Tenemos arraigada la falsa creencia de que el amar es siempre a otro, incluso al extremo de olvidarnos de nosotros mismos, y cada vez hay más conciencia de que el amor a la propia vida es el único camino, el amor verdadero reside en amar y agradecer la vida. Todo es de adentro hacia afuera.
Por años se ha fantaseado que la felicidad verdadera viene de enamorarse, y que el otro nos dará felicidad, o que hay que amar tanto qué debemos estar dispuestos a perder o a dar la vida por el otro, esto ha creado un retorcido camino donde la expectativa es hacia afuera.
Esta manera de ver las cosas nos aleja de la absoluta responsabilidad de que la felicidad inicia adentro, cuando reconocemos las historias de crecimiento, que hicieron que nos adaptamos al mundo a la pertenencia al sistema familiar o incluso a situaciones dolorosas que al no ser sanadas se transforman en sufrimiento entonces podemos irnos resolviendo, entonces podemos iniciar a amar la historia de nuestra infancia, amar entender que nuestros padres hicieron lo mejor que pudieron también con lo que ellos recibieron, ellos son el resultado de sus padres, su entorno, sus historias y ellos entregan a sus hijos lo que pueden.
Así que al comprender que el amarse es el verdadero camino para sanar y asumir la gran responsabilidad de la propia existencia y empezar a cuidar los aspectos que nos componen, que nos integran, que el amor a la vida empieza sanando y que no hay que morir de amor, hay que vivir con AMOR a la PROPIA EXISTENCIA.
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