/ lunes 12 de agosto de 2019

Lanchas neumáticas de migrantes transformadas en bolsos en Berlín

Berlín, Alemania | AFP.- Sentado ante su máquina de coser en el taller de la asociación berlinesa mimycri, Khaldoun Alhussain desliza bajo la aguja un pedazo de plástico gris, mientras mueve el pedal con el pie.

Su mano experta acaricia el ribete de hilo amarillo que va tomando forma bajo el espeso material.

En Berlín, las lanchas neumáticas abandonadas por los migrantes a su llegada a las playas de las islas griegas, han encontrado una segunda vida, transformadas por refugiados en bolsos o bolsas de viaje que después son vendidos en internet.

Alhussain, sirio de 34 años, conoce bien este plástico robusto y resistente a la intemperie recuperado en Grecia. Hace cuatro años, él mismo se metió en una precaria embarcación fabricada en el mismo material para alcanzar la isla egea de Quíos desde la costa turca.

"Éramos muchos (en la barca) y la travesía era muy muy peligrosa", recuerda este sastre que trabajó durante muchos años en talleres de confección de Damasco antes de solicitar asilo en Alemania.

- Desde Quíos y Lesbos -

La asociación sin ánimo de lucro mimycri, creada por dos treintañeras, adquiere la materia prima en la isla de Quíos y la más septentrional Lesbos, ambas testigos del drama ocurrido en 2015, cuando centenares de miles de refugiados llegaron a sus playas para alcanzar Europa.

En el momento álgido de la "crisis" de los refugiados, Grecia llegó a contabilizar 7.000 llegadas diarias. Aunque tras un acuerdo entre la Unión Europea y Turquía en 2016 el número de travesías se ralentizó considerablemente, a día de hoy siguen registrándose un centenar al día.

Las oenegés en el terreno recuperan las lanchas que van quedándose en las orillas junto a otros desechos, chalecos de salvamento o ropa.

"Recuperamos el 90% de las lanchas que llegan a las costas" de Quíos que no son escoltadas por la policía una vez entran en aguas griegas, explica Toula Kitromilidi, coordinadora griega de la oenegé CESRT. "El resto es utilizado por locales", por ejemplo, agricultores que usan el plástico como lonas.

El material, cortado en largas bandas negras y grises, es enviado a Berlín, limpiado y transformadas en mochilas, bolsos, fundas para ordenados o neceseres.

Los clientes "compran estos bolsos porque cuentan una historia, porque son más que un simple objeto", explica Vera Guenther, una de las fundadoras de mimycri, desde su taller.

Los clientes, que el año pasado compraron piezas de mimycri por unos 120.000 euros, pueden, aunque sea de forma indirecta, "aprender lo que ocurre en Siria (...) y cuantas personas siguen muriendo allí", añade Khaldoun Alhussain, quien espera poder traer a Berlín a su madre que aún se encuentra en Siria, enferma y sola.

- Las islas griegas, encantadas -

En cuanto a los habitantes de las islas griegas, "están encantados (del trabajo de mimycri), porque no quieren que sus playas se llenen de residuos y plásticos", continúa Vera Guenther, que dejó su empleo en el sector medioambiental para poner en marcha la asociación.

El catálogo de mimycri contiene una decena de productos de cuyas ventas donan un 3% a oenegés griegas.

Günther cuenta que su aventura comenzó en el invierno de 2015, cuando viajó a Quíos para ayudar a quienes desembarcaban en Grecia. Allí pasó varios meses con su asociada, Nora Azzaoui, y volvió con plástico proveniente de las lanchas en la maleta, que transformó en una bolsa de aseo, el origen de micrymi.

Las dos mujeres lograron reunir 43.000 euros en una campaña de crowdfunding y hoy, la asociación emplea a cinco personas, entre ellas un sirio y un pakistaní.

"Queremos cambiar la imagen que se tiene sobre los refugiados", subraya Vera Guenther. "Son gente (...) que, igual que todos nosotros, quiere tener un empleo, una casa. Tenemos mucho más en común de lo que creemos".

yap/ylf/cls/ybl/aoc/es/jvb

© Agence France-Presse

Berlín, Alemania | AFP.- Sentado ante su máquina de coser en el taller de la asociación berlinesa mimycri, Khaldoun Alhussain desliza bajo la aguja un pedazo de plástico gris, mientras mueve el pedal con el pie.

Su mano experta acaricia el ribete de hilo amarillo que va tomando forma bajo el espeso material.

En Berlín, las lanchas neumáticas abandonadas por los migrantes a su llegada a las playas de las islas griegas, han encontrado una segunda vida, transformadas por refugiados en bolsos o bolsas de viaje que después son vendidos en internet.

Alhussain, sirio de 34 años, conoce bien este plástico robusto y resistente a la intemperie recuperado en Grecia. Hace cuatro años, él mismo se metió en una precaria embarcación fabricada en el mismo material para alcanzar la isla egea de Quíos desde la costa turca.

"Éramos muchos (en la barca) y la travesía era muy muy peligrosa", recuerda este sastre que trabajó durante muchos años en talleres de confección de Damasco antes de solicitar asilo en Alemania.

- Desde Quíos y Lesbos -

La asociación sin ánimo de lucro mimycri, creada por dos treintañeras, adquiere la materia prima en la isla de Quíos y la más septentrional Lesbos, ambas testigos del drama ocurrido en 2015, cuando centenares de miles de refugiados llegaron a sus playas para alcanzar Europa.

En el momento álgido de la "crisis" de los refugiados, Grecia llegó a contabilizar 7.000 llegadas diarias. Aunque tras un acuerdo entre la Unión Europea y Turquía en 2016 el número de travesías se ralentizó considerablemente, a día de hoy siguen registrándose un centenar al día.

Las oenegés en el terreno recuperan las lanchas que van quedándose en las orillas junto a otros desechos, chalecos de salvamento o ropa.

"Recuperamos el 90% de las lanchas que llegan a las costas" de Quíos que no son escoltadas por la policía una vez entran en aguas griegas, explica Toula Kitromilidi, coordinadora griega de la oenegé CESRT. "El resto es utilizado por locales", por ejemplo, agricultores que usan el plástico como lonas.

El material, cortado en largas bandas negras y grises, es enviado a Berlín, limpiado y transformadas en mochilas, bolsos, fundas para ordenados o neceseres.

Los clientes "compran estos bolsos porque cuentan una historia, porque son más que un simple objeto", explica Vera Guenther, una de las fundadoras de mimycri, desde su taller.

Los clientes, que el año pasado compraron piezas de mimycri por unos 120.000 euros, pueden, aunque sea de forma indirecta, "aprender lo que ocurre en Siria (...) y cuantas personas siguen muriendo allí", añade Khaldoun Alhussain, quien espera poder traer a Berlín a su madre que aún se encuentra en Siria, enferma y sola.

- Las islas griegas, encantadas -

En cuanto a los habitantes de las islas griegas, "están encantados (del trabajo de mimycri), porque no quieren que sus playas se llenen de residuos y plásticos", continúa Vera Guenther, que dejó su empleo en el sector medioambiental para poner en marcha la asociación.

El catálogo de mimycri contiene una decena de productos de cuyas ventas donan un 3% a oenegés griegas.

Günther cuenta que su aventura comenzó en el invierno de 2015, cuando viajó a Quíos para ayudar a quienes desembarcaban en Grecia. Allí pasó varios meses con su asociada, Nora Azzaoui, y volvió con plástico proveniente de las lanchas en la maleta, que transformó en una bolsa de aseo, el origen de micrymi.

Las dos mujeres lograron reunir 43.000 euros en una campaña de crowdfunding y hoy, la asociación emplea a cinco personas, entre ellas un sirio y un pakistaní.

"Queremos cambiar la imagen que se tiene sobre los refugiados", subraya Vera Guenther. "Son gente (...) que, igual que todos nosotros, quiere tener un empleo, una casa. Tenemos mucho más en común de lo que creemos".

yap/ylf/cls/ybl/aoc/es/jvb

© Agence France-Presse

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