Entre los escritos que la destacada sanjuanense, doctora en Historia Mina Ramírez Montes tiene en su haber, ha dedicado uno al “Puente de San Juan del Río y su constructor” en el que, entre otras cosas, destaca la importancia de referirse a sus habitantes, a la necesidad del intelecto y de la mano del hombre para construirlo y de otro intelecto y de otra mano de obra para describirlo y consignar el por qué de la necesidad de su construcción, qué dificultades hubo, quien aportó el constante y sonante, quién lo trazó, quien lo construyó, y quién o quienes lo han mantenido para que haya llegado hasta el siglo XXI.
Es un puente, describe la Dra. Ramírez, que ha facilitado la unión de las personas, la comunicación de las ideas, el transporte de las mercancía en recuas cargadas de metales como el oro o la plata, de textiles, de alimentos y de la herbolaria, un puente que logró erradicar el aislamiento de las personas y del pueblo, un puente que ha permitido y fomentado el conocimiento y ha contribuido al desarrollo de la ciudad.
“El puente es una obra de cinco arcos cuya belleza y utilidad se puede apreciar aún en nuestro tiempo, durante tres siglos ha cumplido su función y durante ese lapso ha recibido restauraciones, mencionaremos otras de éstas, en 1855 se nombró al director de caminos Teodoro de la Troupiniere, que se hiciese cargo de las reparaciones necesarias, él aceptó la comisión después de hacer una ´vista de ojos´ y encontrar que se debían hacer ´leves reparaciones´ pidió al Ayuntamiento tomase las providencias necesarias para que el paso se hiciese por abajo y no se interrumpiesen las comunicaciones”. En 2010, menciona, “la Presidencia Municipal encabezada por Gustavo Nieto Chávez ha propiciado la iluminación artística del frente sur del puente, la cual se inauguró en el marco de la celebración de los 300 años del inicio de su existencia”.
La Dra. Ramírez Montes dedica también varias líneas a Sebastián de Aparicio Prado, entre las que cita, “precursor de las empresas de mensajería del siglo XXI, quien no solo acarreaba mercancías son también hacía caminos y ayudaba a los indios cuando veía su necesidad de transporte”, al hacer referencia a la necesidad de construir puentes, cuando se recrea en la mente un río caudaloso, aguas que corren a gran velocidad por las lluvias intensas, y la necesidad imperante de los viajeros para cruzarlo, de los carreteros que debían entregar o recoger los productos de la tierra.
También dedica varias líneas para hablar del constructor del icónico puente sanjuanense, el maestro de arquitectura Pedro de Arrieta, originario del Real de Pachuca, quien para 1710 tenía ya 19 años de examinado en su arte y también en el de la carpintería de lo blanco, quien luego de haber terminado el puente sanjuanense, actividad que le llevó poco tiempo, continuó sus labores en México.