/ sábado 31 de octubre de 2020

Fiesta de todos los santos y fieles difuntos

Desde la fe católica, el P. Jorge Valencia hace referencia a dichas celebraciones y a la costumbre del altar de muertos

Párroco de la Parroquia de San Juan Pablo II ubicada en la comunidad de Cerro Gordo, el P. Jorge Valencia en visita a nuestras oficinas de redacción, nos platicó sobre las festividades tradicionales de estos días, la de todos los Santos, el primero de noviembre, y la conmemoración de los fieles difuntos, el 2 de noviembre.

Mencionó los orígenes de esta tradición, que vienen, recordó, tanto de nuestra raza, en nuestra identidad cultural prehispánica con raíces muy profundas del continente europeo que es la mezcla, la fusión de las costumbres y creencias tanto originales autóctonas con las europeas, las españolas de la fe cristiana que han dado una fusión cultural muy importante y bonita, que tiene distintas y diversas expresiones, es todo un mosaico.

En México particularmente celebramos a los fieles difuntos, conmemoramos la memoria de nuestros seres queridos que ya han fallecido; desde la liturgia de la iglesia, en nuestra doctrina, oramos por los difuntos que están en tránsito a la vida eterna, a la gloria; y explica el P. Valencia, “en la iglesia existen tres etapas: la iglesia peregrina que somos nosotros, peregrinos hacia la casa del Padre; la iglesia purgante que es el purgatorio, donde están las personas que lograron ya la salvación pero que quedaron algunas penas, algo por purgar, por pagar, por compensar, teológicamente se establece el purgatorio, es el lugar donde vamos a pagar esas penas, y que para eso se ofrece la indulgencia plenaria cuando hay jubileo, sobre todo por el alma de algún difunto, en especial cuando ha fallecido recientemente; y la iglesia triunfante: vive ya la contemplación de Dios”, esta dijo, es la fiesta que celebramos el primero de noviembre, la de todos los santos.

Explica que en la iglesia hay culto a santos como San Francisco de Asís, San Juan Bosco, San Judas Tadeo, pero también hay muchos santos, gente común y ordinaria, y menciona, por ejemplo, a personajes como el maestro Maurilio Morelos hombre dedicado a su vocación, y al P. Santos Dal Bianco misionero xaveriano conocido como el apóstol de los rancheros, aquí en San Juan del Río, “aunque no se les dé culto en un altar, son santos que seguramente gozan de Dios, no tengo duda de que están en el cielo”, son a quienes conmemoramos el primero de noviembre, éste es el sentido de la fiesta de todos los santos, nuestros seres queridos fallecidos que llevaron una vida, opción normal.

En la festividad de los fieles difuntos conmemoramos a nuestros seres queridos, a quienes, dice, incluso pedimos su intercesión, “hay culto a las benditas ánimas del purgatorio, inclusive podemos ofrecer obras de caridad, oración, sobre todo por personas que han muerto recientemente, de manera imprevista”, recordando que la iglesia siempre está en oración y se pide por ellos.

Es aquí donde entran nuestras raíces autóctonas originales, “el culto a los muertos, pero no en el sentido de la muerte, sino el culto autóctono” y refiere por ejemplo, la costumbre de visitar los panteones en estas fechas, llevar flores y oraciones a nuestros difuntos; de la costumbre en diferentes lugares de nuestro país en el que las familias conviven y comen en las tumbas, eso, dice, habla de la trascendencia, de que la muerte no es lo último, que no es definitivo, que es un paso más, un acontecimiento de la vida para alcanzar la plenitud, la eternidad, la vida eterna que nosotros llamamos la resurrección en Cristo.

Y finalmente comenta sobre el significado del altar de muertos, “para mi es un el culto a los vivos, ya no están físicamente entre nosotros, pero viven con Dios; es el sentido de la trascendencia, existe la persona, no ha sido aniquilada, ni está perdida en la nada, ahora vive en otra dimensión, es el alma, es la plenitud del ser”. E invita a la colocación de este altar en casa, comprar un manojo de flores de cémpasuchil y ayudar de esta manera a quienes la ofertan, ya que, por tiempos de pandemia, no se podrán visitar los panteones y como se ha acostumbrado, llenar de flores las tumbas de los seres queridos.

Párroco de la Parroquia de San Juan Pablo II ubicada en la comunidad de Cerro Gordo, el P. Jorge Valencia en visita a nuestras oficinas de redacción, nos platicó sobre las festividades tradicionales de estos días, la de todos los Santos, el primero de noviembre, y la conmemoración de los fieles difuntos, el 2 de noviembre.

Mencionó los orígenes de esta tradición, que vienen, recordó, tanto de nuestra raza, en nuestra identidad cultural prehispánica con raíces muy profundas del continente europeo que es la mezcla, la fusión de las costumbres y creencias tanto originales autóctonas con las europeas, las españolas de la fe cristiana que han dado una fusión cultural muy importante y bonita, que tiene distintas y diversas expresiones, es todo un mosaico.

En México particularmente celebramos a los fieles difuntos, conmemoramos la memoria de nuestros seres queridos que ya han fallecido; desde la liturgia de la iglesia, en nuestra doctrina, oramos por los difuntos que están en tránsito a la vida eterna, a la gloria; y explica el P. Valencia, “en la iglesia existen tres etapas: la iglesia peregrina que somos nosotros, peregrinos hacia la casa del Padre; la iglesia purgante que es el purgatorio, donde están las personas que lograron ya la salvación pero que quedaron algunas penas, algo por purgar, por pagar, por compensar, teológicamente se establece el purgatorio, es el lugar donde vamos a pagar esas penas, y que para eso se ofrece la indulgencia plenaria cuando hay jubileo, sobre todo por el alma de algún difunto, en especial cuando ha fallecido recientemente; y la iglesia triunfante: vive ya la contemplación de Dios”, esta dijo, es la fiesta que celebramos el primero de noviembre, la de todos los santos.

Explica que en la iglesia hay culto a santos como San Francisco de Asís, San Juan Bosco, San Judas Tadeo, pero también hay muchos santos, gente común y ordinaria, y menciona, por ejemplo, a personajes como el maestro Maurilio Morelos hombre dedicado a su vocación, y al P. Santos Dal Bianco misionero xaveriano conocido como el apóstol de los rancheros, aquí en San Juan del Río, “aunque no se les dé culto en un altar, son santos que seguramente gozan de Dios, no tengo duda de que están en el cielo”, son a quienes conmemoramos el primero de noviembre, éste es el sentido de la fiesta de todos los santos, nuestros seres queridos fallecidos que llevaron una vida, opción normal.

En la festividad de los fieles difuntos conmemoramos a nuestros seres queridos, a quienes, dice, incluso pedimos su intercesión, “hay culto a las benditas ánimas del purgatorio, inclusive podemos ofrecer obras de caridad, oración, sobre todo por personas que han muerto recientemente, de manera imprevista”, recordando que la iglesia siempre está en oración y se pide por ellos.

Es aquí donde entran nuestras raíces autóctonas originales, “el culto a los muertos, pero no en el sentido de la muerte, sino el culto autóctono” y refiere por ejemplo, la costumbre de visitar los panteones en estas fechas, llevar flores y oraciones a nuestros difuntos; de la costumbre en diferentes lugares de nuestro país en el que las familias conviven y comen en las tumbas, eso, dice, habla de la trascendencia, de que la muerte no es lo último, que no es definitivo, que es un paso más, un acontecimiento de la vida para alcanzar la plenitud, la eternidad, la vida eterna que nosotros llamamos la resurrección en Cristo.

Y finalmente comenta sobre el significado del altar de muertos, “para mi es un el culto a los vivos, ya no están físicamente entre nosotros, pero viven con Dios; es el sentido de la trascendencia, existe la persona, no ha sido aniquilada, ni está perdida en la nada, ahora vive en otra dimensión, es el alma, es la plenitud del ser”. E invita a la colocación de este altar en casa, comprar un manojo de flores de cémpasuchil y ayudar de esta manera a quienes la ofertan, ya que, por tiempos de pandemia, no se podrán visitar los panteones y como se ha acostumbrado, llenar de flores las tumbas de los seres queridos.

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