/ jueves 1 de octubre de 2020

Sopa de letras | Un millón de muertos

Ya hay más de un millón de muertes por Covid -19 en el mundo. Es una cifra simbólica, un aldabonazo en las conciencias, un triste hito cuantitativo de cualquier catástrofe. Es probable, además, que la cifra sea mayor aún y que realmente haga semanas que ya se produjo la ominosa cima del muerto un millón. Según el director Grupo de Investigación es sobre la carga global de enfermedades de la Universidad de Melbourne, Alan López, el número real de fallecidos por Covid-19 puede estar ya cerca de 1,800.000.

A pesar de las previsiones iniciales que auguraban una disminución paulatina de la incidencia en los meses de verano del hemisferio norte, hay 73 países en el mundo que experimentan segundas olas tan preocupantes como la primera. En Iberoamérica hay ya contabilizados más de 310.000 muertos. Las dos terceras partes proceden de México y Brasil. Si tuviéramos que analizar la pandemia de manera global, la verdadera “ola” es la que estamos viviendo ahora, está en su pico histórico. Ocurrió lo mismo con la gripe de 1918, las sucesivas olas fueron más duras que la primera. Para Richard Horton, director de la revista The Lancet, el Covid-19 ha demostrado no ser una simple pandemia. Muy pronto se detectó que esta enfermedad en realidad es la conjunción de dos tipos de patologías: la infección respiratoria transmisible y un abanico amplio de enfermedades no transmisibles que le suceden a cada individuo como consecuencia de la infección primaria. La infección no mata, pero las reacciones posteriores (inflamatorias, inmunitarias circulatorias sí). Covid-19 no es una pandemia, es una “sindemia”, es decir, la suma de dos o más epidemias o grupos de enfermedades recurrentes en las que varias interacciones sirven para agravar el problema.

Covid-19 ha encontrado el caldo de cultivo perfecto. Y puede que la comunidad médica no fuera capaz de descubrirlo al comienzo de la crisis. La lucha brutal en primera línea de batalla se centró en el manejo de la pandemia, en el control de la parte más visible de la crisis: el contagio de un virus nuevo. Pero tardamos en entender que el monstruo tenía otras muchas caras. Como otras pandemias sanitarias y sociales: una prevalencia histórica de la obesidad, la diabetes y las patologías cardíacas, un envejecimiento generalizado de la población y un aumento de las disparidades para acceder a recursos sanitarios tras las últimas crisis financieras mundiales.

Por desgracia un millón de muertos en el planeta es una cifra cuyo simbolismo no responde a todo lo que significa. El número de víctimas seguirá creciendo( a este ritmo podríamos alcanzar los dos millones globales en 2021.) pero a ello hay que sumar las victimas derivadas del carácter sindémico de este mal. De una de las amenazas más graves a las que se ha enfrentado nuestra sociedad y a la que no supimos ver la cara a tiempo.

Ya hay más de un millón de muertes por Covid -19 en el mundo. Es una cifra simbólica, un aldabonazo en las conciencias, un triste hito cuantitativo de cualquier catástrofe. Es probable, además, que la cifra sea mayor aún y que realmente haga semanas que ya se produjo la ominosa cima del muerto un millón. Según el director Grupo de Investigación es sobre la carga global de enfermedades de la Universidad de Melbourne, Alan López, el número real de fallecidos por Covid-19 puede estar ya cerca de 1,800.000.

A pesar de las previsiones iniciales que auguraban una disminución paulatina de la incidencia en los meses de verano del hemisferio norte, hay 73 países en el mundo que experimentan segundas olas tan preocupantes como la primera. En Iberoamérica hay ya contabilizados más de 310.000 muertos. Las dos terceras partes proceden de México y Brasil. Si tuviéramos que analizar la pandemia de manera global, la verdadera “ola” es la que estamos viviendo ahora, está en su pico histórico. Ocurrió lo mismo con la gripe de 1918, las sucesivas olas fueron más duras que la primera. Para Richard Horton, director de la revista The Lancet, el Covid-19 ha demostrado no ser una simple pandemia. Muy pronto se detectó que esta enfermedad en realidad es la conjunción de dos tipos de patologías: la infección respiratoria transmisible y un abanico amplio de enfermedades no transmisibles que le suceden a cada individuo como consecuencia de la infección primaria. La infección no mata, pero las reacciones posteriores (inflamatorias, inmunitarias circulatorias sí). Covid-19 no es una pandemia, es una “sindemia”, es decir, la suma de dos o más epidemias o grupos de enfermedades recurrentes en las que varias interacciones sirven para agravar el problema.

Covid-19 ha encontrado el caldo de cultivo perfecto. Y puede que la comunidad médica no fuera capaz de descubrirlo al comienzo de la crisis. La lucha brutal en primera línea de batalla se centró en el manejo de la pandemia, en el control de la parte más visible de la crisis: el contagio de un virus nuevo. Pero tardamos en entender que el monstruo tenía otras muchas caras. Como otras pandemias sanitarias y sociales: una prevalencia histórica de la obesidad, la diabetes y las patologías cardíacas, un envejecimiento generalizado de la población y un aumento de las disparidades para acceder a recursos sanitarios tras las últimas crisis financieras mundiales.

Por desgracia un millón de muertos en el planeta es una cifra cuyo simbolismo no responde a todo lo que significa. El número de víctimas seguirá creciendo( a este ritmo podríamos alcanzar los dos millones globales en 2021.) pero a ello hay que sumar las victimas derivadas del carácter sindémico de este mal. De una de las amenazas más graves a las que se ha enfrentado nuestra sociedad y a la que no supimos ver la cara a tiempo.