/ sábado 27 de noviembre de 2021

Fundación Bertha O. de Osete esta de aniversario

Las sillas de ruedas que produce la fundación se distribuyen a toda la República Mexicana y se exportan a Centroamérica, América del sur y Haití

La Fundación Bertha O. de Osete cumplió 25 años de trabajo ininterrumpido como Institución no lucrativa y promotora de la donación.

Agustín Aguirre Osete, miembro honorario de la fundación se siente orgulloso y satisfecho del trabajo que se ha logrado: “es una combinación entre recursos y voluntad de la sociedad y el gobierno, aunque quisiéramos lograr más porque la necesidad en México es muy grande”.

La idea nació a partir del caso del propio Agustín Aguirre, quien tuvo dos hijos con discapacidad: su hija mayor quien actualmente tiene 37 años y su hijo quien falleció a los 28 años. “En 1987 mi hija ya no cabía en su carriola, por lo que tuve que traer una de Estados Unidos, pues aquí no había, y resultó un producto muy caro. Cuando la tuve en mis manos dije, esto se puede hacer en México y como soy Diseñador Industrial decidí diseñar lo que hasta hoy se conoce como la carriola Cecy”.

Cuando fallece su tía Bertha Ortega de Osete, quiso que sus bienes se destinaran a ayudar a personas con discapacidad como sus sobrinos. En México nadie producía aparatos para niños y los de adultos nunca habían sido pensados para zonas rurales o uso rudo.

El 18 de junio de 1996 se constituye la fundación y en enero de 1997 se inició con la primera producción. El día de hoy la capacidad de la Fundación es de aproximadamente 15 mil aparatos al año y el 95% de lo que fabrica se entrega a través de donaciones. La fundación tiene actualmente 33 trabajadores de los cuales, 12 tienen alguna discapacidad.

Las sillas de ruedas que produce la fundación se distribuyen a toda la República Mexicana y se exportan a Centroamérica, América del sur y Haití. El tiempo de vida que tienen es de 5 años, cuando las sillas del mercado en condiciones rurales solo duran 3 meses, lo que representa una gran diferencia.

Foto: Alejandro Arredondo | El Sol de San Juan del Río

“La gran enseñanza que nos ha traído el COVID es que somos muy frágiles y que cualquier día podemos amanecer con una discapacidad y convertirnos en usuarios de sillas de ruedas, por eso hay que tener empatía. Es tanta la necesidad que el gobierno no se daría abasto, por lo que entre todos podemos hacerlo”.

Foto: Alejandro Arredondo | El Sol de San Juan del Río

La Fundación Bertha O. de Osete cumplió 25 años de trabajo ininterrumpido como Institución no lucrativa y promotora de la donación.

Agustín Aguirre Osete, miembro honorario de la fundación se siente orgulloso y satisfecho del trabajo que se ha logrado: “es una combinación entre recursos y voluntad de la sociedad y el gobierno, aunque quisiéramos lograr más porque la necesidad en México es muy grande”.

La idea nació a partir del caso del propio Agustín Aguirre, quien tuvo dos hijos con discapacidad: su hija mayor quien actualmente tiene 37 años y su hijo quien falleció a los 28 años. “En 1987 mi hija ya no cabía en su carriola, por lo que tuve que traer una de Estados Unidos, pues aquí no había, y resultó un producto muy caro. Cuando la tuve en mis manos dije, esto se puede hacer en México y como soy Diseñador Industrial decidí diseñar lo que hasta hoy se conoce como la carriola Cecy”.

Cuando fallece su tía Bertha Ortega de Osete, quiso que sus bienes se destinaran a ayudar a personas con discapacidad como sus sobrinos. En México nadie producía aparatos para niños y los de adultos nunca habían sido pensados para zonas rurales o uso rudo.

El 18 de junio de 1996 se constituye la fundación y en enero de 1997 se inició con la primera producción. El día de hoy la capacidad de la Fundación es de aproximadamente 15 mil aparatos al año y el 95% de lo que fabrica se entrega a través de donaciones. La fundación tiene actualmente 33 trabajadores de los cuales, 12 tienen alguna discapacidad.

Las sillas de ruedas que produce la fundación se distribuyen a toda la República Mexicana y se exportan a Centroamérica, América del sur y Haití. El tiempo de vida que tienen es de 5 años, cuando las sillas del mercado en condiciones rurales solo duran 3 meses, lo que representa una gran diferencia.

Foto: Alejandro Arredondo | El Sol de San Juan del Río

“La gran enseñanza que nos ha traído el COVID es que somos muy frágiles y que cualquier día podemos amanecer con una discapacidad y convertirnos en usuarios de sillas de ruedas, por eso hay que tener empatía. Es tanta la necesidad que el gobierno no se daría abasto, por lo que entre todos podemos hacerlo”.

Foto: Alejandro Arredondo | El Sol de San Juan del Río

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