piadosas, para no ahuyentar espectadores, ni dar pretextos a los anti taurinos para sus ataques constantes.

Finalmente, también existen los críticos “mala leche”; aquellos que sirven a intereses que no necesariamente se apegan a la pulcritud y la verdad, sino a fobias muy acusadas y evidentes; críticos a ultranza que nunca querrán ver alguna virtud, por evidente que sea, de alguien en particular.

Claro está que también los hay serios y comprometidos, conocedores expertos, dispuestos a poner en tinta o ante un micrófono sus auténticos puntos de vista, que no siempre caen bien o con los que no necesariamente se tiene que coincidir en la opinión, pero que resultan imprescindibles en estos tiempos en que la Fiesta de los Toros requiere más honestidad y compromiso que nunca.

El oficio de la crítica taurina pues, juega un papel fundamental; debe ser respetuoso pero firme, y requiere tener el elemento adicional de la educación. Jamás como ahora necesitamos de especialistas en la comunicación que guíen al nuevo aficionado por los canales serios y ortodoxos de la especialidad, antes de que todo se convierta en pachanga y simulación.